Dos clases de perfiles en Chesterton

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 Dos ‘perfiles’ de GK -el ‘ideal’ y el ‘real’-, vistos por él mismo

Tenemos la idea de ofrecer en el Chestertonblog un conjunto de perfiles de Chesterton. De momento, ha aparecido de manera más o menos elaborada el de periodista -tal como Chesterton se definió a sí mismo en numerosas ocasiones- y el de autor de aforismos. La idea es que este conjunto de páginas permanentes presente la panorámicamente la riqueza de nuestro autor.

Un perfil es una línea o conjunto de líneas que esbozan una idea: no es un retrato completo, pero permite una aproximación. Es un planteamiento similar al que propone el propio Chesterton en Esbozo de sensatez, a cuyo análisis introductorio remitimos. Cuando uno piensa en los perfiles de Chesterton, éstos se pueden dividir en claramente en dos clases bien diferenciadas.

1.- Aquellos perfiles cuya realidad no se puede negar, de la misma forma que –en el plano físico- nadie, ni siquiera él mismo –que se autocaricaturizó mil veces- podría negar que era un tipo grandote y más bien torpe de movimientos. Se encuentran resumidos en Nueve perfiles bien definidos de Chesterton, la página siguente a ésta.
2. Los perfiles que denomino ‘paradójicos’, porque reunió rasgos que permitían incluirlo como tal, pero también otros muchos rasgos que impedían que esas señas de identidad se le ajustaran perfectamente: si su cuerpo era grande y no cualquier prenda le sentaba bien –por eso acabó utilizando esa especie de capa española grande y generosa-, su mente era más grande todavía. Se entenderá mejor cuando describa los ejemplos que glosaremos poco a poco.

Mi colega Ricardo Duque, profesor de Sociología en la Universidad de Sevilla, insiste siempre en que los universitarios vivimos bajo el ‘síndrome de Rumpelstinkin’ –el famoso enano saltarín-. Tiene toda la razón, porque necesitamos poner nombres a las cosas, distinguir y separar, clasificar y ordenar. Quizá no debería preocuparme tanto por este problema, y aceptar como dice Dale Ahlquist, uno de los mayores expertos: «Nunca se ha resaltado lo suficiente que Chesterton fue un pensador completo. Por esto supone tal reto para el mundo moderno. Hemos llegado a preferir el pensamiento incompleto y las cosas fragmentadas. De esa forma, no tenemos que pensar en nuestras contradicciones; por eso, no nos preocupa que nuestro trabajo contradiga nuestros ideales o que nuestras ideas políticas contradigan nuestra fe, porque mantenemos cada una de ellas en compartimentos estancos. Pero Chesterton fue verdaderamente consecuente» (GK Chesterton, El apóstol del sentido común. Voz de Papel, 2006, p.24).

Sin embargo, una cosa es considerar el pensamiento de Chesterton y otra no poder dejar de ver las múltiples facetas de su gigante figura. La tarea no es fácil, porque la realidad se resiste, es ambivalente. Nada mejor que unas palabras del propio GK en El hombre que fue jueves: a propósito he procurado que no fueran sobre él mismo, para mostrar cómo él veía a los demás: son los ‘perfiles’ de los habitantes de Saffron Park, donde comienza la novela: Aquel joven –los cabellos largos y castaños, la cara insolente- si no era un poeta, era ya un poema. Aquel anciano, aquel venerable charlatán de la barba blanca y enmarañada, del sombrero negro y desgarbado, no sería un filósofo ciertamente, pero era todo un asunto de filosofía. Aquel sujeto, científico –calva de cascarón de huevo, y el pescuezo muy flaco y largo-, claro es que no tenía derecho a los muchos humos que gastaba: no había logrado, por ejemplo, ningún descubrimiento biológico, pero ¿qué hallazgo biológico más singular que el de su interesante persona?» (El hombre que fue Jueves, Ed. El País, 2003, pp.9-10. Traducción de Alfonso Reyes).

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