Para los que no habéis podido participar al funeral de nuestro querido amigo hemos pensado publicar la homilía dada en este momento. Esta decisión no se basa en una elección pietista, sino es una prueba de que su amor por Chesterton fue tan conocido, que incluso el sacerdote en su despedida final, delante de todos sus familiares y amigos allí reunidos, hizo varias referencias al autor brítanico y a Juan Carlos.
HOMILÍA:
La vida de los que en ti creemos, no termina, se transforma. Esto es lo que creía Juan Carlos: con esta paradoja chestertoniana podría decir que la muerte es vida, para los cristianos.
Conocí a Juan Carlos en el Club Montañero de Estudiantes de Granada, cuando él era alumno de los agustinos, y yo estudiante de Filosofía y Letras. Lo recuerdo de aquella época como un chico discreto y responsable. Su hija Irene me recuerda mucho a su padre en esa forma de ser. Otra cosa que noté, que quería mucho a su hermano, y a sus dos hermanas. Era muy padrazo, ya entonces. Luego lo traté como profesor de colegio Mulhacén, donde acudía en moto, cosa poco usual en esa época. Era un profesor muy creativo. Sus clases eran una delicia, según decían sus alumnos. Se veía que disfrutaba con todo lo que hacía, y transmitía esa alegría a su alrededor. Esto lo han heredado sus hijas Violeta y Cristina. Además de su afición a la lectura.
Con el paso del tiempo, ya profesor titular de sociología en la Universidad de Granada, con frecuencia me lo encontraba en charlas, y coloquios con todo tipo de personas. También entre los sacerdotes. No era raro que algún martes del mes, a la hora de comer, se reuniera con nosotros y en la tertulia nos diera su visión sobre alguna película, porque era muy aficionado al buen cine, y tenía una conversación culta y amena. Incluso un día nos enseñó varios anuncios de televisión, y nos los puso de ejemplo para que aprendiéramos a atraer la atención de los feligreses durante las homilías.
Ya se ve que aprovechaba el tiempo… Ya de por si era muy trabajador, como lo puede atestiguar, Juanita, su madre, porque ha salido a ella.
Pero este espíritu de laboriosidad fue creciendo con el tiempo, y dándole un sentido sobrenatural, porque Juan Carlos era miembro Supernumerario del Opus Dei. También le ayudaron los escritos de san Josemaría el amor a la libertad, y en concreto a educar en la libertad: ahí están sus cinco hijos que lo demuestran.
Además era un hombre de muchos amigos. Porque era muy cariñoso y dialogante, tenía amigos de todas las formas de pensar. Juan Carlos era -¡es!- muy abierto, disfrutaba organizando reuniones para hablar de lo divino y lo humano. Jesucristo estaba siempre presente, como lo estará ahora entre nosotros. Destacaría también que ha sido un hombre que ha vivido con coherencia en todos los ambientes, especialmente el profesional, manifestando su fe sin complejos, con valentía, pero con un gran respeto a las personas.
Tenía una pasión: hacer presente a Jesucristo en su profesión, con altura de miras, realizando su trabajo, escribiendo, publicando…
De Jesús se decía que «pasó haciendo el bien». Esto se tendría que afirmar de cualquier cristiano que vive su fe. Juan Carlos tomo de nuestro Señor este rasgo, porque en su vida ha sembrado mucho cariño: buscaba el lado positivo de las personas, las quería de verdad.
Ha querido mucho, y por eso ahora tenemos el deseo de manifestarle nuestro agradecimiento rezando por él, en esta celebración.
En la última etapa de su vida, ha sido ejemplar en su enfermedad, ofreciendo a Dios sus molestias. Desde luego ha rezado pidiendo su curación, especialmente, recurriendo a la intercesión del beato Álvaro del Portillo a quién tenía gran devoción, pero a su vez aceptando siempre la Voluntad de Dios. Por eso irradiaba paz. Mucha gente ha comentado, familiares, amigos, personal del hospital, que al pasar con él un rato salías fortalecido, con optimismo… Más que hacerle un favor a él visitándole para animarle, eran ellos los que salían animados…
Muchos pensamos y así lo hemos comentado, que el milagro que pedíamos para su curación, el Señor lo ha cambiado por hacer un milagro a través de Juan Carlos, por el ejemplo cristiano que nos ha dado.
Nunca pensé en que celebraría su funeral, me siento -salvando las distancias- como Ronald Knox cuando predicaba la oración fúnebre de Chesterton en Westminster. En aquella ocasión Ronald decía de su amigo Chesterton que «tenía ojos de artista para encontrar nuevos valores en las cosas más familiares… Pienso que su mejor cualidad era el don de iluminar lo ordinario y descubrir en todo lo trivial una cierta eternidad» Y terminaba diciendo: «Bienaventurados los que le conocieron y disfrutaron de su amistad, porque encontraron en él un ejemplo vivo de amor». También nosotros podríamos decir eso de Juan Carlos, en especial su mujer.
Desde luego ha puesto un listón muy alto para sus hijos. Pero José María y Jaime, no deben preocuparse, porque su padre seguirá ayudándoles. Porque –como Ana experimentará a partir de ahora– aunque no se note su presencia física, Juan Carlos ¡vive!
Antonio Balsera
Cementerio de San José de la Alhambra, 16 de febrero de 2015