Archivo mensual: mayo 2017

Temas en la poesía de G.K. Chesterton y de J.L. Borges (II)

Continuando con lo dicho anteriormente en la entrada anterior, vamos a leer cómo los dos autores en sus correspondientes poemas, que siguen estas líneas, mantienen una cercana actitud al seleccionar las cosas cotidianas. los dos poemas son la viva voz vibrante de dos buscadores de las esencias de la realidad, es decir, de la poesía.

En ambos poemas, a pesar de la unidad en lo cotidiano, hay ciertas distancias temáticas, como el tempus fugit borgiano frente a la perennidad de Chesterton; la negación del futuro y la melancolía de Borges frente al gozo chestertoniano del presente continuo.

Escribe Borges:                                              Los justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez.

El ceramista que premedita un color y una forma.

El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas  personas que se ignoran, están salvando al mundo.

(La cifra, 1981)

Borges nos ofrece una lista rápida y nerviosa de personas en situaciones de la cotidianidad; a lo peor tratada con superficialidad, aunque embellecida con cierto ritmo impresionista. En esta amplia panoplia de personas y situaciones corrientes (Ver El hombre corriente de G.K.Chesterton) nos deja Borges una visión tan cercana a la cotidianidad londinense, es decir, de cualquier lugar, como a la beatitud horaciana. Pero, según Borges, conviene al hombre normal, al que nos encontramos en la calle y tiene el incentivo de vivir la vida.  Pues lo mismo que estas personas no sólo se adaptan a sus situaciones, sino que las humanizan; igualmente, Chesterton nos va a acercar al hombre que se sienta en un banco del parque:

The old gentleman in the park

Beyod the trees like iton trees,/ The painted lamp-post stand./ The old red road runs like the rust /Upon this iron land.

Cars flat as fish and fleet as birds,/ Low-bodied and high speeded, / Go on their belly like the Snake, / and eat the drust as he did.

But down the red dust never more/Her happy horse-hoofs go, /O, what a road of rust indeed!/ O, what a Rotten Row !    (G.K.Chesterton, Nuevos poemas, en «El gran mínimo»)

(Más allá de los árboles, como árboles de hierro/ se yerguen las faroles de colores./ La vieja carretera roja cruza/ estas tierras metálicas como si fuera óxido.

Veloces como pájaros y chatos como peces/igual que la Serpiente reptan sobre su panza/ los coches y devoran el polvo del camino.

En su tierra rojiza ya nunca estampará / sus alegres pezuñas un caballo./ ¡Es verdaderamente una senda oxidada, / cauce de podredumbre! 

Ahora; Chesterton, nos hace familiar la melancolía por un tipo de tiempo que se ha ido. Con ello, se acerca a un tema tan borgiano como el de la fugacidad de la vida, pero en nuestro caso el hombre permanece. El caballero permanece observando el «tiempo que pasa», en busca de un tiempo siempre presente. Al caballero parece dolerle que no vuelvan los hombres a caballo. Chesterton no se vincula en la visión de este gentleman a un mundo caído, oxidado, a pesar de centrar su atención en lo minúsculo,  sino en lo perenne  que supone el hombre contemplativo.

 

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Temas en la poesía de G.K.Chesterton y de J.L.Borges (I)

En una tarde apacible de la primavera granadina he cogido, que no he escogido a propósito, sino al azar un libro, que reúne seis sabias conferencias de Jorge Luis Borges, bajo el título «Arte poético», publicado por Austral, en Barcelona 2012. Leo en su página 40: «…una de las estrofas que más me han impresionado. los versos proceden de un poema de Chesterton llamado «A second childhood» ( Segunda niñez)»:

But I shall not grow too old to see

enormous nigt arise,

a cloud that is larger than the world

and a monster made of eyes.

(Pero no enrojeceré hasta ver surgir la enorme noche, / nube que es más grande que el mundo, /monstruo hecho de ojos,)

Con Borges comparto la admiración que provoca la poesía de Chesterton. Pero, modestamente, difiero, en cuanto que la interpretación racional que del significado de los versos se  deriva, no es posible en este caso; ya que entiendo que Chesterton escribe en una clave superior a la de la simple fantasía, de la simple anticipación o de la pura imaginación desbordada, aunque captable racionalmente, desde la postura ficcional. El primer verso es una hipérbole posible en los ámbitos de la fe, igual que la hipérbole del segundo, y la metáfora apocalíptica del último verso. En estos versos subyace la realidad «de un tiempo nuevo y de un mundo nuevo».

Dando un violento giro a esta reflexión, y puesto que cuando leo a Borges voy a Chesterton y viceversa, noto que ambos autores buscan, para encontrar qué oculta la realidad. En una nueva manera de mirar y ver: alcanzar el más allá de lo que está implícito. En ello, esencialmente, apreciamos la huella chestertoniana en el chestertoniano Borges.

El mismo elemento razonador recorre los escritos de los dos autores, a pesar de sus diferencias. Ese elemento no es otro que la centralidad temática de lo cotidiano y el milagro del asombro con que se acercan a los textos. No obstante, Chesterton y Borges -en sus extensas obras- volaron por las amplias y laberínticas esferas de lo fantástico y lo esotérico. Aunque como ocurre en cualquier trayectoria conformadora del hombre, el hombre nunca está terminado; pues así, ellos van desde lo filosófico a lo teológico y a otras muchas materias abstractas hasta  las cosas  más comunes, más vivas y que más viven. De este modo se preguntan con eco eterno ¿a dónde va el hombre?, ¿por dónde camina?, ¿a dónde llega?

Estas y otras preguntas con sus respuestas correspondientes, van personalizando humana y literariamente a estos hombre en sus escritos. Y, aunque algo difieren en sus talantes, ambos mantienen una suerte de optimismo -el uno- sustentado en la fe, en la creencia, -el otro-escéptico, en la lejanía difícil de alcanzar de las convicciones transcendentes.