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Maisie Ward y el ‘Cuaderno de notas’ de Chesterton: los inicios de su aventura

Portada de una biografía de Maisie Ward, amiga personal y editora de Chesterton. undpress.nd.edu

Portada de una biografía de Maisie Ward, amiga personal y editora de Chesterton. undpress.nd.edu

“Escribo este capítulo ante Notre-Dame de París, frente a un café lleno de discutidores obreros franceses –en presencia de Dios y del Hombre-, y creo comprender el único odio de la vida de G.K.: su repugnancia por el pesimismo. ¿Se enorgullece un hombre de perder su oído, su vista o su olfato? ¿Qué diremos del que se enorgullece de empezar como un mutilado intelectual y terminar como un cadáver intelectual?«

Estas palabras corresponden al capítulo 5º de la biografía de Maisie Ward sobre Chesterton (Editorial Poseidón, Buenos Aires, pp.60-61) que contiene datos interesantísimos y poco conocidos –o quizá olvidados- de la vida de GK. Por ejemplo, dedica este 5º capítulo completo a la existencia de un Notebook o Cuaderno de notas, “empezado en 1894 [cuando GK tenía 20 años] y usado a intervalos en los cuatro o cinco años siguientes, en que Gilbert anotó su filosofía paso a paso a medida que la descubría». Vale la pena conocer los datos y textos que Ward nos proporciona: aunque ya sabemos el final de su aventura, es gozoso encontrar estas palabras llenas de ardor juvenil, en las que, como dice Enrique García-Máiquez, está todo Chesterton, como si fueran hologramas de él mismo. Continuamos con el texto de Ward, del que hoy sólo ofrecemos unos párrafos:

«La letra es la obra de arte que debió aprender y practicar, tan diferente de los garrapatos de su niñez. Cada idea es anotada a medida que se presenta a su espíritu, no hay ilación. En este libro y en Los países de colores puede verse la creación del punto de vista de Chesterton sobre la vida –y todo ocurrió en los primeros años siguientes a sus veinte. De las semillas de pensamientos plantadas ahí, había de crecer Ortodoxia y todo el resto –aquí son sólo semillas, pero semillas que contienen inequívocamente la flor del futuro:

No habrían de oír de mí una palabra
de egoísmo o desdén.
si yo pudiese hallar la puerta,
si pudiese nacer.

“Hace decir esto al Niño por Nacer en su primer volumen de poemas [ poesía publicada completa en el Chestertonblog]. Y en el Cuaderno de notas vemos cómo el niño que viene al mundo debe cumplir esta promesa aceptando la vida con sus enigmas, su belleza, su fugacidad: ¿Somos todos polvo? Pero ¡cuán bella cosa es el polvo! […] Esta redonda tierra quizá sea una pompa de jabón, pero debemos admitir que hay en ella algunos lindos colores. […] ¿De qué sirve la vida? Es fugaz. ¿De qué sirve una taza de café? Es fugaz. Ja, ja, ja.

“El regalo de nacer, como debía llamarlo en Ortodoxia, no implica la sola existencia, sino una riqueza de otros dones. Titula Queja este pensamiento:

Dame algún tiempo;
si abres tantas puertas
y me haces tantos dones, Señor,
no lo tendré para apreciarlos todos.

“Queda casi abrumado con todo lo que tiene y todo lo que es, pero lo acepta con ardor en su totalidad.

Si los brazos de un hombre pudiesen ser un círculo de fuego
que abarcasen el mundo,
creo que yo sería este hombre”.

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Magnífico ‘Un trozo de tiza’ de Chesterton

Hace mucho, comentamos en el blog este texto, de los más emblemáticos de Chesterton, y estaba convencido que lo habíamos publicado hasta que casualmente comprobé mi error. Apareció en Enormes minucias (1909, segundo capítulo) y procede por tanto de los ensayos del Daily Mail. Es un texto más en que el GK escritor y el pintor se entremezclan con esa gracia y simpatía inigualables, dando prioridad una vez más –ejemplo 1, ejemplo 2– a los colores como metáforas de la vida.

La traducción procede de bibliotecasvirtuales.com, pero hemos decidido utilizar a modo de prólogo una nota al pie de página que Vicente Corbí incluye en su versión, publicada por Espuela de Plata (2001, p.25), para hacernos una mejor idea de la forma original que -junto al fondo- constituyen ese riquísimo patrimonio que nos dejó nuestro gran escritor:

«El autor hace aquí uno de sus juegos de palabras intraducibles: “I not only liked brown paper, but liked the quality of brownness in paper, just as I liked the quality of brownness in october woods, or in beer, or in the peatsreams of the morth”. Brown paper es papel de estraza: pero brown es moreno y pardo y castaño. To like es gustar, pero también puede usarse en el sentido de desear una cosa. Saltando de una a otra significación con ágil humor, dice Chesterton que “no sólo buscaba o quería (liked) papel de estraza (brown), sino que buscaba el color brown de ese papel, exactamente como le gustaba (liked) el color brown en los bosques de octubre o en la cerveza, o en las turberas del norte”. La dificultad de conservar en una traducción algo siquiera del peculiarísimo estilo de Chersterton aumenta por su frecuente aludir a circunstancias locales y personales, y por el constante, arbitrario, vivaz malabarismo de conceptos y vocablos –a menudo intraducible- en que se complacía el chico travieso oculto en la humanidad abundante y plácida del gran humorista».

La campiña de Sussex, donde acontece 'Un trozo de tiza' de Chesterton (Campingtourist.com)

La campiña de Sussex, donde acontece ‘Un trozo de tiza’ de Chesterton (Campingtourist.com)

Como es habitual, está disponible el texto bilingüe, aunque en el blog solo ofrecemos la deliciosa versión castellana:

Recuerdo una espléndida mañana durante las vacaciones de verano, toda azul y plata, en la que, con muy pocas ganas, conseguí apartarme de la tarea de no hacer nada en concreto. Me puse algún tipo de sombrero, recogí mi bastón y me guarde en el bolsillo seis trozos de tiza de brillantes colores. Después entré en la cocina, (que junto al resto de la casa era propiedad de una señora muy conservadora y razonable, vecina de una aldea de Sussex) para pedirle a la dueña y ocupante de la cocina, un poco de papel marrón. Tenía mucho, de hecho, incluso demasiado. Pero estaba equivocada respecto a para qué sirve el papel marrón. Ella creía que, si uno quiere papel marrón, es para hacer paquetes, algo que yo no planeaba. A decir verdad es algo que supera mi capacidad mental. Pero la señora le daba muchas vueltas a como algunos papeles eran más resistentes que otros. Aclaré que lo único que pretendía era dibujar, así que no me preocupaba lo que pudiese durar el papel. Lo que me interesaba no era que el papel fuese duro sino absorbente, algo que es indiferente en un paquete. Cuando comprendió que yo quería dibujar, me abrumó con ofertas de papel de cartas. Aparentemente, dio por sentado que si escribo mis notas y cartas en papel marrón viejo es para ahorrar.

Entonces, intenté explicar este delicado matiz lógico: no sólo me gusta el papel marrón, me gusta el colorido marrón en el papel, como me gusta en los bosques en octubre. O en la cerveza, o en los arroyos que corren entre las turberas en el norte. El papel marrón encarna los primeros trabajos en el primer amanecer de la creación. Con un par de tizas de colores, encuentras en él puntos de fuego, llamaradas de oro, vetas rojas como la sangre y verdes como el mar, como las primeras estrellas que brillaron en la oscuridad. Todo esto se lo dije de pasada a mi casera, mientras me guardaba el papel marrón en el bolsillo junto a las tizas y, posiblemente, otras cosas. Se me ocurre que todos hemos meditado en alguna ocasión sobre lo poéticas y fundamentales que son las cosas que llevamos en los bolsillos. La navaja, por ejemplo, prototipo de toda herramienta humana cuya hija es la espada. Una vez, empecé a escribir un libro de poemas que trataba solamente de las cosas que encontré en mi bolsillo. Pero iba a ser demasiado largo y los poemas épicos están pasados de moda.

Con mi bastón, mi navaja, mis tizas y mi papel marrón, eché a andar por los blancos  acantilados. Trepé por esos contornos colosales que representan lo mejor de Inglaterra al ser a la vez grandes y suaves. Su suavidad es similar a la de los grandes percherones o los abedules. Proclaman a los cuatro vientos, contradiciendo nuestras teorías cobardes y crueles, que los fuertes son misericordiosos. El valle que abarcaba mi vista era tan amable como cualquiera de sus casas pero, en cuestión de fuerza, era como un terremoto. Saltaba a la visa que las aldeas en aquel inmenso valle habían disfrutado de seguridad durante siglos, pero toda la tierra era como una ola inmensa alzándose para arrastrarlas.

Anduve de un prado a otro, buscando un lugar para sentarme a dibujar. Por lo que más quieran, no supongan que iba a hacer un boceto del natural. Iba a dibujar diablos y arcángeles, ciegos dioses que la humanidad adoraba antes del amanecer de la razón, santos vestidos con brillantes túnicas carmesíes, extraños mares verdes y todos esos símbolos, sagrados o monstruosos, que quedan tan bien dibujados con tizas brillantes sobre papel marrón de dibujo. Son más dignos de ser dibujados que la naturaleza. Y además  son mucho más fáciles de dibujar.

Un vulgar artista hubiera dibujado la vaca que estaba pastando en el prado frente a mí, pero, como siempre me equivoco con las patas traseras de los cuadrúpedos, plasmé el alma de la vaca. Podía verla paseando frente a mí a plena luz del día. El alma tenía siete cuernos, era plateada y carmesí, con el misterio de todos los animales. Así que por más que no pudiese sacar lo mejor del paisaje con un lápiz, no crean que el paisaje no sacaba lo mejor de mí. Creo que este es el error que se comete al estudiar los antiguos poetas anteriores a Woodsworth. La idea general es que no les interesaba la naturaleza ya que no la describieron mucho.

Puede que prefiriesen escribir sobre los grandes hombres a escribir sobre las grandes colinas. Pero estaban sentados sobre las colinas al escribir. Nos dieron menos sobre la naturaleza pero estaban empapados en ella. Pintaron de blanco la túnica de la sagrada Virgen con nieve deslumbrante como la que miraban todo el día. Decoraron los escudos de sus paladines con la púrpura y el dorado de sus heráldicas puestas de sol. El verdor de mil hojas se agrupó en la figura verde de Robín Hood. El azul de cientos de olvidados cielos se cambió en el azul de los mantos de la Virgen. Recibían la inspiración en los rayos del sol, como enviada por Apolo.

Pero mientras garabateaba en el papel marrón, noté, muy irritado, que había dejado en casa la tiza más exquisita e importante. Revolví todos mis bolsillos pero no encontré nada de tiza blanca. Aunque los conocedores de la filosofía –mejor dicho, religión- de dibujar sobre papel marrón conocen la importancia del blanco, tan positivo como esencial, no puedo evitar explicar ahora su significado moral. Una de las grandes verdades que nos revela el arte de dibujar sobre el papel marrón en que el blanco es un color, no su simple ausencia. Es algo brillante y agresivo, tan fiero como el rojo, tan concreto como el negro. Cuando, por así decirlo, tu lápiz está al rojo vivo, dibuja rosas. Si esta candente, estrellas. Y una de las dos o tres verdades más importantes de la mejor filosofía religiosa, del verdadero cristianismo por ejemplo, es exactamente ésa. La principal afirmación de la moral religiosa es que el blanco es un color. La virtud no es la ausencia de vicios o huir de los peligros morales. La virtud es algo concreto e independiente. La misericordia no es abstenerse de crueldad o perdonar el castigo o la venganza.  Es algo real y concreto como el sol que uno ha visto o no. La castidad no es abstenerse de una sexualidad malsana, es algo ardiente como Juana de Arco. En pocas palabras, Dios pinta con una amplia paleta pero nunca con tanta hermosura, y casi diría que tan llamativamente, como cuando pinta con el blanco. En nuestra época acepta este hecho y lo expresa en la ropa triste. Porque si fuese cierto que el blanco es algo negativo  y discreto, se usaría en los funerales de esta época tan pesimista, en vez del negro o el gris. Veríamos a los señores en las oficinas con abrigos de impecable lino plateado y chistera maravillosamente blancas como lirios del valle. Lo que no sucede.

Pero yo seguía sin encontrar mi tiza.

Estaba sentado en la colina a punto de desesperarme. La ciudad más cercana era Chichester y no era ni remotamente probable que allí hubiese una tienda de material de dibujo. Pero sin el blanco, mis dibujitos eran tan absurdos como lo sería el mundo sin gente buena. Me quede mirándolos devanándome los sesos. De repente, me levanté soltando carcajadas, hasta tal punto que las vacas se pusieron a observarme reunidas en comité. Imaginaos alguien que en el Sahara lamentase no tener arena para un reloj de arena, alguien que en medio del océano lamentase no haber traído agua salada para un experimento de química. Estaba sentado sobre un inmenso almacén de tiza blanca. Todo el paisaje estaba compuesto de tiza blanca. La tiza blanca estaba amontonada hasta tocar el cielo. Me incliné y arranque un trozo de la roca sobre la que estaba sentado. No pintaba tan bien como la de las tiendas pero sirvió. Y me quede allí, encantado al darme cuenta que el sur de Inglaterra es algo más que una gran península, una tradición o una civilización. Es algo incluso más admirable: un trozo de tiza.

A bordo con el Padre Brown

Quien cuenta el final de una novela policiaca es simplemente un hombre malvado, tan malo como aquel que de forma deliberada rompe a un niño una pompa de jabón, más malvado incluso que Nerón. Son palabras de Chesterton en el año 1908, un par de años antes de que apareciera el primero de sus relatos sobre el padre Brown (que fue La Cruz azul, publicado por Storyteller en septiembre de 1910).

En 'Los pecados del Príncipe Saradine', el P. Brown realiza un viaje con Flambeau

En ‘Los pecados del Príncipe Saradine’, el P. Brown realiza viaja en velero con Flambeau

La advertencia de GKC es de puro sentido común y, personalmente, hoy me viene al pelo. Leer las historias del padre Brown desata la lengua, y, junto con el afán legítimo de compartirlo todo, comparece ese riesgo enorme que consiste en destripar el cuento (sobre todo, el desenlace) al lector inocente. Aquí -quédate tranquilo- no se trata de eso. Aquí quiero mantener siempre el candor.

Inocencia, candor. Son palabras muy ligadas a este simpático sacerdote de Norfolk. Es lógico, por tanto, que la biografía de Joseph Pearce sobre Chesterton se subtitule Sabiduría e inocencia, que la primera colección de relatos de nuestro personaje se titulara El candor del padre Brown, y que, en fin, el lector se sienta seguro en la compañía sana de este sagaz y sabio personaje.

Así pasa, por ejemplo, en Los pecados del príncipe Saradine. Flambeau, compañero de cuitas del padre Brown, se toma un mes de vacaciones y decide partir en un pequeño velero. ¿Qué llevarse? El relato dice así:

En el velero sólo había sitio para dos personas y los artículos necesarios, y Flambeau lo había llenado con aquello que, de acuerdo con su particular filosofía, le habría parecido imprescindible. Aparentemente, se reducía, en esencia, a cuatro cosas: latas de salmón, por si tenía hambre; revólveres cargados, por si tenía que pelearse; una botella de brandy, sin duda por si se desmayaba, y un cura, al parecer por si le daba por morirse.

En aquel velero viajaban, pues, Flambeau y el padre Brown. Y sólo diré que llegaron a un lugar que, desde el principio, al sacerdote le pareció un mal sitio (eso sí, añadiendo a continuación un simpático no importa, uno siempre puede hacer el bien siendo la persona adecuada en el lugar adecuado, una de esas frases de soslayo tan de Brown y que, desde luego, no dejan indiferente al lector atento).

Tan mal le parecía aquel lugar al sacerdote-detective, que, tras resolver el misterio, instó a Flambeau a largarse de allí rápidamente. Llama la atención esa prisa por abandonar el lugar del crimen:

¡Vayámonos de aquí! – dijo el padre Brown, que estaba muy pálido-. Vayámonos de esta casa infernal. Embarquemos otra vez en nuestro bote inocente.

De nuevo la inocencia. El padre Brown no quiere juguetear con el mal, que su inteligencia ya ha desarticulado (permanezca tranquilo el lector: no le romperé ahora la pompa de jabón). El padre Brown nos enseña entonces que, por paradójico que resulte, huir es, en determinadas ocasiones, una muestra de valentía. Sólo un temerario o un cobarde ponen en riesgo la inocencia.

En la poesía no hay palabra que no esté en su sitio. Si, por ejemplo, hay un encabalgamiento es porque debe haberlo. Si el verso se refiere a la flor del asagao -que pocos saben qué es eso- es porque esa flor, y no otra, tiene que estar en el poema. Ni en poesía ni en prosa Chesterton pone las palabras al tuntún. Cuentan que escribía rápido, pero está claro que escribía con precisión. Hay una estupenda muestra de ello en el relato que estoy comentando. ¿Cómo acabarlo? ¿Cuál podría ser la frase final, el colofón?

Un aroma de espino y huertos llegó a través de la oscuridad, indicándoles que se había levantado el viento que, al cabo de un momento, hinchó la vela, arrastró el barquito y los empujó a lo largo del serpenteante río hacia lugares más felices y hacia los hogares de gente inocente.

El padre Brown se ha enfrentado con el mal. Ha visto su faz horrenda, pero no se detiene a contemplarla. Se va rápido. El viento hincha las velas y la vida (un serpenteante río, sin duda) sigue más allá, en sitios mejores. En lugar felices por la inocencia.

Todo eso pasa cuando se viaja a bordo con el padre Brown.

Antes de nacer, de Chesterton

El día 25 de marzo se celebra el día de la vida, el día del niño no nacido. Chesterton escribió un hermoso poema –cuya fecha aún no tengo localizada-, publicado en España por Renacimiento en Lepanto y otros poemas (2003), y traducido bellamente por Enrique García-Máiquez. Como siempre, la versión original se reproduce más abajo. Dice así:

Chesterton: sueños 'Antes de nacer- Foto: Poemas para bebés en el vientre

Chesterton: sueños ‘Antes de nacer – Foto: Poemas para bebés en el vientre

ANTES DE NACER

Si hubiese árboles altos y hierba corta
como en un increíble cuento,
si hubiese un mar azul, azul marino,
y azul celeste hubiese un viento,

si colgase del aire un fuego afable
que calentase todo el día,
si le creciese barba verde al prado,
¡oh qué espectáculo sería!

Duermo en la oscuridad, soñando que
hay ojos grandes y además
sombrías calles y calladas puertas
con gente viva por detrás.

Que venga una tormenta y me despierte,
y lloraré todo el derroche
de los sueños de vida que he soñado
en los imperios de mi noche…

Y si una vez pudiese caminar
por esos sueños unas millas,
sería el más alegre peregrino
del País de las Maravillas.

No me oiríais palabras de desdén
ni una palabra lastimera,
si encontrara la puerta de ese mundo
alucinante, si naciera.

 

BY THE BABY UNBORN

IF trees were tall and grasses short,
As in some crazy tale,
If here and there a sea were blue
Beyond the breaking pale.

If a fixed fire hung in the air
To warm me one day through,
If deep green hair grew on great hills,
I know what I should do.

In dark I lie: dreaming that there
Are great eyes cold or kind,
And twisted streets and silent doors,
And living men behind.

Let storm-cloud come: better an hour,
And leave to weep and fight,
Than all the ages I have ruled
The empires of the night.

I think that if they gave me leave
Within the world to stand,
I would be good through all the day
I spent in fairyland.

They should no hear a word from me
Of selfishness or scorn,
lf only I could find the door,
If only I were born.

Una de monstruos

Es tan bonita esta entrada de un blog familiar, pienso que le hubiera gustado tanto a Chesterton, que he decidido sustituir otro sesudo análisis de ‘Civilización y progreso’ por esta visión de los niños y sus maravillosos dibujos, que invito a todos a visitar. Y que con sus palabras y citas de GK muestra bien lo que es pensar como Chesterton, nuestro objetivo de siempre.

'Una de monstruos' aplica  la fascinación de Chesterton por los cuentos de hadas

‘Una de monstruos’ aplica la fascinación de Chesterton por los cuentos de hadas

Los niños piensan lo mismo que Chesterton, que, entre otras mil maravillas, dijo lo siguiente:

Yo no doy el mundo por supuesto.

Eso hacen los niños cuando juegan, inventan y descubren esos detalles a los que los mayores ya nos hemos ido acostumbrando y que, por tanto, ya no nos asombran (la espuma del baño que se queda entre los dedos, por ejemplo; no me negaréis que no es rara esa persistencia de la espuma…).

Pasa algo parecido con los cuentos infantiles. Pasa, en particular, con los cuentos de monstruos. Los mayores creemos que los monstruos sólo pueden ser criaturas horrendas. Un monstruo es siempre algo de lo que necesariamente hay que huir. Ah, qué viene el monstruo… ¡huyamos! Eso pensamos siempre los adultos.

El niño, siempre presto para la maravilla, sabe que eso no es así, que el monstruo puede convertirse en un buen amigo; que, debajo de todos…

Ver la entrada original 160 palabras más

Chesterton, D. Álvaro y los borricos

Hoy traemos un dibujo y una poesía de Chesterton sobre los burros. Primero la caricatura, que refleja cómo se veía Chesterton: su buen humor y su capacidad de reírse de sí mismo son un ejemplo para tantos que nos tomamos tanto en serio…

En 'Los países de colores', p.157

En ‘Los países de colores’, p.157

Pero antes de la poesía, una explicación de por qué hoy traemos estos materiales. Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de D. Álvaro del Portillo, un sacerdote español que fue colaborador de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, su fiel colaborador y su sucesor al frente de esa institución de la Iglesia. El Papa Francisco ha aprobado su Beatificación, que se celebrará en Madrid en el mes de septiembre de 2014. Yo tuve la suerte de estar varias veces con D. Álvaro y escucharle y aprender de él, lo que considero una suerte inestimable. Por eso quiero rendirle este pequeño homenaje, al descubrir algunos paralelismos entre estos hombres verdaderamente buenos.
A San Josemaría le gustaban los borricos, porque decía que eran dóciles, perseverantes y no eran engreídos. Se conserva una imagen en la que San Josemaría coloca las figuras de unos burritos en las manos de D. Álvaro, como figura de su confianza en él, puesto que los borriquillos representan a los miembros del Opus Dei: gente corriente, poca cosa, que quieren cumplir con su tarea, como el burro.

S Josemaria pone unos burros en las manos de D Alvaro
Y una vez que hemos aceptado que todos tenemos un poco de borrico, entra Chesterton en escena con su poesía, abriendo –como siempre- nuevas perspectivas. Los versos se encuentran en Lepanto y otros poemas (Renacimiento, 2003) y la traducción es de Enrique García-Máiquez.

EL BURRO
Cuando iban peces por el aire,
cuando el bosque andaba en su primer abril,
cuando era cuna la sangrienta luna,
seguramente entonces, yo nací.

Con cabeza de monstruo y con las alas
raras de mis orejas color gris,
soy la caricatura del diablo
andando a cuatro patas por ahí.

Vagabundo andrajoso de la tierra,
trabajando sin fin he de vivir,
sufriendo hambre y desprecio… Y siempre mudo
me guardo mi secreto para mí,

porque vosotros olvidáis mi hora
que fue inmortal, tremenda y dulce. Allí
alzaban todos a mi paso palmas
y aleluyas al Hijo de David.

THE DONKEY
When fishes flew and forest walked
And figs grew upon thorn,
Some moment when the moon was blood
Then surely I has born.

With monstrous head and sickening cry
And ears like errant wings,
The devil’s warning parody
On all four-footed things.

The tattered outlaw of the earth,
Of anciant crooked will;
Stave, scourge, deride me: I am dumb,
I keep my secret still.

Fools! For I also had my hour;
One far fierce hour and sheet:
There was a shout about my ears,
And palms before my feet.

Versos de Chesterton para el Día de los Enamorados

Eestrellas para Nocturno

No sé desde cuándo San Valentín es el patrón de los enamorados. Pero si aún no tuviéramos un personaje que simbolizase el amor entre un hombre y una mujer, tendríamos que proclamar a Chesterton, que desde siempre estuvo maravillosamente enamorado de Frances, a la que dedicó esta poesía: 

NOCTURNO
LAS estrellas, ¡millones de ellas!, brillan
y nadie más que Dios sabe su número.
Pero una sola, ¡ella!, fue escogida
aun antes de nacer para mí sólo.
Cómo puede encontrar alguien su amor
y no volverse loco?

AT NIGHT
HOW many millions stars there be,
That only God hath numbered;
But this one only chosen for me
In time before her face was fled.
Shall not one mortal man alive
Hold up his head?

Los versos están tomados de Lepanto (Renacimiento, 2003, pp.62-3), y la traducción es de Enrique García-Máiquez.

El Chestertonblog, entre los proyectos de GrinUGR

Logo de GrinUGR

GrinUGR es un ‘Co-laboratorio sobre culturas digitales en ciencias sociales y humanidades’, dedicado a la investigación y el intercambio de experiencias relacionadas con la mutua implicación existente entre las humanidades y las nuevas tecnologías. Invitamos a visitar su web, pulsando en el enlace del logotipo.

Es un fantástico lugar de encuentro, multi e interdisciplinar, en el que se dan encuentro decenas proyectos, de investigadores y de centros, que, bajo los auspicios de la Universidad de Granada, tratan de encontrar nuevos caminos de colaboración entre los antiguos saberes. Por eso, en GrinUGR se recogen experiencias valiosas, capaces de hacer nuevas aportaciones a la cultura de nuestra época, y no sólo en lo referido al ámbito digital, que sería una manifestación más de la misma, sino en los modos en que la sociedad queda configurada por las nuevas de relación social.

Proyecto Chestertonblog en GrinUGR

Ya hemos mencionado varias veces la ética hacker en el Chestertonblog –que estuvo presente en la GrinWeek 2014– y lo seguiremos haciendo, porque da para mucho más. Pienso que Chesterton –que en su momento fue un apasionado de los recién nacidos aeroplanos- disfrutaría con las nuevas tecnologías de la información. Por supuesto, no sería un ingenuo admirador de las mismas por lo que tienen de progreso; al contrario, se divertiría con ellas –como lo hizo con los coches, el teléfono y otros inventos de su época- y buscaría -como siempre- la forma de utilizarlas para mejorar la sociedad. Probablemente compondría una poesía, buscando su lado más divertido, quizá algo parecido a esta balada, dedicada a lo grandioso y desconcertante, como las TIC. Se encuentra en Los países de colores  (Valdemar, 2010, pp.124-125, y ha sido traducida por Óscar Palmer:

Balada de lo grotesco

Siempre fui amigo del elefante,
nunca le he causado pena alguna;
aunque monstruoso y con el poder de desgarrar
se dejó alimentar por los dedos de Eva,
es sabio pero no pretende engañar,
es amable incluso en su carrera más desbocada;
pero aun así debo decir, con su permiso,
que tiene una forma decididamente extraña.

Era ligero como un penique que gastar,
era delgado como una flecha que clavar,
podía alzarme sobre el extremo de una caña de pescar
con compostura, pero siempre alerta;
pero el Tiempo, que vuela para robar
los soles y las lunas del año,
me ha otorgado una forma diferente,
y esa forma es decididamente extraña.

Me siento orgulloso del mundo mientras paseo,
qué colinas pudo la omnipotencia levantar,
considero el matiz azul del cielo
una considerable hazaña a lograr
pero pensando en el Cosmos, imaginando
el universo, sistema y esfera,
debo decir, con la mano en el pecho,
que su forma es decididamente extraña.

ENVOI
Príncipe, Príncipe, ¿qué es eso que veo
aparecer por encima de vuestro cuello?
Decís que es vuestro rostro, según creéis,
…su forma es decididamente extraña.

Chesterton y la ética hacker: ¿cantar en el trabajo?

Las entradas de estos días referidas a la Edad Media están relacionadas con la ética hacker, por cuanto ésta cuestiona hasta el fondo el sentido calvinista del trabajo por el trabajo o el trabajo como dinero, que nace precisamente en el siglo XVI. Por esto, hay varios fragmentos del libro de Pekka Himanen La ética del hacker relacionados con la Edad Media para los que podríamos encontrar cierto parangón en textos de Chesterton, dedicados a las tareas que realizaban y cómo las realizaban nuestros antepasados.

Richard Stallman

Richard Stallman

Uno de ellos está dedicado al placer de cantar colectivamente mientras trabajaban, mientras iban poco a poco sacando adelante sus obligaciones. Pescadores, campesinos, artesanos etc. -como todos vimos en Blancanieves y los siete enanitos– tenían cánticos entre sus tradiciones colectivas que incrementaban la satisfacción. Y Chesterton, que lo asocia al placer de estar juntos realizando las faenas, lo explica en el fantástico ensayo «Gallo que no canta», publicado en español por Renacimiento en Lepanto y otros poemas (2003), traducido espléndidamente -como siempre- por Rice y Gª Máiquez (pp.108-113)Todo esto viene también a cuento de que Pekka Himanen recoge en su libro (p.49-50) la Free Software Song, compuesta y grabada para Internet por Richard Stallman, un controvertido defensor del software libre, que veremos. Pero antes hay que explicar el sentido chestertoniano -en realidad, social- del canto en el trabajo: De repente me pregunté por qué es (si es que es así) absolutamente inaudito que algún oficio o negocio moderno tenga una poesía ritual. […] Si los segadores cantan mientras siegan, ¿por qué no deberían los auditores cantar mientras auditan y los ban­queros mientras banquean? Si hay canciones para cada una de las cosas que hay que hacer en un barco, ¿por qué no hay canciones para cada una de las cosas que hay que hacer en un banco? Mientras el tren de Dover atravesa­ba los huertos de Kent, yo intenté escribir unas cancio­nes apropiadas para los señores que se dedican al comer­cio. Así, los oficinistas de los bancos, en el trabajo de sumar las columnas, podrían comenzar con un atrona­dor coro en alabanza a la suma simple:

¡Ánimo a todos! ¡Fuera pereza! hay muchos cálculos
que realizar. Los astros gritan: —’Dos más dos, cuatro’.
Y aunque reinos y credos caigan, y aunque arruinados
lloremos, y aunque rujan los sofistas…, ¡son cuatro!

(Up my lads, and lift the ledgers, sleep and ease are o’er.
Hear the Stars of Morning shouting: ‘Two and Two are Four’.
Though the creeds and realms are reeling, though the sophists roar,
Though we weep and pawn our watches, Two and Two are Four.)

También, por supuesto, se necesitaría otra canción para tiempos de crisis financiera y coraje, una canción con unos versos más fieros y pavorosos, como un galope de caballos en la noche:

¡Alerta!
El director perdió el timón, el secretario bebe ron,
y la campana a la tripulación reclama en la cubierta
para bregar…
¡Alerta!
De nuestro barco (o entidad financiera) defenderemos los pendones
hasta que la leyenda refiera
que disparó sus cien cañones por banda…,
antes de que se hundiera…

(There’s a run upon the Bank
Stand away!
For the Manager’s a crank and the Secretary drank, and the Upper Tooting Bank
Turns to bay!
Stand close: there is a run
On the Bank.
Of our ship, our royal one, let the ringing legend run, that she fired with every gun
Ere she sank.)

¡Qué bien vienen esos versos para la crisis actual! Si los hubieran tenido en cuenta… Pero -continúa GK- por si los empleados públicos se animasen más aún que los de la empresa privada a entonar cánticos colectivamente, también para ellos compuso su canción, como ésta, para los de la oficina de Correos:

Caen cartas sobre Londres como cae la nevada;
y, como el raudo rayo, se entrega el telegrama.
Son noticias que anuncian la boda de una dama
o que una dulce anciana ha siso asesinada.

CORO (con ritmo enérgico y alegre)
O que una dulce anciana ha sido asesinada.

(O’er London our letters are shaken like snow,
Our wires o’er the world like the thunderbolts go.
The news that may marry a maiden in Sark
Or kill and old lady in Finsbury Park.

CHORUS (with a swing of joy and energy)
Or kill and old lady in Finsbury Park.)

Pero Chesterton es consciente de que sus propuestas no van a tener el éxito que desearía: Al final de mis reflexiones, no he llegado más que al mismo sentimiento subconsciente de mi amigo, el oficinista bancario: hay algo espiritualmente sofocante en nuestra vida, no exclusivamente en nuestras leyes, sino en toda nuestra vida. Los oficinistas bancarios carecen de canciones no porque sean pobres, sino porque están tristes.

Ahora es el momento de exponer los versos de Stallman, la Free Software song, una vez que comprendemos el sentido ritual de la misma, al tiempo que nos impregnamos del espíritu animoso y liberador, del empuje social que Chesterton detecta en el hecho de cantar juntos:

Únete a nosotros, comparte el software;
libérate, hacker, libérate.
Únete a nosotros, comparte el software;
libérate, hacker, libérate.
Los avaros amasan mucho dinero;
pues qué bien, hacker, pues qué bien.
Pero no ayudan a su prójimo;
y no puede ser, hacker, no puede ser.
Cuando tengamos bastante software libre
en nuestro poder, hacker, en nuestro poder,
esas necias licencias las tiraremos,
lo vas a ver, hacker, lo vas a ver.
Únete a nosotros, comparte el software;
libérate, hacker, libérate.
Únete a nosotros, comparte el software;
libérate, hacker, libérate.

Join us now and share the software
You’ll be free, hackers, you’ll be free.
Hoarders may get piles of money,
That is true, hackers, that is true.
But they cannot help their neighbors;
That’s not good, hackers, that’s not good.
When we have enough free software
At our call, hackers, at our call,
We’ll throw out those dirty licenses
Ever more, hackers, ever more.
Join us now and share the software;
You’ll be free, hackers, you’ll be free.

Estoy seguro de que estas letrillas no nos animarán a cantar mientras trabajamos, pero, además de hacernos sonreír, nos harán pensar en el sentido de nuestra tarea, individual y colectivo. Para tener la panorámica general de Chesterton, el próximo domingo publicaremos el ensayo completo, pero no me resisto a ofrecer ya las últimas líneas del texto, tan específicamente suyas: Volviendo a casa, pasé por un pequeño edificio de latón perteneciente a alguna agrupación religiosa, que estaba siendo sacudida por un griterío del mismo modo que vibra una trompeta con su propia música. Al menos allí estaban cantando; y yo tuve por un instante una idea que ya había tenido antes: que sólo encontramos lo natural en lo sobrenatural. La naturaleza humana se siente perseguida, y se ha acogido a sagrado.

Chesterton: Muerte, lucha y esperanza

El fallecimiento de una persona querida y la enfermedad de otras personas próximas me han recordado unos fragmentos de La balada del Caballo Blanco (1911), tal como los leí seleccionados en el libro de W.R. Titterton -al que sigo en su selección-, compañero y primer biógrafo de Chesterton, en su libro GK Chesterton, mi amigo (Rialp, 2011, p.154-5). La traducción es de Enrique García-Máiquez y Aurora Rice.

Como buena parte de la poesía de GK, tiene un tono épico: es la epopeya de Alfredo, rey de los anglos que ha sido vencido por los daneses, que se prepara para una nueva batalla rodeado del desánimo de su pueblo. Este poema es una mezcla de elementos paganos y cristianos, y sólo recojo un fragmento, en esta fase de recuperación, justo cuando faltan las fuerzas, los recursos escasean y la victoria parece imposible. Se le aparece María, la Madre de Dios, y Alfredo le habla así:

Las puertas del Cielo son terribles,
peor que las puertas del infierno.
No intentaré decir sus esplendores encerrados:
son demasiado buenos.

Y llega la respuesta, una especie de explicación llamada sin promesa alguna que -sin embargo- tonifica el corazón valiente:

«Apenas encajadas, sin pestillos,
están las puertas del Paraíso.
La mente más pesada de pronto puede hallarme
en un recodo de cualquier camino.

No te diré nada que te conforte,
nada que estés ahora deseando,
sólo que el cielo aún será más oscuro
y los mares más altos».

Y a través de los vendavales
fue Alfred, y entre bosques escondidos,
transido por la dicha audaz de los gigantes:
la dicha sin motivo.

El cielo se oscureció, y el mar se elevó, y Alfredo, que había visto y oído a la Madre de Dios, fue a reunir hombres cristianos. Y si se encontraba con algún señor reacio, que le preguntaba qué le ofrecía Alfredo, el rey repetía las palabras de María:

Es la palabra de María,
la palabra que el mundo está esperando:
«Te doy un consuelo, uno:
será aún el cielo más oscuro
y los mares más altos».

Y entonces, lentamente,

…se levantó el señor de las tierras del mar
y, de un clavo con grandes telarañas,
volvió a coger su poderosa espada.

El poema continúa con las canciones de los guerreros, paganas y cristianas. Pero basta con la contemplación del mar embravecido, recordando quizá las imágenes de la película de Terrence Malik El árbol de la vida, que tiene el mismo tono.

A continuación, la versión original de los mismos versos:

The gates of heaven are fearful gates,
worse than the gates of hell.
Not I to break the splendours barred
or seek to know the things they guard
which is too good to tell.

‘The gates of heaven are lightly locked,
we do not guard our gain.
The heaviest mind may suddenly come

silently and suddenly upon me in a lane.
I tell you nought for your comfort,
yes, nought for your desire,
save that the sky grows darker yet
and the sea rises higher’.
And up across windy wastes and up
went Alfred over the shaws,
shaken by the joy of giants,
the joy without a cause.

And this is the word of Mary,
the word of the world’s desire:
‘No more of comfort shall ye get
save that the sky grows darker yet
and the sea rises higher.

…arose the sea-land lord,
and from a cobwebbed nail on high
unhooked his mighty sword.