PERIODISTA: Chesterton se definía a sí mismo como un jolly journalist, aunque su actividad como escritor abarcara tantísimos campos y, sobre todo con tanta profundidad y clarividencia. Con razón Enrique García-Máiquez le llama ‘el periodista eterno’, por oposición a la fugacidad de la mayoría de los escritos de este ámbito de la cultura y la información. A la faceta más estrictamente periodística le hemos dedicado tres entradas:
- Chesterton, el periodista eterno.
- Su curriculum como periodista.
- GK, a los ojos de sus colegas periodistas.
ARTISTA, en el sentido más pleno de la palabra. Chesterton sabía que los hombres participamos del poder creador de Dios, que no nos ha dado los colores en el lienzo, sino en la paleta (Ortodoxia, cap.7) y él mismo siempre dispuesto a emplearlos. No puede decirse que fuera un artista total en el sentido acuñado por Wagner, pero desde luego, tanto el dibujo como la literatura eran aspectos que dominaba con soltura. A su vez, es preciso desglosar este perfil de artista en otros muchos: poeta, dibujante, novelista, ensayista, autor de relatos de misterio…
AUTOR DE AFORISMOS: Aunque jamás pretendió convertirse en tal, ni escribió libro alguno de máximas, sus frases son citadas continuamente. Si alguien lo duda, no tiene más que buscar su nombre –o sus siglas, GKC- en Twitter: si Chesterton no es ahí el rey, le falta poco. Hay una entrada en el Chestertonblog sobre este tema –como autor ‘sobrevenido’ de aforismos– apoyándose en un artículo de Gª-Máiquez que recomendamos, recordando que cada una de esa frases no es algo suelto, sino que están integradas en una totalidad, a través de la cual se aprehende su visión del universo y se desactiva la posibilidad de hacer decir cualquier cosa al autor de la cita: “Cada fragmento de Chesterton, por pequeño que sea, funciona como un holograma de la obra completa».
CRÍTICO CULTURAL: Su carrera literaria comenzó haciendo reseñas de libros para las revistas, y no dejó nunca de comentar los acontecimientos culturales del pasado o del presente. Chesterton salió de su crisis de juventud gracias a la literatura, particularmente a la alegría que destilaban autores como Dickens, Browning, Whitman… Por eso, habitualmente sus críticas trascienden lo literario: a Chesterton le interesaban menos la formas –aunque disfrutaba con ellas- que la parte de verdad que encontraba en la literatura. Y de hecho, una de sus mayores reincidencias se halla en el contraste entre la literatura popular –que enriquecía la vida- y la elitista –de las clases más altas, cargada de pesimismo, y que es la que ha acabado por triunfar. Es famosa su frase la literatura es un lujo, la ficción una necesidad (El acusado, p.51).
POLEMISTA: A Chesterton le encantaba discutir. Desde el principio con su hermano Cecil, incluyendo la célebre escena de estar discutiendo bajo la lluvia varias horas, hasta la famosa polémica con Bernard Shaw, recogida en ¿Estamos de acuerdo?, pasando por el juvenil Junior Debating Club –que fundó con sus compañeros de colegio en el St. Paul’s- y los debates del Club Pharos que encandilaron a su colega Titterton. En su semblanza (Chesterton, mi amigo) afirma que el mejor GK era aquel que se encendía en la conversación y discutía un argumento tras otro, siempre respetuosamente, pero de manera tan estimulante y divertida, que hacía disfrutar a los demás.
AMIGO DE SUS AMIGOS: El Chesterton polemista está intrínsecamente unido al Chesterton amigo de sus amigos. Tomo esta cita prestada de L.D. González (del comentario a la Autobiografía): «Chesterton sabía discutir o disentir con amabilidad y categoría intelectual, un rarísimo arte que, por lo que se ve, también dominaban algunos de sus antagonistas como Wells —uno de los hombres más divertidos para compartir una broma, un tipo en estado de reacción excesiva o, para emplear el nombre que más le podría fastidiar, un reaccionario permanente-, o como Shaw —un personaje que está mejor cuando se siente antagonista. Podría decir que cuando se equivoca es cuando está mejor. Podría añadir también que generalmente se equivoca. O, más bien, que todo en él es equivocado, excepto su propia persona-«.
DEFENSOR DE LA FE CRISTIANA: Pocos meses después de su muerte en 1936, Pío XI concedió a Chesterton el título de Defensor fidei, mismo título que tuvo Enrique VIII –antes del famoso incidente de su ruptura con Roma, a causa de su divorcio, naturalmente-. Puesto que no se incorporó formalmente a la Iglesia Católica hasta 1922, llegó a decirse de él que era como quien está en el atrio de una Iglesia, invitando a otros a pasar pero él mismo no se animaba a hacerlo. La cuestión es muy compleja y no se puede debatir ahora. Pero desde el principio, incluso mucho antes de Ortodoxia, GK siente que la naturaleza humana está incompleta sin la dimensión sobrenatural: como dice al final del relato ‘Gallo que no canta…’ (en Lepanto y otros poemas, párrafo 9, p.117): sólo encontramos lo natural en lo sobrenatural, por lo que su defensa del ser humano tuvo siempre una dirección clarísima hacia una sensatez y una plenitud que el mundo moderno no hace sino difuminar. Según Borges, tiene la peculiaridad de hacer su defensa de la religión alegre y divertida.
CABALLERO DEFENSOR DE LAS CAUSAS DIFÍCILES: El primero de sus libros –una recopilación de artículos que trataban del mundo y de la vida- se llama The defendant, el ‘demandado’ (por más que en España haya sido traducido como El acusado, Espuela de Plata, 2012), y que son Defensas de las causas más sorprendentes o aparentemente despreciables, o que al menos así eran vistas por la sociedad victoriana que se escribieron. Abelardo Linares, en su Contraportada a El hombre corriente, el último libro cuyas pruebas corrigió Chesterton antes de morir, insiste en que sigue siendo ese quijote que defendió las causas más aparentemente indefendibles, que sin embargo, nos hacen replantearnos el sentido de nuestra existencia. En Tipos diversos (‘Carlos II’, Cap.7, p.73), GK señala expresamente que un caballero es un hombre que sabe acatar extrañas reglas que no pueden hallarse en ningún manual de moral y que ejerce extrañas virtudes sin nombre que existen desde el principio del mundo.
ACTIVISTA SOCIAL: Estoy casi seguro de que es la palabra más adecuada. En cierto sentido, podríamos definir a Chesterton como empresario cultural, pero claramente se distingue de la convención en que nunca pretendió el beneficio económico –no quería publicidad en el GK’s Weekly para no comprometer su independencia- sino la reforma de la sociedad de la sociedad, a través de su propuesta distributista. En ese sentido está más cerca de los modernos activistas del 15 M –porque incluso sus métodos tenían mucho de asambleario, según nos cuenta Titterton, aunque siempre acababan tomando decisiones concretas- y los jóvenes antisistema. Quizá por eso Chesterton gusta a gentes de tan diversas ideologías políticas y sociales; aunque la mayoría no conoce su pensamiento político-social: criticó por igual socialismo y capitalismo, defendiendo la extensión de la pequeña propiedad, pues a los hombres se les puede hacer comprender -al contrario que a plutócratas y proletarios- por qué no debe existir la máquina si no es al servicio del hombre, por qué las cosas que nosotros mismos producimos son queridas como hijos nuestros, y por qué podemos pagar demasiado caro el lujo, con la pérdida de la libertad (Esbozo de sensatez, 07-04). Chesterton fue un hombre comprometido. La expresión ‘unidad de vida’ le va como anillo al dedo: fue un hombre sin doblez, lleno de amigos, que jamás instrumentalizó a nadie, que sólo la muerte pudo doblegar en un incansable empeño por mejorar la sociedad.
Hemos escogido el nombre de perfiles, porque si nos fijamos bien, no son sino facetas de una misma realidad: sólo teóricamente se pueden separar en lo que era sencillamente una actividad literaria incesante y magnífica.