EL IMPACTO DE DICKENS EN CHESTERTON.

  1. La Navidad y Mr. Scrooge.

 Cuando te adentras  en la lectura de la obra de G.K.Chesterton  queda clara la admiración que este autor tenía por Charles Dickens. Ya en su “Autobiografía”  comenta que en su juventud, invadido por el pesimismo que  predominaba en el ambiente, pasaba las tardes enteras  entretenido leyendo a Dickens como una manera de olvidarse de todo.

     No fue una lectura como tantas otras. Invadió su espíritu y la manera de pensar en muchos aspectos importantes de su vida y en su labor como escritor y periodista.

    Quiero ir desglosando en varias entradas al blog el gran efecto que causó  Charles Dickens  sobre Chesterton. Cuanto más me adentraba en la lectura  del autor del siglo XIX, después de haber estado tantos años leyendo a Chesterton, me daba cuenta de que eran muchos los aspectos, temas, ideas, impresiones y hasta  frases hechas, las que nuestro autor ha defendido dándole una visión nueva, particular y actual no solo para su tiempo sino para este que estamos viviendo.

      En este momento me quiero dedicar a este tiempo de Navidad. Un tiempo  del  cual Chesterton ha escrito numerosos ensayos recogidos  en “El espíritu de la Navidad”, y siempre en la línea de Dickens. Por otra parte, de igual manera que ha  hecho críticas de casi todas sus obras, ha prologado varias veces sus cuentos de Navidad y en especial “Canción de Navidad”.

       Me parece muy interesante, por lo que supone para Chesterton el tiempo de Navidad y como lo trata en muchos de sus ensayos, la obra,  poco conocida de Dickens “La Navidad cuando dejamos de ser niños”. Hace un recorrido desde lo que supone este tiempo mágico cuando somos niños  donde se aúnan “diversiones hogareñas, afectos y sueños”, pasando por los tiempos en los que se pierde a un ser querido que de ninguna manera   queda fuera de la celebración de la Navidad,  porque para él nada, ni nadie quedaba fuera de esta fiesta:  “El día de Navidad no alejemos nada del calor de nuestra lumbre. Nada…Traeremos a nuestro  lado a las personas que quisimos”.  En este sentido Chesterton habla de que ”la Navidad es una pervivencia del pasado” y  en otro ensayo sobre la Navidad defiende esa fantástica idea suya de que  “la tradición es la democracia de los muertos”.  Por otro lado recuerda Dickens la felicidad de incluir personas nuevas en nuestra vida  que se unen también a celebrar este maravilloso tiempo, y acaba aconsejando: “A medida que envejecemos ¡agradezcamos que el círculo de nuestros recuerdos navideños y las lecciones que estos imparten se expanda!  Demos la bienvenida a todos, e invitémoslos a sentarse junto  al  fuego navideño”. 

          Quiero mencionar principalmente dos de sus prólogos dedicados  a dos nuevas ediciones que se hicieron en su época “Dickens como Santa Claus” que introduce “A Christmas Carol and other tales”, por Charles Dickens. The Waverley Book Company, Ltd., 1913. Y “Cántico de Navidad , de Dickens” del libro “A Christmas Carol”, por Charles Dickens, Cecil Palmer, 1922. Los dos son espectaculares, especialmente en su manera de realzar la figura de Dickens como un escritor para todos los tiempos y por la importancia que tuvo históricamente de  inflamar esa llama que se apagaba, la Celebración de la Navidad, en el hogar, la familia, la alegría de celebrar lo cotidiano, 

    En este momento, por no extenderme, publico el  prologo que presenta la edición de “Cántico de Navidad”,  más conocido como Cuento de Navidad.

      “CANTICO DE NAVIDAD”, DE DICKENS

      La popular paradoja de “Un cántico de Navidad” está muy bien simbolizada en su título. Todos han oído canciones de Navidad  y todos han oído hablar de la Navidad. Pero estas cosas son populares porque son tradicionales; y muchas veces la tradición ha necesitado ser defendida, como la ha defendido Dickens en esta obra. Si el movimiento puritano del siglo XVII o el movimiento utilitario del siglo XIX hubieran sido coronados por el éxito, estas  tradiciones se habrían convertido en simples minucias de un pasado ya sin interés, un pasado histórico y hasta arqueológico. El término mismo “Navidad” parecería algo así como el de la “Candelaria”. Quizás la palabra canto sería casi como villancico. En este sentido, un canto de Navidad  no sería sino un género histórico de poema, y Navidad una clase de festividad. Parece extraño que Dickens sea el paladín de una tradición tan poética y tan histórica. Nunca compuso versos y no conocía la historia. El libro de historia que escribió y que estaba destinado a los niños, tiene tanto de historia como tiene de poesía la alegre canción que entonaba Sam Weller, y que comienza así: “El audaz Turpin vence”. Dickens salvó la Navidad, no por lo que tiene de histórica sino por lo que tiene de humana; pero su propia aventura sirve para mostrar cuántas cosas igualmente humanas han pasado a ser consideradas  como históricas solamente.

      Dickens llegó a tiempo y salvó una institución popular  mientras todavía conservaba popularidad. Habrá siempre cien estetas prontos a hacer revivir las cosas en cuanto han dejado de ser populares. Los intelectuales modernos muestran gran anhelo en dar nueva vida a las antiguas costumbres una vez que estas han desaparecido; especialmente cuando ellos las han hecho desaparecer. Las clases educadas  desechan un día lo que consideran errores vulgares, y luego tratan de recordarlos llamándolos “excentricidades cultas”. Los intelectuales del siglo XX claman por las canciones folklóricas y las danzas populares  que los intelectuales del siglo XIX consideraban supersticiones, y los del siglo XVII, pecados. Quizá sea exagerado decir que la inteligencia avanzada se equivoca siempre; pero por lo menos, se puede asegurar que siempre llega tarde.

      Dickens no llegó demasiado tarde. Precisamente porque era hombre del pueblo, pudo perpetuar el prestigio que tenia entre el pueblo una costumbre que apenas comenzaba a perderse. Si se hubiera presentado veinte años más tarde, cuando el nuevo puritanismo de la era industrial se había impuesto, ya las festividades de Navidad habrían parecido refinadas solamente por ser escasas. Los críticos hablarían de las exquisitas proporciones de un plum-pudding como de las de un vaso etrusco; y las personas cultas colgarían medias de las perillas de sus cama con tanta seriedad como colocarían cortinados Morris en sus habitaciones. Pero, habiendo llegado en el momento en que llegó, Dickens pudo ocuparse de una tradición viviente y no de un arte perdido. Pudo evitar  que muriera, sin tener que procurar levantarla de entre los muertos.

       En esta obra de Dickens es mayor la importancia histórica y moral que la literaria. A este respecto se asemeja a otra de sus obras que, mirada superficialmente, parece ser opuesta a la que estamos analizando. “Un Canto de Navidad” es tal vez el más simpático e imaginativo de todos los cuentos; “Hard Times” (Tiempos Difíciles) es el más triste y realista, pero en ambos casos, la belleza moral es superior a la belleza artística; en el estudio de ambas obras destaca la superioridad del hombre sobre el escritor. Y aunque en  una libra la primera escaramuza en defensa de una antigua tradición, y en la otra la reñida batalla final contra las nuevas teorías, el autor lucha en ambas por la misma causa. Ataca a un avaro antiguo Scrooge y a un avaro moderno Grandgrind; pero si es verdad que el avaro moderno tiene la avaricia antigua, también es verdad que el antiguo avaro emplea los argumentos nuevos: Scrooge es individualista y utilitario, es decir, que es tan avaro en la teoría como en la práctica. Repite todos los sofismas con los cuales la era de la máquina ha tratado de convertir la virtud de la caridad en un vicio.         Esta sería  una manera insuficiente de expresar  sus ideas. No solamente es Scrooge tan moderno como Grandgrind, sino que lo es más aún. Pertenece a los duros tiempos del siglo XVIII, a los tiempos aún más difíciles del comienzo del siglo XX y a los perores que vivimos actualmente. Muchos sociólogos amables dirán, como dijo él:”Que se mueran y disminuya el exceso de población”. La solución moderna, aún mejor, es que se mueran antes de haber nacido.

     Es de notarse que Dickens da la justa respuesta con una precisión y oportunidad digna de un polemista de de más edad y mayor sutileza, la respuesta que puede darse a quien hable del exceso de población es preguntarle  a su vez si no es él el excedente, y si no lo es ¿cómo lo  sabe?  Es la respuesta que da Scrooge al Espíritu de Navidad; en esas palabras hay algo más que simple ironía. Entre otras, incluye esta picante verdad: que Scrooge es exactamente  de la clase de hombres que hablaría de los “pobres superfluos” como de algo distante y vago; y también Scrooge es la clase de hombre a quien otros considerarían lo bastante vago e insignificante como para ser superfluo. Hay un sarcasmo aún más intencionado en el retrato de ese hombrecillo ruin y raido que está convencido de que hay escoria humana que debe ser barrida y quemada; y es ese mismo avaro de aspecto tan mezquino y sórdido el que ordenaría una matanza de pobres. Esto es exacto aun tratándose de la vida más moderna, cuando vemos que todos los deficientes mentales de las clases acomodadas son estimulados, como por humorada, a dar conferencias sobre la deficiencia mental  de la gente pobre.  Todos  hemos conocido profesores de aspecto raquítico y de asombrosa fealdad, predicando que todos los que no sean fuertes y hermosos deben ser eliminados sin dolor, en beneficio de la raza. Hemos conocido a los más sedentarios humanistas probando, sobre el papel, que no deben sobrevivir sino los vencedores en las guerras de agresión y en la lucha física por la vida; hemos oído a ricos ociosos explicar porqué a los pobres ociosos se les deja morir de hambre. En todo esto sobrevive el espíritu de Scrooge; especialmente en esa ironía central de su falta de percepción: no ve que el argumento es aplicable a su propio caso.

    Pero debemos hacer justicia a Scrooge y admitir que, en algunos aspectos, su filosofía pagana ha ido más lejos de lo que él se proponía .Si Scrooge era individualista, tenía algo de lo bueno y de lo malo que hay en el individualismo. Por lo menos creía en la libertad negativa de los Utilitaristas. Estaba dispuesto a vivir y dejar vivir, aunque su nivel de vida inducía más bien a morir y dejar morir. El consumía una sopa de harina mientras su sobrino bebía ponche; pero no se le ocurría que podía prohibir de modo terminante a un hombre como su sobrino que bebiera ponche, u obligarle a que consumiera sopa de harina. En esto estaba muy lejos de nuestros actuales reformadores sociales. Si se negaba a suscribirse para dar a los pobres una comida de Navidad, al menos no se suscribía, como los reformadores, para quitarles la cena de Navidad que ya tenían. No participa en la ruin acción de suprimir en los asilos la cerveza de Navidad que había sido obsequiada  por cristianos caritativos. Sin duda, Scrooge habría calificado de locura esa dádiva, pero hubiera considerado que su supresión era un robo. No habría considerado que era natural seguir hasta  su casa al pobre Bob Cratchit, espiarlo, quitarle el pavo y el ponche y secuestrar a su hijito inválido para encerrarlo en la prisión destinada a los deficientes. Para hacer estas enormidades, Scrooge hubiera necesitado pertenecer a una época más progresista  que aquella en que fue escrito el Cantico de Navidad. Estas acciones estaban muy lejos de las actividades del pobre Scrooge, cuya figura brilla, por comparación, con cierto humorismo y algo de muy humano”.

      Por mi parte, me vais a permitir unas cuantas palabras porque me parece tan actual, tan adecuado en estos momentos el espíritu de Scrooge, como un personaje que se paseara por todos los tiempos expresando esa idea utilitarista  del ser humano. Para Chesterton “En esta noche, Scrooge es un fantástico y anticuado avaro semejante a Dancer; tipo que ha existido en todas las épocas, pero que se manifestó más abiertamente, tal vez, en tiempos más rudos y de mayor sencillez. Las opiniones de Scrooge no eran solamente las de los viejos, sino que eran compartidas por muchos jóvenes”. 

     Como leemos en este prólogo acerca de Scrooge,  hay siempre  personas que piensan que hay escoria humana que debe ser barrida y quemada. Lo justificamos de cualquier forma  y lo llamamos de mil maneras, para que no suene tal cual es: ”la muerte de los inocentes”. Se escandalizan aquellos a los que les expones la idea de que hay extendida una mentalidad nazi en muchas de las ideologías imperantes, las cuales participan en la deshumanización de la Humanidad. Como dice Chesterton en su ensayo “Hay que  erradicar la Navidad”: ”La Navidad no encaja en absoluto con el mundo moderno…Se encarga del nacimiento más gozoso y es el principal enemigo de la eugenesia; lleva consigo una tradición de virginidad voluntaria, pero no contiene consejos útiles para la esterilización obligatoria…Es un desafío a lo canallesco, porque nos trae a la mente un mundo más amable de cortesía, y unas costumbres que asumían una especie de dignidad en las relaciones humanas. Es un enigma para los pedantes cuyo odio gélido los enreda en una contradicción continua”

     La importancia moral que Chesterton observa en esta obra “Cántico de Navidad”  se percibe especialmente en este personaje, Scrooge, en el camino de vuelta que se produce en su interior. Cuántas veces estamos imbuidos por ese espíritu de Scrooge, frio, utilitario, muy lejano del espíritu de la Navidad. Descarriados en una soledad sin caminos y ocultos en una cueva oscura, en tinieblas. El nacimiento de Jesús, justo en esta cueva hace posible la luz, la posibilidad de cambio en nuestra vida como le ocurrió a Scrooge, y el experimentar esa idea chestertoniana de que “los extremos se tocan”, el cielo y la tierra se unen en la cueva donde al nacer Jesús toda ella queda iluminada.

Una respuesta a “EL IMPACTO DE DICKENS EN CHESTERTON.

  1. Te felicito Paloma, me gusta mucho lo que escribes. Me parece muy buena esta entrada en el blog , y espero que tengas más. Unas reflexiones muy interesantes. Gracias por tu aportación. y Feliz Navidad

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