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Algo más sobre ‘El Napoleón de Notting Hill’

Tras varios días de temas subidos, volvemos a la novela El Napoleón de Notting Hill (publicada en España por Pretextos en 2004) al que hemos hecho referencia en varias entradas.

Hemos encontrado en Internet quien la considera desde la perspectiva de  una novela de ciencia ficción (aunque peculiar, ciertamente); el comentario de Dale Ahlquist (en inglés, naturalmente), y una reseña en Lecturas errantes, un estupendo blog literario, que recogemos para animar a seguir con su difusión. Pero hemos seleccionado nuestra favorita y la recogemos a continuación: el texto que Luis Daniel González recoge su blog Bienvenidos a la fiesta, sobre  Se explica el argumento y se complementan nuestras reflexiones:

El Napoleon de Notting Hill

Fanáticos y Satíricos

«El Napoleón de Notting Hillnovela escrita en 1904, fue la primera de Chesterton y, en su opinión, su primer libro importante. Básicamente, la historia cuenta cómo, en el año 1984, los residentes de un barrio londinense se levantan en armas y se declaran independientes de Inglaterra. Situar la novela en el futuro no indica que Chesterton quisiese componer una novela de ciencia-ficción sino, sencillamente, que necesitaba un escenario posible para su argumento: una época en la que los más preparados no quieren la responsabilidad de gobernar y en la que la gente mira al gobierno con resentimiento e indiferencia; un ambiente surrealista donde los personajes parecieran reales pero en el que todo se desdibujara y no se hiciera odiosa la presentación de una guerra civil.
Los hechos suceden cuando es nombrado rey un tal Auberon Quin, que lo toma todo como una broma y extiende tal actitud a su reinado. Quin reinstala toda una parafernalia medieval: hace que cada barrio tenga sus propios colores, pide que todo se haga de un modo muy ceremonioso… Los comerciantes se dejan llevar mientras las locuras del rey no afecten a sus intereses y puedan sacar provecho a sus ideas de patriotismo local. Pero Adam Wayne, cabecilla de Notting Hill, se toma en serio la defensa de su barrio y manifiesta su desacuerdo total cuando los demás quieren construir una calle que lo atraviese. Su espada deja entonces de ser un elemento decorativo y forma un ejército con los residentes del barrio, para lo cual encuentra un ayudante imprevisto en un comerciante de juguetes. Tienen lugar algunas batallas en las que, contra toda previsión, vencen Adam Wayne y los suyos. En el clímax de una batalla, el rey, que no se toma nada en serio, se une a las fuerzas de Wayne, que sí lo toma todo en serio. Al final, Auberon Quin y Adam Wayne se acaban dando cuenta de que, cuando llegan días oscuros y monótonos, el fanático puro y el satírico puro se vuelven imprescindibles: no son sino «los dos lóbulos del cerebro de un labrador».
Una línea interpretativa la proporciona el tipo extraño que aparece fugazmente al principio y que se presenta como el presidente de Nicaragua, un personaje que se declara solemnemente contrario al imperialismo cultural o económico de las naciones grandes, la misma idea que fundamenta la revolución interna que tendrá lugar luego: ‘Si un lugar es lo suficientemente grande como para que los ricos lo codicien, también es lo suficientemente grande como para los pobres lo defiendan’, una frase que aclara por qué Michael Collins hizo de esta novela su libro favorito. Otra línea es la que subrayaba Ronald Knox: cuando el mundo va mal aparecen los cínicos y los fanáticos, pero el hombre normal que vive en ese mundo es una mezcla de ambos y Chesterton quiere hablar del hombre común con salud mental que sabe cómo reír y cómo amar; explicar que no se puede reír sin amar y que no se puede amar sin reír. El desenlace resulta confuso para quien espera que uno de los dos personajes principales tenga razón absolutamente pero no lo es si se ven como necesariamente complementarias las posturas que ambos representan.»

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A la reconquista de Notting Hill

Hijos cuarentones, y ya nostálgicos. A dos cuartos del despacho suena Depeche Mode. Su canción Enjoy the silence parece preludiar la irrupción en escena de algún héroe de antaño. La relectura de la novela termina. Cierro los ojos un instante. El imperio de Notting Hill ha sido derrotado.

He conocido este lugar de Londres. Más por las lecturas chestertonianas que por mis paseos por aquellos andurriales. Caminados sin prisa. Memorizada la narrativa del escritor londinense. Así, con estas premisas, que por tales, son previas, me he acercado a una de las joyas de la narrativa anglosajona: la fantástica novela fantástica El Napoleón de Notting Hill.

Como corresponde a nuestro escritor, inglés de pro, y a su tradición literaria, gran manipulador de la  ficción, o sea, del corazón de la narrativa, se apresta a partir de la más descabellada historia imposible, para dejarnos en las puertas de la realidad… y de la verdad.

En el texto que nos ocupa se crea un mundo fabuloso, incluso fantasmagórico y de luces apagadas; de situaciones límite capaces de arrimarnos a las orillas del paroxismo; de paraísos hollados por tarados hombres desalmados y violadores de la leyes de la naturaleza. Las fantasías dan paso a la realidad de la confrontación, en una mezcla, a veces, histriónica de tragedia y absurdo.

La historia que se nos cuenta, no es más que una broma tomada en serio por un adalid de la ilusión fanatizado: Notting Hill será si se independiza. Notting Hill debe conservar las tradiciones y los espacios patrios. Notting Hill debe mantener la amable vida del pasado. A lo largo de la historia, Notting Hill triunfará sobre sus enemigos, porque posee el arma de la fe. Notting Hill se constituye en Imperio y prospera. Pero, obra humana al fin, se pudre y es derrotada Notting Hill.

Finalizada la música del reciente pasado: Depeche Mode y su tropa. Cerradas las puertas de Notting Hill, ¿qué nos queda?. Me aventuro a estimar que este camaleónico novelista, de modo aparentemente confuso, entre escenarios de tramoya, más o menos trasnochada, con personajes al borde de un ataque surrealista, como sacados de la tertulia del Café Pombo, cruzando la verdad con la mentira o fantasía, nos inquieta con una serie de preguntas:

¿La realidad enloquece a los hombres?
¿Algunos o muchos hombres de negocios son unos fanáticos?
¿Es la libertad de expresión un bien innegociable?
¿Son pacíficos los hombres de negocios?
¿Es una superstición la democracia?
¿Es conveniente y necesario fomentar el patriotismo municipal?
¿Qué es la paz maligna?
¿La nueva religión de la Humanidad es el humor?

Entretanto el humor de Auberon Quim y el ardor de Adam Wayne se pierden en la lejana línea del horizonte. Marchan juntos hacia nuevos mundos, hacia un NUEVO MUNDO.

…por Notting Hill

Fumo un cigarrillo Malboro, me sabe a un antiguo CravenA. Camino por Portobello Road, y escudriño en sus comercios. Rastreo en las librerías olvidados títulos de libros. Me aniño viendo viejos vinilos de música de los sesenta. Callejeando, disfrutamos el actual Candem Lock Market, situado en una dirección mágica, Candem Town, el domicilio de Chesterton. Saboreamos nuestra estancia en Notting Hill.

Me adentro en un pub, que aquí en la distancia podríamos considerar ‘chiringuito de invierno’. Pido una cerveza y, súbitamente, se me sitúa enfrente, casi acorralándome, un estrafalario personaje con visos de héroe y de barbián altomedieval. No hablo inglés, y él a su altura psicodélica creo que ni finés sabe.  El caso es que entendemos que lo voy a invitar a una cerveza.

El Reino Unido hace milagros. Dos seres con distintos códigos lingüísticos nos comprendemos. A través de aquel paisano, en aquel barrio, en un Londres tan similarmente diferente, se me hizo presente en él a un extraño Napoleón. Las escenas, sus tiempos, los personajes, todo iba y venía de una a otra época en un guirigay histórico enervante. Así que decidí, ayudado de aquel Napoleón de Notting Hill, poner orden en las cosas y en los ambientes. Para ello nos fuimos en busca de Chesterton -gran hacedor de ‘almas’ y estancias- para que nos mostrara los aromas de aquel urbano paisaje. Y más allá, otro día, analizar la rebeldía del paisanaje autóctono.

No obstante, para mí -burdo lector- no hay explicación y comparar épocas, a pesar de todo, se me hace imposible. Tras dejar a mi amigo durmiendo a pierna suelta. Razoné, no sin algo de sabiduría, y llegué a concluir que para tomar decisiones, lo más conveniente es sentarse en un grato banco de esos gratos jardines que por doquier siembran los ingleses. ¿Para qué? Para ver transitar a la gente, a las gentes del parque. Y la calle con su cátedra me llevó a preguntarme ¿Cómo comenzó GK Chesterton su Napoleón? ¿Cuándo comienza una novela? ¿Qué función tiene el comienzo en una novela?… No sé cuántas cuestiones, interrogaciones y preguntas me hice.

Leía y miraba al barrio. La raza humana, a la que tantos de mis… Imaginé a nuestro autor, ‘escritureando’ en un pub, a la vera de una cerveza como bebedor no inane. Imaginé un despacho desordenado, acopiando biografías, recopilando escenas, ideando paradojas en voltereta, y todo desordenado. Estos pensamientos  afirmaban  mi suposición. Es autor de ‘sobresalto’, acertado mezclador de lo imprevisible y lo no esperado. Comenzaron a venirme nombres a la cabeza -Hitchkoc, Billy Wilder… incluso, nuestro Mihura, y hasta a su adversario Shaw… Pero dejemos el asunto, que no es su tiempo.

¿Podemos asumir, con nuestro Azorín, que una novela es poner una palabra detrás de otra? ¿Cuándo da el lector por empezada una novela? Pues cuando empieza, Perogrullo dixit. Sin darle la razón a Perogrullo, se admite en la crítica que la primera frase abre la historia. Hay muchas maneras de iniciar una novela, pero a ciencia cierta no hay un modo idóneo, académico o clásico de hacerlo. Por consiguiente, a fortiori, parece que esa frase debe ser sugerente, atrayente y arrebatadora. Ese nacimiento debe raptar el interés del autor- escritor y del autor-lector.

…y en estas, abrí El Napoleón de Notting Hill, y me encontré esta joya: La raza humana, a la que tantos de mis lectores pertenecen, se ha dedicado a juegos infantiles desde el principio, y es probable que siga haciéndolo hasta el fin, lo cual es un fastidio para las pocas personas que alcanzan la madurez.
(…)
Los jugadores escuchan con atención y respeto todo cuanto predicen los hombres inteligentes para la próxima generación. Después esperan a que todos los hombres inteligentes se hayan muerto y los entierren como es debido. Y entonces van y hacen otra cosa. Esto es todo. Sin embargo, para una raza de gustos sencillos es una gran diversión.