Chesterton: El lugar común como elemento de distorsión

Chesterton, nuevo Quijote, es un ‘desfacedor de entuertos’, aunque sean  lingüísticos y conduzcan a la estupidez. Son entuertos producidos por la mala intención semántica de los líderes de este mundo. Y, por ello, cuando a nuestro autor se le pone a tiro un lugar común, vestido de frase interesante al oído y el bolsillo del  individuo o clase que la utilizan, G.K.C. dispara. Destroza la frase insulsa, en pura semántica,  con la sonrisa en los labios, con razón, lentamente, casi con quietud vehemente. Es el momento en que nos sorprende, nos convence y nos deja la paz. En el capítulo XII del Esbozo de sensatez, titulado ‘La rueda del destino’, encontramos algunas frases que destacamos:
Ha llegado para quedarse.
No podemos vivir sin máquinas.
El fin comercial del trabajo de las máquinas.

Cadillac

Cadillac. Foto: Gdefon

Ha llegado para quedarse es frase estúpida muy usada por algunos o muchos progresistas ‘a la violeta’. En cuanto que el progresista, todos lo días, de forma reaccionaria, adquiere la última novedad o alcanza su inteligencia, se encuentra en ‘la cumbre de toda buena fortuna’. ¡Espíritu snob! Se hace de lo nuevo impensadamente, aunque por su perversidad, a veces, no tenga sentido el quedarse. A más de sustituir los gustos por otros, a veces también, cuando menos dudosos.

Victoria de Samotracia. Museo del Louvre

Victoria de Samotracia. Museo del Louvre

Con juegos juegos de palabras no se juega con Chesterton. Porque acepta el envite y gana. Le sirve el análisis pragmático de la frase ‘La torre Eiffel ha llegado para quedarse’ para que G.K.C. ‘se  quede’ con el lector: con su estilo paródico desarma la maquinaria publicitaria de la frase, que tiene por objeto avalar lo novedoso, con desprecio de lo tradicional. Hagamos un inciso, para preguntarnos –a contrariis- y reflexionar sobre el aserto planteado por Marinetti (1876-1944, fundador del movimiento futurista): “Es más bello un cadillac que la Victoria de Samotracia”. Creo que no cabe discusión alguna con aquellos a los que los dos elementos de la comparación les gusta MÁS. Fin del inciso.

Es cierto que en el mundo en que vivimos, estamos -más que menos- supeditados a las máquinas. Pero llegar a afirmar que No podemos vivir sin las máquinas, como dicen los jóvenes y desde el punto de vista antropológico, es una ‘pasada’. A dicha frase, con Chesterton, podemos contraponer todas aquellas que pueden derivar de la obligación que tiene el hombre de ser feliz. Dice Chesterton: La humanidad tiene derecho a renegar de la máquina y vivir de la tierra si en realidad le agrada más, como en realidad cualquiera tiene derecho a vender su bicicleta y marchar a pie si le agrada más. Aún así, su sentido de la realidad -algo reñido con el concepto al uso de utopía- al afirmar que La felicidad, en cierto sentido, es un maestro duro, nos aconseja que no nos compliquemos la vida con demasiadas cosas, a veces mucho más atrayentes que las máquinas.

Y como no, la frase eufemística: El fin comercial del trabajo de las máquinas, para obviar hablar de los rendimientos y ganancias y plusvalías, etc. Rendimientos mensurables pecuniariamente y que no comparten ni reparten los propietarios de aquellas. Pues, en caso contrario se anularía esa diosecilla muy venerada por muchos propietarios: la concentración.

En fin, convenzámonos tras estas ‘logomaquias’ de que nuestro hablar sea sí,sí; no, no. Y en ese momento, se habrá evitado el regodeo insano del tabú, y nos habremos alejado de los melindres y el almibaramiento pueril del merodeo, del rodeo que no ataja la realidad o, lo que es peor, la verdad.

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