
En el texto de hoy, Chesterton menciona lo que entonces era un lujo… y hoy está superado. Imagen: Jabonerassa.
Recogíamos en la última entrada –Actitudes mentales y ley del aborto– cómo Chesterton critica las anomalías de la vida social. He encontrado un texto relacionado, un fragmento del libro sobre Santo Tomás –que acabamos de publicar entero en pdf, en el que insiste en la necesidad –como es habitual en él- de llegar al fondo de la cuestión.
Se conoce a Chesterton como el maestro de la paradoja. El ambiente literario de su tiempo estaba marcado por autores que dominaban esta figura retórica, –caracterizado por la búsqueda de la originalidad formal y el esteticismo-, de manera que ésta fue cultivada por escritores de la talla de Óscar Wilde (1854-1900) y G. Bernard Shaw (1856-1938). A nuestro autor de gustaba sobre todo porque hace pensar. En el Chestertonblog hemos dedicado varias entradas al tema (-si vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo mal; la tendencia de los hombres a minusvalorar su felicidad; desear la vida como el agua y apurar la muerte como el vino…). En éste último caso, Chesterton distingue entre paradojas de vida y paradojas de muerte. Vamos con el análisis de GK:
Para bien o para mal, Europa –desde la Reforma, y particularmente Inglaterra- viene siendo en un sentido peculiar la casa de la paradoja: lo digo en el sentido peculiar de que la paradoja ha estado en su casa, y la gente en su casa con ella. El ejemplo más conocido es el de que los ingleses presuman de ser prácticos porque no son lógicos. A un griego antiguo o un chino eso le parecería exactamente igual que decir que los contables londinenses son unos fenómenos a la hora de cuadrar sus libros porque no hacen bien las cuentas.
Pero no sólo es esta paradoja, sino que el cultivo de la paradoja se ha hecho ortodoxia, y los hombres descansan en una paradoja con la misma placidez que en una perogrullada. No es que el hombre práctico se ponga cabeza abajo, lo que puede ser a veces una gimnasia estimulante aunque insólita; es que descansa cabeza abajo, y hasta duerme cabeza abajo. Es un punto importante, porque la utilidad de la paradoja está en despertar la mente.
Tomemos una buena paradoja, como aquella de Oliver Wendell Holmes: “Dadnos los lujos de la vida y prescindiremos de las cosas necesarias”. Hace gracia y por tanto impresiona: tiene un punto atractivo de desafío, contiene una verdad real, aunque romántica. Parte de la gracia es que se formula como una contradicción en los términos.
Pero la mayoría de la gente estará de acuerdo en que sería considerablemente peligroso fundamentar todo el sistema social en la idea de que las cosas necesarias no son necesarias, lo mismo que algunos han fundamentado toda la Constitución británica en la idea de que la falta de sentido siempre acabará desembocando en sentido común. E incluso en esto se podría decir que ha cundido el ejemplo, y que el moderno sistema industrial realmente dice: “Dadnos lujos como el jabón de brea, y prescindiremos de cosas necesarias como el trigo” (Santo Tomás de Aquino, 6-1).
El mundo de hoy late según este diagnóstico: podríamos decir “dadnos jamón de pata negra o el último modelo de celular, que lo demás no importa. Dadnos diversión, que bastante amargura tiene la vida. La verdad es menos importante”. Con este planteamiento, no es extraño que Chesterton considere nuestra tendencia a empequeñecer nuestra felicidad.
Gracia y desafío para alcanzar una verdad real pero romántica. Algo liviano que, como un chiste, despierta en nosotros la grandeza oculta. Eso es la paradoja. Mejor no se puede decir. Gracias, Chesterton.
Ciertamente, para el hombre «moderno» y progre lo de menos es la verdad, en tanto en cuanto sobre todo todos tenemos nuestra verdad. Y junto a esto, la verdad es tener, y no ser.
Muy interesante post. Destaco el estudio que hace Chesterton sobre la paradoja de Oliver Wendell Holmes: “Dadnos los lujos de la vida y prescindiremos de las cosas necesarias”. Realmente concluyente.
Gracias por compartir. Un abrazo, Aquileana 😀
En esta categoría entran muchas más tendencias que tienden ocultar lo principal con la decoración con el detalle. Demasiados eslóganes y frases hechas y pocos estudios que seriamente se propongan la Verdad y no las verdades interesadas. Demasiada fácil diversión que potencia una negra y oscura inmoralidad que cubre el esplendor del valor de la persona. Demasiado ruido, opiniones de todo gusto, caos que casi paraliza la mente humana en su intento de captar la verdad de forma clara, limpia. Si a todo esto le añades un ansia loca de tener más cosas, el fracaso de la búsqueda de las verdades y de las felicidades de cada día es garantizado.
Muy buen comentario: efectivamente, así se ha organizado el mundo de hoy: la publicidad ofrece la felicidad inmediata en esos lujos que ofrecen el cielo y no dan más de sí. Hay que saber encontrar la felicidad, lo trascendente, en las cosas cotidianas, como hace GK en la entrada sobre el joven Chesterton, la gratitud y el vitalismo.
Gracias por tu comentario. Últimamente estoy enfermo y no puedo atender el blog como me gustaría, ni visitar los de mis amigos. Me gustaría estar pronto recuperado y volver a la normalidad. Saludos muy cordiales y gracias por tu comentario!
Que te mejores pronto y nos leemos a la brevedad!.
Abrazo, Aquileana 😀
Espero que mejores pronto. Muy cierta la reflexión y los comentarios. Leía ayer un artículo sobre la pobreza en los Estados Unidos que comentaba que las cifras no reflejan la realidad y que los que se consideran pobres allí comen el 100% más al día de lo necesario para vivir, ahora sí, igual no tienen dinero para pagar la cuenta del móvil o la televisión por cable. La gente ha perdido el sentido de lo que es realmente necesario…En cuanto a los ingleses y las paradojas, no me lo había planteado así, pero tiene toda la razón. Llevo años viviendo allí y sí…
Te agradezco los datos que proporcionas, porque efectivamente corroboran la tesis de Chesterton. Y mejor aún de alguien que conoce el mundo anglosajón de primera mano. Muchas gracias por tu aportación, de verdad.
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