Chesterton: Cristianismo y socialismo 4/5. La propia actividad o implicación personal

La entrada de hoy plantea la segunda diferencia entre entre las virtudes del cristianismo y el socialismo, tras la primera –la humildad-. En cierto modo, es una glosa de la crítica general al socialismo: el socialista espera el advenimiento de la utopía a través del Estado y en esa utópica espera, ya se vislumbra el pesimismo; el cristiano -por el contrario- lucha para cambiarse a sí mismo. Pero Chesterton lo dice mejor:

Con respecto al segundo mérito [del cristianismo], el de la actividad, poca duda cabe acerca de dónde se encuentra, entre el diseñador de utopías y el converso de la hermandad. El socialista moderno es un visionario, pero en esto se halla en el mismo terreno que la mitad de los grandes hombres del mundo y –hasta cierto punto- que el mismo cristiano primitivo, que se lanzaba hacia un ideal personal muy difícil de sostener.
El visionario, cuyos anhelos tienden a un ideal prácticamente imposible, no es inútil ni dañino, sino a menudo lo contrario. La persona a menudo inútil y siempre dañina es el visionario que sueña sabiendo o medio sabiendo que su ideal es imposible. El cristiano primitivo acaso se equivoca al creer que –entrando en la hermandad- en pocos años los hombres podían llegar a ser perfectos como lo era su Padre celestial, pero lo creía y obraba clara e indómitamente según su creencia: éste es el tipo del visionario superior.
Pero los insidiosos peligros de la visión –la ociosidad, la demora, el puro esteticismo mental- se presentan cuando uno se complace en la visión, como ocurre con nuestras concepciones socialistas, como si fuese un simple capricho o cuento de hadas, con la conciencia –confesada a medias- de que está fuera del alcance de la política práctica y no hay que preocuparse por su inmediato cumplimiento.
El visionario que cree en su propia frenética visión es siempre noble y útil; el visionario que no cree en su visión es el soñador, el ocioso, el utopista. Ésta es, pues, la segunda virtud moral de la escuela más vieja: una inmensa y directa sinceridad de acción, un limpiar de uno mismo –por los sudores del duro trabajo- todos esos sutiles y peligrosos instintos de la mera ética construcción de castillos en el aire que se han tejido -como ensalmos de un hada- alrededor de tantos hombres fuertes de nuestra propia época.

El próximo día concluiremos con la última diferencia chestertoniana entre cristianos y socialistas: la alegría.

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5 Respuestas a “Chesterton: Cristianismo y socialismo 4/5. La propia actividad o implicación personal

  1. Edita primera frase: entre entre

  2. Antonio Lebeo

    me alegra que hayas extendido el post….esperamos la conclusión.

  3. Te agradezco el texto de GkC que nos ofreces hoy, pleno del realismo cierto de las visiones que provienen de la fe y del quehacer. Al fin, ora et labora.

  4. Muy cierto. Ésa también es la propuesta del Humanismo Cívico de Alejandro Llano. Además quisiera decir que Chesterton no solamente ha escrito mucho sino también vivido mucho, y ha vivido de la forma más alta, de lo mejor que había en él. Es decir, no solo vivió como un gran escritor, que ya es decir mucho, sino también, y más aún, como escribía en «lo que está mal en el mundo», como un hijo de Dios. De hecho, el siervo de Dios Chesterton nos enseña no solo a ser verdaderos hombres, sino verdaderos cristianos.

  5. Pingback: G. K. Chesterton: reflexiones sobre un socialismo cristiano – LA CONTROVERSIA

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