Chesterton, el hombre corriente

Comienza Chesterton el libro de ensayos “El hombre corriente” con un alegato contra la progresía regresiva de todos los tiempos, desde el momento en que el hombre a sí mismo empezó a denominarse, con impostura manifiesta y maniquea, progresista.

  Chesterton nos cuenta en este primer ensayo, El hombre corriente, los desastres y aboliciones, llevadas a cabo por la progresía. La primera es de orden natural: “Hay que desproveer al individuo del sentido común”, a fin de que el hombre común esté en manos del primer improvisador atrabiliario, que dispongan en la sociedad convenida, los cultos latiniparlos, dueños de la sociedad liberal. De aquí surge un hombre que, poco a poco, se desarraiga  del suelo y del cielo, del paisaje y del paisanaje. Es el hombre excepcional. Es el nuevo modelo de hombre que hay que imitar. Nace el individuo contrario a lo que definen como “ser” del hombre progresista. Nace el gregarismo.

La familia, culmen creador del Creador, centro y hogar de la sociedad y fruto amadísimo del hombre común, es zarandeada, para conducirla a la “frustración malthusiana”. Y este segundo desastre desencadena como una cadena condenada al abismo, una serie de prohibiciones y catástrofes concernientes al padre, a l hijo y a la prole. A la familia. Pues, ya que en los tiempos primeros de la Ilustración se gesta lo que serán las posteriores políticas de estirilización, que tan nefandos frutos recogemos los hombres del siglo XXI. Y el ataque se extiende a los miembros de las clases indefensas, es decir, menos formadas. Van contra el hombre común. Al cual falsamente – tercera– se le da derecho a la libertad de prensa, para que sus enemigos monopolicen la información que les va a predicar su bajeza y su impotencia. Todo ello, además, en nombre de la libertad y la democracia. Los cultos floridos a la violeta, puritanos, calvinistas y laicos economistas secos – ¿de alma?-, se ocupan en la modernidad a sumergir en la peor de las pobrezas al hombre corriente: la pobreza espiritual y cultural. Ya que diseñan una familia rupturista, una opinión no contrastada y enemiga de los dogmas del sentido común. Hasta llegar en su afán dictatorial a lo más íntimo del hombre, a los tuétanos de sus almas, cuando ellos – estúpidos y ridículos avaros jugadores de Bolsa- les prohíben a los hombre sencillos del común jugar con dinero.

Quiero  para concluir este resumen, centrarme en una de las prohibiciones que afectan más al ánimo humanista. Se pretende vedar la canción popular. No hay poética de una sola comunidad humana, a lo largo y ancho de la historia, que no haya desarrollado una poesía oral, comunitaria, popular. Canciones hechas de experiencia, de labor, de quehacer, de tiempo, de bodas, de guerra y de amor. Canciones de ritmos perfectos que fundamentaron los posteriores ritmas más cultos y refinados. Canciones de voz, de voz viva, orales, capaces de insertar al oyente en la historia narrada. Canciones que andando el tiempo dieron lugar a variedades de formas métricas del villancico, del zéjel, del romance… Pues mal, este bagaje cultural, espiritual y humano, se va talando, a hurtadillas y a robos a mano armada, dejando un campo arrasado, salado, quemado, para dejar plantados en su lugar, de modo zafio y garrulo, vomitivos tochos de psicología – que no estudios del alma- y sociología.

PICKWICK   

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2 Respuestas a “Chesterton, el hombre corriente

  1. Tan solo matizar que este articulo ha sido elaborado por nuestro amigo PICKWICK, Yo tan solo lo he editado en el blog, tras media tarde intentando acordarme de como se hacía. Bueno poco a poco, …..a ver si practico mas.

  2. Pues entonces no sé a quién felicitar más: si al autor o al editor… ¡Enhorabuena a ambos! (felicitación ‘ex aequo’). Todo el texto suena al mejor GKC. En particular, me llaman la atención esos intentos (que Chesterton tan bien ridiculiza) por destruir la organización más deliciosamente anárquica que existe. Sí, la familia

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