Comento hoy unas palabras de GK al comienzo del primer capítulo de El hombre eterno, que estamos glosando en su correspondiente página. Todo ese capítulo es un breve tratado de sociología del conocimiento, que es la rama de las ciencias sociales que se dedica a analizar cómo se crea, se difunde y se perpetúa el conocimiento en la sociedad.
El problema que inicia el libro es la visión que tenemos del hombre primitivo, generada por la literatura y la ciencia, como de alguien verdaderamente primitivo y bruto, como corresponde a la visión ‘evolucionista’ y ‘progresista’, según la cual los estadios posteriores son superiores a los anteriores. Esto ha generado una forma de ver el mundo, unida a la visión cientifista, que resulta deformada, y no sólo de suyo, sino sobre todo por las consecuencias para nosotros mismos, como podemos comprobar en esta vida moderna…
Descartes, su búsqueda de certeza, nos insistió en que debíamos dudar de todo, hasta de nuestros sentidos. El resultado paradójico es la confianza en la ciencia, que hace que nos miremos de una manera que, si se piensa bien, resulta extraña: insertos en un pequeño planeta que gira alrededor del sol, en una inmensidad interestelar… perdidos en el espacio, pero también en nuestra propio mundo. Por eso Chesterton quiere romper con ese esquema. He aquí sus sorprendentes palabras (El hombre eterno, 02-01):
Me gustaría insistir más bien en que ni siquiera sabemos si se trata de un planeta, en el mismo sentido en que sí sabemos que se trata de un lugar, y un lugar verdaderamente extraordinario.
Si a alguien se le ha pasado por la cabeza pensar que GK denosta la ciencia, tiene que fijarse en las palabras ‘en el mismo sentido’: Chesterton quiere que recuperemos el sentido común, y no que pensemos a través de las representaciones difundidas por la ciencia y los medios, más o menos artificiales: el hecho primario no es el planeta tierra, sino que estamos aquí y estamos vivos, y eso es tan extraordinario como el conjunto de nuestro entorno inmediato. No son las palabras, sino la realidad a nuestro alrededor lo que hay que pensar y a lo que debemos ajustar nuestro pensamiento. Pero claro, todo esto son ideas y palabras que están en nuestras cabezas… Habrá que seguir el razonamiento de Chesterton, a ver dónde nos quiere conducir.
Por cierto, analizar todo eso es la tarea de la sociología del conocimiento.
Me gusta esta entrada. Intuyo que Chesterton, sin despreciar la auténtica ciencia, propone por encima de sofisticaciones al uso, el conocimiento de la verdad histórica y personal, que da lugar a que el planeta sea un lugar extraordinario.
Creo que a Chesterton le va bien el lema clásico «Nosce te ipsum», para que desde el conocimiento propio, conocer el mundo y a los demás.
Nadie como él se conoció a sí mismo, para cumplirse la paradoja de cuanto más se fía uno de sí mismo, más desgraciado puede acabar.. Una y otra vez vuelve en sus escritos sobre esa cuestión, para poner de relieve que lo que vió en el abismo del subjetivismo es la nada. Y lo peor es que el ambiente nos insiste a mirar y a creer en nosotros mismos, en vez de mirar a este lugar extraordinario que es el mundo que nos rodea, que es la gente que nos rodea, y pensar sobre lo que significa.
Por muy bien que vayan las cosas cualquier día a las tantas de la noche te despiertas en la cama y te haces estas preguntas: ¿Dónde estoy?¿Qué hago aquí?¿Quién es ésta? Eso se llama la crisis de los 40 años. Le pasa a todo el mundo. No son preguntas absurdas. Pero hay que darles respuesta. No pueden esperar 40 años más.
Carlos Benítez
Chesterton da respuestas. Hay un artículo magistral en Enormes minucias -un día habrá que recogerlo- que dice que está bien que haya lo que se denomina ‘buscadores’. Pero que él no quiere ir toda la vida con la boca abierta buscando algo que comer, que cuando encuentra algo verdaderamente bueno, le pega un buen mordisco.
Me ha encantado el comentario de Carlos