Estamos analizando en el Chestertonblog The Outline of Sanity –Los límites de la cordura– la obra de GK más adecuada para entender la crisis económica actual. Chesterton no es economista, lo que tiene la ventaja de que escribe –aunque con profundidad no exenta de complejidad- para un público no especialista, y analiza una a una las contradicciones del capitalismo.
El texto está escrito en 1925, cuatro años antes del crack del 29, que supuso el fin del capitalismo liberal y la entrada de los gobiernos en economía. Iremos explicando su visión de la situación. Pero para empezar puede servir este fragmento, en el que GK advierte de cómo se está transformando el capitalismo, con unos argumentos de rabiosa actualidad:
Lo más extraordinario es que su exposición [la de los capitalistas] tiene que echar mano de la retórica del socialismo. Dice simplemente que los mineros o los obreros ferroviarios deben proseguir su trabajo ‘en beneficio público’.
Nótese que los capitalistas ya no usan nunca el argumento de la propiedad privada. Se limitan por completo a esta especie de versión sentimental de la responsabilidad social general.
Resulta divertido leer lo que dice la prensa capitalista sobre los socialistas que abogan sentimentalmente por gentes ‘fracasadas’. Y ahora el argumento principal de todo capitalista en toda huelga es el de que él mismo está al borde del fracaso (OS, 02-05).
Aunque este último párrafo suene algo pasado de moda, estamos ante la manifestación de cómo el capitalismo ha cambiado su fuente de legitimación social: primero era la defensa de la propiedad privada y el éxito personal. La responsabilidad social ante un sistema que se hundía fue la apelación para que los gobiernos intervinieran, y además de crear el Estado del bienestar, salvaron al capitalismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, la capacidad de crear riqueza y bienestar constituyó una excelente fuente de aprobación social: todo estaba en su sitio otra vez…
Pero cuando la crisis atenaza de nuevo, el argumento suena fuerte otra vez: no se puede dejar caer a los bancos, no se puede dejar caer a las empresas, hay que intervenir para salvar la economía… y no sigo, porque los argumentos –y la experiencia- la tenemos todos muy presente.
Pero así se cumplió otra realidad que GK había atisbado a principios del siglo XX: que capitalismo y Estado moderno están hechos el uno para el otro.
Continuará.
Me agrada esta entrada.Te felicito, Juan Carlos, pues eres el responsable de que retome lecturas de mi juventud, que empiezo a releer. Y así,desde las páginas de Chesterton, pasando por las encíclicas de León XIII, he recordado un concepto similar al distributismo, el «sociedalismo».
Lo ves todo con muy buenos ojos, pero es que además, GK es un genio muy grande. Estoy con la superstición del divorcio y estoy admirado de lo positivo y admirable que es. Es una suerte para los dos encontrarnos en esta coyuntura.
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