A los políticos de Inglaterra… y a los nuestros

¿Tiene el mundo de hoy posibilidad de recuperación? GK piensa que sí, por supuesto, ya que su visión de la historia no es lineal sino oscilante, sometida a nuestras propias decisiones. Pero ve la modernidad económica de un color gris oscuro casi negro. Con su capacidad de visión, advirtió la decadencia de lo que en su tiempo era el imperio más importante. Y –hablando de economía- en el capítulo 3º de Outline of Sanity (Los límites de la cordura) se dirige a los líderes de su país. El párrafo (03-12) es tan bueno, que he decidido recogerlo entero en dos entradas, antes de llevarlo a la página Textos de GK.

Como siempre, al final, en el spoiler, glosaré sociológicamente lo que Chesterton vio con claridad hace casi 100 años:

Una gran nación y civilización ha seguido durante cien años o más una forma de progreso que se mantuvo independiente de determinadas comunicaciones antiguas, bajo la forma de antiguas tradiciones acerca de la tierra, el hogar o el altar. Ha avanzado bajo el mando de dirigentes confiados, por no decir absolutamente seguros de sí mismos. Tenían la plena seguridad de que sus leyes económicas eran rigurosas, su teoría política acertada, su comercio beneficioso, sus parlamentos populares, su prensa ilustrada y su ciencia humana.

Con esta confianza sometieron a su pueblo a ciertos experimentos nuevos y atroces:

  -lo llevaron a hacer de su propia nación independiente una eterna deudora de unos pocos hombres ricos;
  -a apilar la propiedad privada en montones que fueron confiados a los financieros;
  -a cubrir su tierra de hierro y piedra y a despojarla de hierbas y granos;
  -a llevar alimento fuera de su propio país con la esperanza de volver a comprarlo en los confines de la tierra;
  -a llenar su pequeña isla de hierro y oro, hasta recargarla como barco que se hunde;
  -a dejar que los ricos se hicieran cada vez más ricos y menos numerosos, y los pobres más pobres y más numerosos;
  -a dejar que el mundo entero se partiera en dos con una guerra de meros señores, y meros sirvientes;
  -a malograr toda especie de prosperidad moderada y patriotismo sincero, hasta que no hubo independencia sin lujo ni trabajo sin perversidad;
  -a dejar a millones de hombres sujetos a una disciplina distante e indirecta y dependientes de un sustento indirecto y distante, matándose de trabajo sin saber por quién y tomando los medios de vida sin saber de dónde;
  -y todo pendiente de un hilo de comercio exterior que se iba haciendo más y más delgado.

Spoiler:

La actitud de políticos ingleses –Chesterton nunca dice británicos, porque supondría incluir a otras naciones, como Irlanda, Escocia, Gales- se corresponde con la actitud moderna. Desde luego, todos los políticos tienden a actuar con seguridad, pero la modernidad introduce un componente pretendidamente racional sobre el que se apoyan: leyes económicas rigurosas, teoría política acertada, comercio beneficioso, parlamentos populares, prensa ilustrada y ciencia humana, enumera GK. Sin embargo, esto se hace a costa de cambiar ciertas tradiciones o formas de hacer las cosas –la democracia de los muertos, que dice en Ortodoxia– que no tienen en cuenta la totalidad de las personas. En su Breve historia de Inglaterra, Chesterton había defendido las costumbres de la Edad media –particularmente la existencia de los pequeños propietarios- en lo que llamó la Merry England, la feliz Inglaterra.

Y así, lo que han hecho ha sido llevar a cabo un experimento –la idea de la modernidad como experimento la plantean muchos autores, como Peter Wagner en su Sociología de la Modernidad (Herder, 1997)-. En realidad, toda existencia humana y social tiene mucho de experimental, pues ésa es nuestra condición. Pero Chesterton les critica que no han sabido –o no han querido- ver la terrible desigualdad que fomentaba el capitalismo, no han advertido que ese sistema económico generaba la globalización económica, y por tanto, la interdependencia de unos y otros… incluyendo por tanto, su propia dependencia, de manera paradójica.

Obcecados con la creación y acumulación de riqueza, tampoco han visto que el sistema económico cambiaba completamente el modo de vida de la gente, y que, al basarse todo en un régimen de salarios, cambiarían las condiciones de vida, estando sometidos a estrictas regulaciones y jerarquías de dominación, como sucede en las modernas organizaciones, sean grandes o chicas, públicas o privadas. No sólo no han visto que el capitalismo generaba ansia de riquezas sino que además transformaba el patriotismo hasta hacerse un estrecho nacionalismo.

Esta crítica tiene mucho de común con la crítica socialista –que GK compartió durante un tiempo- aunque diverge en muchos puntos, y entre otros, la solución al problema: no será la abolición de la propiedad privada –cosa que ya hace el capitalismo al quedarse con la de todos (vgr. el Monopoly)- sino su distribución: que la gente sea propietaria para que puedan ser dueños de su propia forma de vida. Pero a veces, determinado bienestar y bienes de consumo no nos dejan ver lo esclavos que somos del sistema económico, hasta que llega la crisis…

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