Cualquier agnóstico o ateo que en su niñez haya conocido la auténtica Navidad tendrá siempre, le guste o no, una asociación en su mente entre dos ideas que la mayoría de la humanidad considera muy lejanas entre sí: la idea de un recién nacido y la idea de una fuerza desconocida que sostiene las estrellas. […] Para esta persona, la sencilla imagen de una madre y un niño tendrá siempre sabor religioso, y a la sola mención del terrible nombre de Dios asociará en seguida los rasgos de la misericordia y la ternura. Pero las dos ideas no están natural o necesariamente combinadas para un griego antiguo o un oriental, como el mismo Aristóteles o Confucio. […] Ha sido creado en nuestras mentes por la Navidad porque somos cristianos, aunque sólo sea psicológicamente y no en un plano teológico. En otras palabras, esta combinación de ideas, en frase muy discutida, ha alterado la naturaleza humana. Realmente hay una diferencia entre el hombre que la conoce o no. […] Es un hecho patente acerca del cruce de dos luces particulares, la conjunción de dos estrellas en nuestro horóscopo particular: la omnipotencia y la indefensión, la divinidad y la infancia, forman definitivamente una especie de epigrama que un millón de repeticiones no podrán convertir en un tópico. No es descabellado llamarlo único. Belén es, definitivamente, un lugar donde los extremos se tocan. (El hombre eterno, cap.10).
Esta es otra paradoja de la Navidad, un acontecimiento que cambió completamente la historia de la humanidad y la mentalidad de occidente que -se quiera o no, guste más o menos- ha configurado nuestra forma de ver el mundo. La globalización nos hace darnos cuenta de cuán diferentes son los planteamientos fundamentales de otras sociedades. Quizá también celebren externamente estas fiestas, pero asociar ternura y omnipotencia, sentir todos los problemas del mundo y pedir justicia y misericordia para los necesitados, sólo podía proceder de un tronco con semejante raíz.
Veo que lo que predomina en el texto es el tiempo pasado: que el mundo occidental ha sido transformado por un Dios que se hace hombre. Pero los tiempos que vivimos son tan complejos -quizá como todos- que cuesta pensar que esa unión de ternura y omnipotencia pueda volver a actuar con la misma fuerza: se diría que la globalización y el poder económico la empequeñecen. Sin embargo, me cuesta pensar que Chesterton no la considerase igualmente proyectada hacia el futuro, y eso quizá se destaca poco en el texto… Es una opinión.