Volvemos hoy a comentar algunos párrafos de Esbozo de sentatez (‘La rueda del destino‘, 12-05), con la peculiaridad de hallar a un Chesterton que habla de la felicidad, cuestión que raramente aborda de manera directa. El contexto general –como todo el libro- es la organización socio-económica de nuestra vida, y en particular, la reflexión sobre las máquinas:
La meta de la política humana es la felicidad humana. Para los que tienen ciertas creencias, está condicionada por la esperanza de una felicidad mayor, que aquélla no debe poner en peligro. Pero la felicidad, la alegría del corazón del hombre, es la prueba secular y la prueba real. […] No hay ley lógica ni natural ni ninguna otra que nos obligue a preferir otra cosa.
En esto estamos todos de acuerdo, pero en seguida Chesterton alza su voz contra la tendencia dominante: No tenemos obligación de ser más ricos, ni de trabajar más, ni de ser más eficientes, o más productivos, o más progresistas, ni en modo alguno más pegados a las cosas del mundo o más poderosos, si ello no nos hace más felices.
La idea de fondo es que el maquinismo conlleva desarrollismo y éste, el afán por tener más, por llegar antes, más lejos y mejor. Chesterton nos advierte de que es un espejismo, y que estar sometidos al mundo industrial -como hemos recogido ya antes en varias entradas- puede ser una maldición, aunque sea una maldición maravillosa, práctica y productiva.
El aviso de Chesterton puede parecer exagerado, pero en 1980, los psicolingüístas Lakoff y Johnson, plantearon en Metaphors we live by, ‘metáforas por las que vivimos’ (edición española Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, 1986) que el lenguaje cotidiano está cargado de esos adverbios -antes, más mejor- que introducen tensiones en nuestra vida: un sentido de la competencia entre las personas y entre nosotros mismos que no sólo dificultan la comprensión de la realidad, sino que la encaminan en una determinada dirección. Si lo pensamos bien, igual que las máquinas, cada vez que recibimos un mensaje con un ‘sé feliz’ o ‘disfruta más de la vida’, en cierto modo aplica el mismo principio de la productividad a una faceta de nuestra vida, cuando la felicidad es en realidad una consecuencia del resto de nuestras actividades, y no un acto voluntario: no hay nadie más infeliz que el que continuamente cuestiona su felicidad. (Paradoja: la causa de esta reflexión sobre la felicidad es el deseo de que seamos más felices…)
La humanidad tiene derecho a renegar de la máquina y vivir de la tierra si en realidad le agrada más, como en realidad cualquiera tiene derecho a vender su bicicleta vieja y marchar a pie si le agrada más. Es evidente que la marcha será más lenta, pero no hay obligación de ir más deprisa. […] La felicidad, en cierto sentido, es un maestro duro. Nos dice que no nos compliquemos con demasiadas cosas, a veces mucho más atrayentes que la máquina.
Sin embargo, las categorías de nuestra sociedad se han vuelto cuantitativas, lo que significa que –desde arriba, tanto política como económicamente- todo se mide según las reglas del antes, más y mejor, expresadas en crecimiento económico, PIB y renta per cápita, haciendo fines de lo que sólo son medios. A Chesterton, nuevamente, no le importa ir contracorriente: Si podemos hacer más felices a los hombres, no importa que los hacemos más pobres, no importa que los hagamos producir menos, no importa que los convirtamos en seres menos progresistas -en el sentido de cambiarles simplemente la vida- sin incrementarles su gusto por ella (Esbozo de sensatez, 12-06).
Me parece que la concepción de Chesterton respecto a la política es claramente idealista. puedo ver algunos aditamentos claramente aristotélicos en cuanto a que considera que la política tiene como meta la felicidad humana. Ëtica y Política no aparecerían disociadas (por ende y de acuerdo a Chesteron).
Y el párrafo que citabas:
«No tenemos obligación de ser más ricos, ni de trabajar más, ni de ser más eficientes, o más productivos, o más progresistas, ni en modo alguno más pegados a las cosas del mundo o más poderosos, si ello no nos hace más felices».
Bueno, este párrafo parece confirmar lo anterior.
Muy interesante, gracias por compartir. Saludos, Aquileana 🙂
No tengo noticias directas de la lectura de Aristóteles -aunque es lo más probable- por parte de Chesterton, pero seguro que le llegó a través de Santo Tomás, que conocía muy bien, como sabes, porque ya hemos publicado en el Chestertonblog algo sobre esto.
Al utilizar la palabra idealista me ha venido a la cabeza lo que para mi es uno de los enigmas de Chesterton: efectivamente, su visión de la política es tan idealista que dejó la militancia política desencantado, aunque no paró de publicar para influir en la configuración de la sociedad. En esbozo de sensatez plantea una vuelta a la agricultura totalmente idealista. Sin embargo, en otros de sus textos es increíblemente realista, como veíamos el otro día, en el que se refería a la mujer: nada de ‘qué bonito, qué ilusión’ que la mujer ‘se libere’, sino todo lo contrario: lo que va a encontrar fuera del hogar es más trabajo, más jefes y más obligaciones, como así ha ocurrido de hecho. Lo mismo sucede en otros aspectos, como la crítica al capitalismo. Es un caso paradójico, nunca mejor dicho aplicado a Chesterton.
Muchas gracias por tu comentario tan interesante.