En el mundo en que vivimos, donde la verdad y la mentira copulan como en un perverso incesto, nada es, consecuentemente, verdad ni mentira. O peor, a la verdad se le llama mentira y se considera verdad lo que es mentira. Por lo cual, nos sentimos atrapados por ‘el padre de la mentira’.

Lewis Carroll, por Hubert von Herkomer. Wikipedia
Un mundo así confeccionado es un mundo caótico, en el que todo acaba ‘patas arriba’ —sans dessus dessous-; la lógica se convierte en una lógica mefistofélica e inicua y conduce a la razón a inaceptar otro tipo de lógica que va más allá de lo empíricamente comprobable. Ello supone que los conocedores de ese serpenteante camino, vaya hacia la cara oculta y abisal de la verdad por una senda que parece que niega la recta lógica. Efectivamente, a veces, hay que negar esa razón compartida, arbitraria, consensuada por el mundo, para poder acercarse a las fuentes luminosas de la verdad que, sin desdecir ni negar la razón humana, la superan y la gozan.
En estas estábamos, cuando recordé que Chesterton escribió que la manera de ser de la existencia es contradictoria. Por eso, me dije, es dual. Porque, en cierto modo, la existencia es dual: experimentamos porque siempre somos niños-adultos que se reconstruyen en adultos-niños. Y en nuestra perspectiva están presentes infancia y sentimiento crepuscular. Así visto, esta experimentación del antes y del presente parece absurdo o es absurdo: ser y no ser niño por ser adulto; y no ser y ser adulto por ser niño.
Con mucho sentido común, GK Chesterton en su brillante artículo “Defensa del absurdo”, (Disponible en El Acusado (Espuela de plata, 2012) y en Correr tras el propio sombrero y otros ensayos (Acantilado, 2005), nos da una definición acertada y, además, poética: Especie de exuberante travesura alrededor de una verdad probada. Es una bella manera de designar ‘la huida’. O sea, el mundo puede ser absurdo cuando el hombre escapa. Fuga, que en el medio descrito abyecto en que el hombre vive, es escapatoria de la culpa y también goce de la gracia, en un sucesivo ir y venir a la fe fuerte, habituada a levantarse en toda situación y circunstancia. Sí. Esa es la palabra: escapatoria. El absurdo es escapatoria: falta aparente de fijación. Y, entrados en el mundo del absurdo, hay un momento en que las cosas adquieren un significado global dentro de la razón de la sinrazón.
Esta concepción del absurdo de Chesterton nos indica una superación de una primera etapa. Cuando el autor se nos presenta ahora en su ‘segunda etapa’, sabemos que ha remontado una juventud en la que primaba lo carnavalesco del absurdo: los dioses barrigones de la Antigüedad, el apetito, lo inferior del realismo grotesco.

Portada de ‘Alicia en el País de las maravillas’. Alianza Editorial.
A poco que indaguemos en su obra, observaremos como en su época de madurez perviven rasgos como el realismo, la parodia y… la barriga. Aunque, no cabe duda de que todo ello se ha transformado por una visión con el denominador común de la humildad, la caridad y el humor, que permiten que el realismo le lleve al conocimiento del misterio de la cotidianidad; que con la parodia, abandonando lo carnavalesco y rabelesiano, se adentre en los confines de la verdad; …y su barriga sea signo del ‘hombre corriente’, llamado a conocer la verdad del misterio.
Volviendo a los conceptos de absurdo y sinrazón y huida… giramos para hablar de otro concepto: la ficción.
El absurdo no es tanto el acto como el sujeto productor del acto. No es tanto el texto como su autor. Recurrimos de nuevo a autor de Ortodoxia, que nos demuestra que no es absurdo el libro Alicia en el país de las maravillas, sino su autor, Lewis Carroll. Escribe Chesterton: Lewis Carroll llevaba una vida en la que habría tronado contra cualquiera por pisar el césped, y otra en la que decía alegremente que el sol era verde y la luna azul; estaba dividido por naturaleza, con un pie en ambos mundos, en la postura perfecta para el absurdo moderno. Su País de las Maravillas es un país habitado por matemáticos locos. Sentimos que el conjunto es una escapatoria a un mundo de mascarada, intuimos que, si pudiéramos atravesar sus disfraces, tal vez descubriéramos que Humpty Dumpty y la liebre de Marzo eran profesores y doctores de teología disfrutando de unas vacaciones mentales (p.359 de la ed. de Acantilado). Y yo añadiría que ‘desdisfrazados’, dejarían de ser el otro polo de la dualidad, dejarían de ser ficción.
Nos preguntamos, pues: ¿la exuberante travesura es ficción literaria frente a la verdad? Si ello es así, derivamos dos consecuencias, que requerirán en el futuro, un más amplio desarrollo. Por un lado, lo absurdo, más o menos aparente, cuando es contaminado por la poesía (ficción de ficciones) nos sitúa ante ‘l´art pour l´art’ Un arte por el arte que no nos seduce ni conquista con su fingida neutralidad moral ni con su engreída estética; en segundo lugar, la ficción reivindica su carácter de ‘verdad literaria’, al contagiarse de los matices morales que aportan los conceptos denotados. En definitiva, tanto la consideración de una ‘verdad literaria o ficcional’, como el carácter ebúrneo del ‘arte por el arte’ ha llevado a que algunos lectores, simplistamente, hayan reducido la ficción literaria a ‘mentira moral’, lo cual parcialmente puede ocurrir.
Me ha gustado mucho la reflexión sobre el absurdo. En realidad, en el universo de Chesterton -y en todo el universo- sólo hay dos posibilidades: o esto es un relato, una historia, con un autor y unos personajes más o menos libres, o es absurdo, un absurdo sin sentido, más allá del estar vivos durante una temporada. La visión científica -científica exclusivista- es reduccionista. El otro día pusieron en la TV un documental sobre la risa, centrado en la continuidad entre la risa de los primates y la de los humanos. Puede que los chimpancés y los gorilas se rían con las cosquillas, pero no creo que se rían de un chiste. Aunque probablemente, quizá se rían más que muchos científistas al leer las palabras de Chesterton que recoges en el texto, relativa a al País de las Maravillas: «es un país habitado por matemáticos locos. Sentimos que el conjunto es una escapatoria a un mundo de mascarada, intuimos que, si pudiéramos atravesar sus disfraces, tal vez descubriéramos que Humpty Dumpty y la liebre de Marzo eran profesores y doctores de teología disfrutando de unas vacaciones mentales»
Enhorabuena.
Muchas gracias por tu comentario. Respecto a lo que señala de la actitud jocosa de los primates y gorilas, pienso que puede darse el caso de algún gorila bondadoso y simpático que se ría de alguna pestífera teoría de algún extravagante intelectualoide a la violeta.