
Imagen de la cuenta ‘Marshall McLuhan’ -sobre comunicación- en Twitter.
Va siendo hora de volver a colocar en el Chestertonblog algún tipo de prólogo o estudio. En esta ocasión, hemos escogido un fragmento de Marshall McLuhan (Alberta, Canadá, 1911-1980), el autor de expresiones famosas –porque son reales- como la ‘aldea global’ o ‘el medio es el mensaje’. McLuhan se convirtió al catolicismo influido por los escritos de Chesterton, y escribió varias cosas sobre él, y algunas están recogidas en la selección que D.J. Conlon realizó para la Universidad de Oxford (G.K. Chesterton. A Half Century of Views. Oxford, 1987). En concreto, hemos seleccionado –y traducido, gracias a nuestro sensacional y siempre amable colaborador Carlos D. Villamayor- el capítulo Dónde entra Chesterton (pp.75-77). Nuestra idea inicial fue publicarlo entero (aquí el texto completo en castellano y en inglés), pero como resultaba demasiado extenso, hemos eliminado una parte, en la que McLuhan considera que la parte poética y artística no es la mejor de Chesterton (la historia juzgará sus méritos y sus influencias literarias). La aportación de Chesterton estaría en otro sitio:
“Hoy en día, el público de Chesterton sigue siendo en gran parte el público que leyó sus libros tal como fueron publicados. Y para estos lectores, representa inevitablemente una variedad de actitudes y costumbres literarias que han empezado a ‘pasar de moda’ en una manera que impide a muchos lectores más jóvenes acercarse a él. De manera que, por ejemplo –incluso en universidades católicas- los libros de Chesterton no están frecuentemente en las listas de lectura, ni muchos estudiantes actuales leen más que ocasionalmente las historias del Padre Brown.
“La relevancia contemporánea de Chesterton es –específicamente- que su intuición metafísica del ser estuvo siempre al servicio de la búsqueda de un orden moral y político en el caos actual. Fue un tomista por connaturalidad con el ser, no por estudio de Santo Tomás. Y a diferencia de los neo-tomistas, su infalible sentido de la relevancia de la analogía del ser dirigió su mirada intelectual no a los escolásticos, sino al corazón del caos de nuestro tiempo.
“La enseñanza católica de la filosofía y las artes tiende a ser catequética. Busca precisamente esa pseudo-certeza cartesiana que oficialmente deplora, y se separa a sí misma de la vida compleja de la filosofía y las artes. Esto es sólo para decir que las universidades católicas son justamente como las no-católicas: reflejos de un mundo mecanizado. Por otro lado están los descubrimientos críticos genuinos, hechos por T. S. Eliot y F. R. Leavis, sobre cómo entrenar, simultáneamente, percepciones estéticas y morales en actos de conciencia y juicio unidos: estos grandes descubrimientos son ignorados por educadores católicos. Más bien en los patrones racionalistas y dialécticos de Buchanan y Adler se imaginan que existe algún residuo tomista en que se puede confiar.
“Ahí es donde entra Chesterton. Su infalible sentido de relevancia y de la ubicación del corazón del caos contemporáneo lo llevó siempre a atacar el problema de la moral y la psicología. Él estuvo siempre en el orden práctico. Es importante, pues, que se haga una antología de Chesterton de acuerdo a lo indicado por el Sr. Kenner: no una antología que preserve el sabor victoriano de su periodismo a través de citación extensa, sino una de fragmentos que le permitan al lector sentir la poderosa intrusión de Chesterton a todo tipo de cuestión moral y psicológica confusa de nuestro tiempo. Puesto que parece que él nunca llegó a posición alguna mediante dialéctica o doctrina, sino que disfrutó de un tipo de connaturalidad con toda clase de sensatez.
[…]
“En pocas palabras, Chesterton no fue un poeta. La superstición de que lo fue está basada en las connotaciones vagamente edificantes de ‘lo poético’, prevalecientes hasta hace poco. Fue un moralista metafísico. Por tanto, él no tenía dificultad en imaginar qué tipo de presiones psicológicas ocurrirían en la mente de un egipcio del siglo cuarto, o un miembro de clan de las Highlands escocesas, o un californiano moderno; o en meterse en la cabeza de estos y en ver con sus ojos en la manera que hace al Padre Brown único entre los detectives. Pero no estaba ocupado en representar su propia época en términos de tan variada experiencia, como típicamente lo está el artista. El artista nos ofrece no un sistema, sino un mundo. Un mundo interior es explorado y desarrollado y entonces proyectado como un objeto. Pero ese nunca fue el método de Chesterton. Todas mis puertas mentales abren hacia fuera, a un mundo que yo no he hecho [en ‘El asombro y el poste de madera’ de Los países de colores], dijo en una formulación básica. Y esta distinción debe permanecer siempre entre el artista ocupado en construir un mundo y el metafísico ocupado en contemplar un mundo. También debe liberar las mentes de aquellos que, de un sentido de lealtad al poder filosófico de Chesterton, se han sentido obligados a defender su retórica y sus versos también.
“Es hora de abandonar al Chesterton literario y periodístico al destino crítico que le espere de parte de evaluadores futuros. Es hora también de verlo libre de la acumulación accidental de gestos literarios efímeros. Esto significa verlo como un maestro de la percepción analógica y del argumento, que nunca erró al enfocar –con un alto grado de sabiduría moral- las cuestiones más confusas de nuestra era”.
Automáticamente, me ha recordado a la biografía de Titterton, ‘Chesterton, mi amigo’. Titterton fue director del GK’s Weekly durante un tiempo, así que lo conocía bien. Para él, lo mejor de GK es su poesía. Desde luego, son discrepancias que veo hasta saludables, pero la clave es que, en cualquier caso, como dice McLuhan, los críticos emitirán un juicio literario, mientras que esa filosofía moral es evidente y está presente en todos sus escritos -hasta en las poesías-. Yo estoy con McLuhan, en que la aportación más importante de GK es comprender como nadie el mundo moderno. Enhorabuena por este clarividente texto.
Gracias por el comentario. Personalmente, me parece extraordinario la idea de que GK fue un tomista no por estudiar a Santo Tomás, sino por su familiaridad con el ser, por ‘connaturalidad’ con él. Sin embargo, todos los seres humanos somos y existimos y no todos somos capaces de advertir la realidad como él. Bueno, igual que no todos son capaces de expresar la realidad como Santo Tomás.
Tiendo a tomar con cautela a los que intentan separar una parte de GK del resto de él (curiosamente, como las verdades de los herejes), como aquellos que no toman en cuenta sus ideas socio-políticas al apreciar las filosóficas, pero en este caso veo el punto de McLuhan. Especialmente acertado me parece el punto de que GK no fue un artista más de su época, sino que supo ver más allá, hacia «las cuestiones más confusas de nuestra era».
Tienes toda la razón en lo que dices sobre separar una parte de otra y el riesgo que se corre. Y en cualquier caso, tú mismo das la solución, al mencionar que GK no era sólo un artista, sino también un filósofo. Y para mí, un profeta.
Me parece muy acertada la opinión de Sumuchacho, en lo que se refiere a la inseparabilidad del hombre. Y el artista de su entidad humana y de su entidad ‘creativa’. Y en el caso de GKC, me gustaría que alguien me dijera a que escuela de pensamiento y, más en concreto, literaria se puede adscribir. Opino que a ninguna. La obra de Chesterton se vale por sí, siendo una, aunque participe de muchos topoi y escuelas de su tiempo. Es clásico.
Menos mal que tú mismo respondes a esa complicada pregunta: ‘Me gustaría que alguien me dijera…’ De todas formas, creo que el realismo de Chesterton es realmente original: como dice McLuhan, es tomista no por aprendizaje sino por connaturalidad, es decir, porque para GK, el ser está ahí y él lo aprende de otra manera distinta: no hará las complejas distinciones tomistas entre esencia y acto de ser, o entre ser y existir, sino que simplemente se encuentra con que ‘es’, y lo lleva -con su método habitual- a las últimas consecuencias. Gracias por el comentario …y por dar tú mismo la respuesta, que suscribo: es un clásico, destinado a permanecer.
Sin duda estoy de acuerdo con su muchacho y Pickwick, ese Afán del ser racional de querer clasificar todo y dividirlo en partes.
De lo muy poco que se de Chesterton es un ser tan fascinante e integro, que si se tuviera la espinita de descifrar a Chesterton en pocas palabras, sin duda diría que todo supensamiento gira en torno a su creencia en Dios y la teología cristiana, más en especial la católica. Eso e incluso antes de ser cristiano y católico. Es una clase de profecia humanizada.
Tambien no es de obviar, que la influencia de Chesterton va más haya de un grupo o pensamiento, pues ha abarcado desde filosofos hasta economistas, creyentes y no creyentes. Un verdadero pensador universalista.
Qué interesante comentario, muchas gracias por enriquecer el debate. Efectivamente, los sabios se empeñan en dividir y separar -que eso es analizar- y sólo se puede hacer parcialmente.
Pero la idea de McLuhan -no es defenderlo, es comprenderlo- me parece que viene a decir que la literatura se defiende sola y que donde hay que insistir es en el aspecto filosófico moral… que es precisamente el que tú destacas.
Y desde luego, está claro que GK es un personaje singular, cuya agudas observaciones desbordan cualquier disciplina convencional.
Hasta pronto!
Yo sólo quiero intervenir para destacar las palabras de GK en este texto, que son un resumen de su modo de pensar y de actuar: ‘Todas mis puertas mentales abren hacia fuera, a un mundo que yo no he hecho’: creo que esa es la aportación más importante del texto, rodeada de cierta parafernalia.