Chesterton, poeta (3)
La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros.
(Miguel de Cervantes)
Lepanto
Cuando, nuevamente, las aguas de nuestro antiguo Mediterráneo mecen conflictos entre la Media Luna y Occidente, y la Cruz es atacada en aquellos lugares en que nació el Cristianismo, me viene a las manos un poema raro, no por la temática, cuanto por el autor y su procedencia. Un autor que alaba y admira la gesta de España, capitaneada por un príncipe español. Ese autor, que por inglés, es un enamorado de la épica, y dada su magnanimidad, no excluye las hazañas españolas.
Me refiero al poema Lepanto del insigne escritor G.K. Chesterton. Un poema de carácter ético, viril, fuerte y extenso. Una descripción que se hace etopeya, en que los espíritus cristianos ponen sus empeños en fechar la historia con un hito, que acabe con el mundo viejo y esclavista, a más de opresor y tirano. Con la fuerza de los grandes pintores, como los franceses Delacroix y Gericault, Chesterton con una plasticidad inusitada plasma la batalla lepantina. Glorifica la pericia y arrojo de D. Juan de Austria, al que califica de “el último caballero de Europa” ( The last knight of Europe) Y recuerda al soldado Cervantes.
Y ya el poema en mis manos me paro a pensar en el ambiente, más o menos, relajado y, más o menos, pervertido del Renacimiento. Ambiente similar, pero, a lo peor, desmejorado actualmente por los añadidos del relativismo ideológico y religioso, que piden paz y perdón no para todo el mundo. Hemos oído el grito ¡Vive la France!, aunque no ha tronado un terrible y apocalíptico ¡Vive la vie!, como acicate para volver a los valores cristianos.
Al releer el poema Lepanto (“El Gran mínimo” edición de Miguel Salas Díaz. Ed. El salto de página. 2014) apreciamos como a lo largo del texto, el lector se ve acariciado por el frescor de la hazaña, por una épica sin revueltas, intereses ni perversiones. En esta poesía, vemos a nuestro “Jeromín” que va a la guerra, ve y vence. Y cierra las puertas a la islamización de Europa. Señero, el último caballero de Europa, se hace instrumento de la Providencia, para que, también, en el gozoso y glorioso Renacimiento se mantenga enhiesta la Cristiandad en Europa.
No obstante, la circunstancia épica, la gesta tiene su razón de ser en la conciencia que un tiempo y sus gentes tuvieron del mal y de los instrumentos del mal. Advertida la Cristiandad, puso la Cruz y la Espada al servicio de Dios. Leámoslo en el poema chestertoniano:
And the Pope has cast his arms abroad for agony and loss,
And called the kings of Christendom for swords about the Cross…
( Con los brazos extendidos al extranjero, el Papa/ con gesto agónico y desesperador/ les pide a los reyes de la Cristiandad/ que blandan sus espadas y defiendan la Cruz…)
En un rincón de la nave, Cervantes, pleno de gozo y sangre derramada, vive la más alta hazaña de los siglos, y con devoción reza a la Virgen Capitana, Nuestra Señora del Rosario.
¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!.
Verdaderamente sublime el poema.
Gracias Reyes por tu fantástica entrada. Repitamos todos juntos de nuevo.
Vivat Hispania y Domino Gloria.