materiales 4
para una política teológica cristiana
Cf. http://www.arzobispodegranada.es
en el blog: Ciudad de Dios y de los hombres.
Texto nº 4.
G. K. Chesterton, The Outline of Sanity [“Esbozo de una
sociedad sana”]. El texto que se reproduce aquí en versión
española está tomado de G. K. Chesterton, Collected Works,
Ignatius Press, San Francisco, vol. V, 1987, pp. 35-209. De
momento, reproducimos sólo el Índice de contenido y la
Introducción, pp. 41-53. [Todas las notas al pie de página
son del traductor.]
Chesterton es considerado un autor “de derechas”, y para muchos
sería claramente un conservador. Su defensa del matrimonio y de la familia,
su oposición al divorcio, muchos de sus ensayos y libros publicados
parecerían justificar esa apreciación.
Recuerdo, sin embargo, que en el año
2004, en una cena en la Universidad de Nottingham, tras haber asistido a
un simposio sobre “Fenomenología y Trascendencia”, organizado por el
Center for Theology and Philosophy que John Milbank dirige en esa
Universidad, estaba yo entado frente a la esposa de John, Alison Milbank.
Yo le había preguntado por las preocupaciones que dirigían sus trabajos, y
ella explicó cómo ella y su marido vivían consagrados a la tarea de la
difusión del cristianismo y del socialismo. Yo estaba por aquel entonces ya
promoviendo la traducción y el trabajo sobre esa obra fundamental que es
Teología y Teoría Social, e incluso habíamos hecho ya un primer borrador
de su versión española, sin idea de que poco después aparecería publicada
en español en la editorial Herder. Pero fuera de esa obra, por aquel
entonces, yo no conocía la restante obra de Milbank ni había oído hablar de
la Radical Orthodoxy. En todo caso, viniendo de España, y tras la
experiencia de lo que habían supuesto (y de lo que me imaginaba que iban a
suponer) los atentados del 11 M y el golpe de estado que culminó la
elección de Zapatero, esa asociación entre cristianismo y socialismo no
podía dejar de chocarme. Así que le expuse mi dificultad a Alison con toda
claridad, y le pregunté que entendían ella y su marido por socialismo, y
cómo lo articulaban con la vida de la Iglesia. Con la misma naturalidad,
ella me dijo: “Ah, pues ya sabe, el pensamiento de Chesterton, de Belloc y
de otros como ellos”.
De momento me quedé de piedra. Luego he sabido, no sólo que Alison
es una excelente conocedora de Chesterton y de su teología,1 sino también, y
en gran parte gracias a Milbank y a los círculos del entorno de Milbank,
otras muchas cosas acerca del socialismo y de su historia, y que no puede ni
podrá haber nunca un verdadero socialismo a menos que sea cristiano. Esta
afirmación tiene un significado muy distinto del que tenía el pensamiento
que dominó hace décadas en otros círculos cristianos, que a veces se
identificaban a sí mismos como “cristianos para el socialismo”. En esos
ambientes se pensaba que no se podía ser buen cristiano a menos que uno
fuera socialista (o comunista), identificando luego ese socialismo con el de
quienes tienen patentado o secuestrado el nombre a favor suyo en forma de
partido o de sindicato. Pasa aquí algo parecido a lo que comentábamos más
arriba con la diferencia entre “teología política” y “política teológica”: en
efecto, en los “cristianos para el socialismo”, el cristianismo termina casi
siempre siendo instrumental a una determinada política secular, en este
caso la del socialismo secular marxista o post-marxista. Es bastante
parecido a lo que ha pasado y pasa hoy con muchas formas de cristianismo,
incluso en medios más o menos “oficiales” de la Iglesia, que —aunque no
tengan un nombre tan claro y honesto en el fondo como los “cristianos para
el socialismo”—, su fe está en el fondo subordinada a políticas y a
concepciones económicas que dependen de la ideología liberal o neo-liberal.
En cambio, en el “socialismo” de Chesterton, o en el de Milbank y en el de
otros politólogos o economistas cristianos de los siglos diecibueve y veinte
(como Péguy o Schumacher, por poner sólo dos ejemplos), lo que importa es
es el acontecimiento salvador de Cristo, el único acontecimiento salvador. Y
por eso importa lo humano, todo lo humano y todo lo que sirva a la verdad
de lo humano. E importan los diseños económicos o políticos que se sitúan
dentro de ese horizonte y están abiertos a cualquier aportación o corrección
que los enriquezca, venga de donde venga. De pasada, es quizás útil añadir
aquí —y habrá que repetirlo muchas veces—, que desde el momento en que
se adopta como marco último de comprensión de lo real eso que hemos
llamado en la Introducción “la herencia de Suárez”, esto es, el dualismo
“natural-sobrenatural”, esa subordinación de la fe y de la vida cristiana a
una ideología, ya sea marxista, liberal, nacionalista, o cualquier otra, es
sencillamente inevitable.
Chesterton, de hecho, se sorprendería de ver descrita su posición
como “socialista”. Sus críticas al socialismo son igual de acerbas que lo son
sus críticas al capitalismo. Y tampoco se trata de una “via media”,
digamos, al estilo de la social-democracia. En realidad, la gran intuición de
las páginas que siguen es que ponen de manifiesto cómo capitalismo y
socialismo son el mismo perro con distintos collares. Por eso algunas
personas pasan de uno a otro con tanta facilidad, y sin haber tenido quecambiar básicamente ninguna posición fundamental, salvo las palabras que
ocupan el centro de la retórica. Los regímenes comunistas pasaron a ser
capitalistas y liberales sin más trabajo que abrir las fronteras, y en general
los amos siguieron siendo los amos.
El mismo Chesterton, y algunas otras personas de su entorno y del
grupo que nació en ese entorno, llamaron al movimiento económico y
político que ellos promovían, “distributismo”. El nombre no era ni bueno ni
feliz, y ellos mismos, o algunos de ellos, tuvieron una conciencia bastante
clara de ello. A pesar de terminar en “-ismo”, el distributismo no es un
sistema ni una ideología. Podría decirse que es la búsqueda de una sociedad
sana que tenga en cuenta todos los aspectos (o los más posibles) que se
incluyen en la salud social, en el contexto, eso sí, de las confrontaciones
ideológicas de comienzos del siglo veinte, y en el ámbito anglo-sajón, en
algunos aspectos, tan diferente del nuestro (en otros, tan influyente en
nosotros, sin que seamos demasiado conscientes de ello, tanto en el pasado
como en el presente). Pero también por ello más capaz de aportarnos luces
nuevas, y más interesante. En todo caso, el pensamiento político y social de
los autores “distributistas”, y especialmente el de Chesterton y de Belloc,
marginado tanto por los socialistas como por los liberales “seculares” del
siglo veinte, está experimentando un renacimiento en el mundo anglosajón,
empachado tanto del vacío cultural del liberalismo en todas sus
formas, como del secuestro del socialismo por el ateísmo, y del secuestro de
ambos por el capitalismo y por la racionalidad utilitarista, lo que les lleva a
coincidir en lo fundamental. Algunos de los autores implicados en el
renacimiento del “distributismo”, sobre todo en Estados Unidos, lo llaman
“pensamiento descentralizador”.2 Pero habría que matizar. Los
nacionalismos en España, por ejemplo, hablan mucho de descentralización.
Pero lo que entienden por eso es sólo la fragmentación territorial del espacio
sobre el que el estado moderno, y siempre tendente al totalitarismo, ejerce el
monopolio de la coerción, y por lo tanto, su capacidad de control. La
“descentralizaión”, en ese marco de pensamiento, sólo significa la
fragmentación del Leviatán, en orden a un control más cercano y
omnipresente, y el horizonte sigue siendo, a igual que en el estado central,
el reparto de beneficios entre las oligarquías que rigen los partidos políticos.
El resultado es siempre una dictadura más cercana al ciudadadno.
Mientras que cuando los autores distributistas o sus discípulos actuales
hablan de “descentralización” lo que tienen en mente es la aplicación a toda
la vida social del principio de subsidiaridad, lo que significa precisamente
una valoración de la pequeña propiedad, del mundo rural, de la pequeña
empresa, y una resistencia a todo factor que disminuya la libertad o
dificulte la proliferación de esas pequeñas comunidades y su libre unión entejidos sociales dotados de espesor y de profundidad. Justo lo contrario de
las aspiraciones de los estados modernos y de sus más o menos indignados
oponentes y futuros beneficiarios.
Por último, es llamativo y significativo que las obras “políticas” o
“político-económicas” de Chesterton (y de Belloc) no hayan sido apenas
traducidas al español, a pesar de que, al menos Chesterton, es un autor
apreciado en amplios círculos católicos. La edición en cuatro volúmenes de
las Obras completas de G. K. Chesterton hecha en España en los años
cincuenta del siglo XX por Plaza & Janés, Barcelona por supuesto, no
contenía ninguna de ellas, aunque sí que estaban Lo que está mal en el
mundo y La superstición del divorcio, las dos relativas al matrimonio y
la familia. No se era consciente —ése es un rasgo de la mayor parte de
nuestro catolicismo, del español, al menos— que las posiciones de
Chesterton sobre el matrimonio y la familia sólo adquieren todo su sentido
en el contexto de una economía y de una política, digamos para
entendernos, distributista. Se entiende que en los años sesenta, en España,
ese aspecto “anti-capitalista” del pensamiento de Chesterton no fuese
digerible. Tampoco lo sería hoy mucho. Y no sólo en España. La edición
norteamericana de las Obras Completas de Chesterton, publicadas por
Ignatius Press, que esta vez si que pretende que sean completas, en su
volumen V, que contiene una buena parte de los ensayos directamente
políticos de Chesterton, ha sido curiosamente precedida de una
Introducción de Michael Novak, un exsocialista convertido al neoliberalismo
que piensa más o menos que la democracia liberal americana es
lo más próximo al Reino de Dios que el hombre pueda construir aquí en la
tierra.3 Lo cierto es que una obra importante, como Utopia of Usurers
and Other Essays (1917), sólo ha sido publicada en español en el 2013
por Ediciones Palabra, y con el título un poco dulcificado de La utopía
del capitalismo y otros ensayos, lo que le quita al título la connotación
moral netamente negativa que en el cristianismo tienen la palabra “usura”
o el adjetivo “usurero”. De la también numerosísima producción de Belloc
hay bastante menos traducido que de Chesterton, y obras como The Party
System, o Economics for Helen significarían un poco de aire limpio en el
asfixiante y monótono pensamiento político y económico español. También
aquí, su obra más importante, El Estado servil, que algunos consideran
una de las obras de pensamiento político más importantes del siglo veinte,
sólo ha sido publicada en el 2010, por la editorial El Buey Mudo,Madrid.4 Al distributismo, en general, como al principio de subsidiariedad,
se le ha prestado bastante poca atención en España.5 Es obvio que una
aplicación a la España actual de las reflexiones que él hace necesita un
cierto trabajo de “traducción”, porque la destrucción causada por el
capitalismo de la pequeña propiedad, sobre todo en el mundo rural, pero
también en el mundo urbano, está mucho más avanzada hoy que cuando él
escribía. Pero no es menos verdad que exactamente en la misma proporción
ha avanzado la deshumanización de nuestra sociedad.
Escrito por Mons. Javier Martinez.
1 Véase Alison Milbank, Chesterton and Tolkien as Theologians. The Phantasy of the Real, T & T Clark (Theology), London, 2007.
2 Véase Allan Carlson, The New Agrarian Mind. The Movement Toward Decentralist Thought in Twentieth-Century America, Transaction Publishers, New Brunswick/London, 2000. Acaso el pensador reciente más luminoso y provocador en esta dirección es el poeta, novelista y ensayista Wendell Berry.
3 Para una apreciación teológica del pensamiento de Michael Novak, una de las cabezas del movimiento llamado “neo-con” en el mundo americano, que de nuevo, subordina la teología a una visión económico-política secular, en este caso, al neo-liberalismo americano, véase D.Stephen Long, Divina Economía. La teología y el mercado, Nuevo Inicio, Granada, 2007, especialmente los caps. 3 y 4: “Una antropología de la libertad constreñida por el pecado original. La teología como analogía libertatis”, pp. 75-91, y “La subordinación de la cristología y de la eclesiología a la doctrina de la creación”, pp. 93-136.
4 Otra obra importante para el pensamiento social y político de Belloc es La prensa libre, Nuevo Inicio, Granada, 2008.
5 Para una introducción al pensamiento distributista pueden verse las antologías publicadas bajo el título Distributist Perspectives. Essays on the Economics of Justice and charity (2 vols.), HIS Press, Norfolk, Virginia, 2004 y 2008.