La divertida crítica de Chesterton a tecnócratas y urbanistas

Limehouse en la actualidad

Limehouse en la actualidad

Seguimos trabajando en el Club Chesterton de Granada la obra Esbozo de sensatez, sobre la propuesta distributista. La propiedad repartida –los medios de producción distribuidos- implicaría que más gente viviría en el campo, aspecto al que Chesterton dedica varios capítulos del libro, lo que implica mostrar cierto contraste con las ciudades. Su crítica incluye un fuerte ataque a los planificadores urbanos que deciden que la gente –que llegaba entonces en masa desde el campo- debía instalarse en alojamientos verticales con características prediseñadas. Leer el fragmento de la crítica a lo que entonces se hizo en Limehouse –hoy un barrio del East End de Londres- es un disfrute, por la grandísima ironía que GK despliega en el texto. Pero es además un ataque a los planificadores tecnocráticos, que no supieron valorar que la gente necesitaba elementos que mantuvieran vínculos con el campo del que provenían… y, según GK, al que podrían volver si se dieran las condiciones adecuadas:

La disputa sobre los arrabales de Limehouse  era el modelo de guía del problema… si es que podemos llamar modelo de guía a algo que no guía y sobre lo cual sólo un loco modelaría algo.
Los habitantes de los barrios bajos dicen verdadera y decididamente que prefieren sus casuchas a los bloques de apartamentos que se les proporcionan como alternativa de las casuchas. Y las prefieren, se afirma, porque las casas viejas tenían al fondo corrales donde podían dedicarse «a sus hobbies de pájaros y a la cría de gallinas». Cuando se les ofrecieron otras oportunidades, sobre un plan de asignación, tuvieron la espantosa depravación de decir que les gustaba tener cercas alrededor de sus corrales privados. Tan terrible y abrumador es el torrente rojo del comunismo cuando entra en ebullición en los cerebros de las clases trabajadoras.
Desde luego, es concebible que sea necesario, durante alguna convulsión violenta, que las casas de la gente se apilen una sobre otra en forma de torres de apartamentos. Y así también podría ser necesario que los hombres treparan sobre los hombros de otros hombres durante un diluvio o para salir de una grieta abierta por un terremoto. Y lógicamente es concebible, y hasta matemáticamente exacto, que disminuiríamos las muchedumbres de las calles de Londres si pudiéramos acomodar a los hombres verticalmente, en vez de horizontalmente. Si solamente hubiera algún medio por el cual un hombre pudiera caminar con otro hombre de pie encima de él, y otro sobre éste y así sucesivamente, se ahorrarían muchos empujones. Los hombres se colocan de este modo en las pruebas de acrobacia, y es claro que tales acrobacias podrían hacerse obligatorias en todas las escuelas.
Es una imagen que me agrada mucho… como imagen. Espero ver (en mi afición al arte por el arte) semejante torre viviente moviéndose majestuosamente a lo largo de la avenida del Strand. Me agrada pensar en un tiempo de verdadera organización social, cuando todos los empleados de los señores Boodle & Bunkham  ya no aparezcan en la forma desordenada y dispersa en que lo hacen actualmente, cada uno desde su pequeña villa suburbana. Ni siquiera marcharían, como en la etapa inmediata e intermedia del Estado Servil, en una columna de filas bien formadas, desde el dormitorio de una parte de Londres hasta el emporio de la otra. No. Ante mí surge una visión más noble que llega hasta las alturas del mismo cielo: una pagoda tambaleante de empleados, cada uno en equilibrio sobre otro, se mueve a lo largo de la calle, haciendo tal vez demostraciones acrobáticas en el aire a medida que avanza, para mostrar la perfecta disciplina de su maquinaria social. Todo eso sería muy impresionante; y, entre otras cosas, realmente economizaría espacio.
Pero si uno de los hombres cercanos a la punta de esa torre movediza dijera que esperaba poder volver a visitar la tierra algún día, simpatizaría con su sentido del destierro. Si dijera que para el hombre lo natural es caminar sobre la tierra, yo estaría de acuerdo con su escuela filosófica. Si dijera que es muy difícil cuidar pollos en esa postura acrobática y a esa altura, yo pensaría que su dificultad es una dificultad verdadera. En principio podría responderse que el amor a los pájaros sería más adecuado a la percha tan etérea, pero en la práctica esos pájaros serían pájaros muy caprichosos. Por último, si ese hombre dijera que cuidar gallinas ponedoras es una tarea social digna y estimable más estimable y digna que servir a los señores Boodle & Bunkham con la más perfecta disciplina y organización, yo estaría de acuerdo con ese sentimiento por encima de todo lo demás. (Esbozo de sensatez, 10-06 y 07).

Como se ve, el contraste entre los empleados comerciales e industriales frente a los elementos de la vida campesina es constante y veremos algún otro ejemplo. Pero además, hay una cosa que es muy característica de Chesterton: su grandísima consideración del hombre corriente, como ya hemos dicho algunas veces, hasta el punto de considerar sus puntos de vista como una auténtica escuela filosófica, en contraste con la pretensión habitual de los intelectuales y más todavía, en este caso particular, los tecnócratas del Estado moderno, a los que define como esa multitud de personas despreciables por importunar a los pobres con fingida ciencia y tiranía mezquina (ES 10-12).

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Una respuesta a “La divertida crítica de Chesterton a tecnócratas y urbanistas

  1. Interesante reflexión final sobre los tecnócratas del estado moderno, a los que GK califica como despreciables y tiranos. Calificativos que hoy en día aún toman mas veracidad, especialmente en este nuestro dolorido país actualmente en manos de una gran pandilla de tecnócratas y burócratas privilegiados, que forman una casta, con graves tendencias cleptómanas y aislados en su burbuja protectora, separados de la sociedad civil, de los hombres corrientes a quienes administran con despectiva superioridad desde los cristales tintados de sus coches oficiales.

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