Falacias de la libertad y de la calidad: análisis sociológico de ‘La mujer’, de Chesterton

El texto de GK que publicábamos ayer –La mujer, tomado de All things considered, cap. 12)- tiene cosas muy interesantes que vale la pena destacar para entenderlo bien. Parto de la aceptación de una idea de Chesterton, especialmente importante en su universo conceptual: el papel de la mujer en el mundo como núcleo del hogar familiar. Hoy día este rol está cuestionado –de hecho son millones las mujeres que destacan en los ámbitos profesionales- y nadie piensa que la mujer esté hecha exclusivamente para dedicarse a la casa. Por eso, una adecuada reflexión sobre el texto puede ayudar a comprenderlo mejor y –como es siempre nuestro objetivo- aprender a pensar con Chesterton.

Entiendo que el punto de partida de GK es la necesidad que tiene el ser humano del hogar. Esto ya ha aparecido varias veces, y es famoso su Nostalgia del hogar. Para que éste funcione, la pieza clave es la mujer.
Y ahora yo voy a exponer mi postura: muchos debates actuales insisten simplemente en la igualdad entre hombre y mujeres, pero en mi opinión, es precisa una distinción definitiva: hombres y mujeres son diferentes –física, biológica, piscológicamente diferentes (y los que somos padres lo vemos desde el principio)- pero socialmente desiguales: es ahí donde hay que dar la batalla, para que tengan igualdad de derechos y oportunidades. Lo que no impide que las mujeres tengan determinados instintos y cualidades que las hacen más aptas para ser el ‘alma de la casa’. Lo malo es cuando acaban por ser quienes la sacan adelante en todas las tareas y responsabilidades, con un varón que se sienta y se siente el rey de la casa y delega en ella otra todas las funciones.
Quiero hacer otra matización importante. Hemos visto que GK tuvo el don de vislumbrar determinadas realidades sociales: lo que en su época eran puntas de iceberg, hoy son realidades evidentes para todos, al menos en los países desarrollados. Por eso, para mí tiene cierto componente enigmático el que Chesterton –viendo las posibilidades de las mujeres- rechazase más o menos abiertamente la incorporación de la mujer al mundo del trabajo: más aún cuando durante y tras la primera guerra mundial, muchas mujeres ya lo hacían de manera permanente. Mi interpretación ‘sociológica’ es que en época de Chesterton, la clase media era muy exigua: entre las clases dominantes y las trabajadoras –GK habla de obreros y oficinistas, lo que se llamarían después trabajadores de cuello azul y de cuello blanco-, apenas existía una incipiente clase media profesional, que es la que ha crecido durante el siglo XX y que puede estar menguando en el XXI.
Y dicho esto, analicemos el texto de Chesterton. El ensayo hace frente a una objeción/propuesta que realiza a GK un desconocido para nosotros: ‘¿Acaso nuestras mujeres no se ahorrarían el insípido trabajo de cocinar y todas las preocupaciones que esto conlleva, dejándolas libres para la alta cultura?’ Ante semejante ‘provocación’, Chesterton saca su artillería para exponer todo lo que esa frase significa: con seguridad, todo lo que significaba entonces, pero en buena parte, también todo lo que significa ahora. Con argumentos sociológicos y argumentos psicológicos. Veámoslos, quizá un tanto entrecruzados, como en el propio texto:

El reino del trabajo es por esencia la falta de libertad: tener un jefe, un horario, unas directrices o unos objetivos que cumplir. Puede resultar satisfactorio porque se sale de casa, se relaciona uno con otras personas o porque se siente que se cumple una función social, pero decir que da libertad es una falacia.
GK lo expresa mejor aún cruzando un argumento psicológico, relativo a la liberación de las preocupaciones: podemos liberarnos de una preocupación concreta pero es imposible hacerlo con todo lo asociado al desempeño de un rol social, el que se quiera: periodista, madre, obrero o profesor: todos conllevan ‘preocupaciones’.
Es decir, una de las cuestiones de fondo es que estamos condicionados. La idea de que siempre estamos sometidos a condiciones y su adecuada comprensión y su aceptación es esencial en la filosofía vital de Chesterton, como aparece en Ortodoxia y otros libros suyos: lo más probable es que aún sigamos en el Edén; sólo son nuestros ojos los que han cambiado (El Acusado, 02-04).

-El argumento de las modas y las tendencias –relacionando ‘sin querer’ suicidios y comer en restaurantes- es toda una chestertonada y volveremos sobre él en otra entrada, pero la cuestión clave, lo que está en juego en todo el texto: la importancia de la propia libertad y capacidad de decisión. No se interesan en el curioso hecho psicológico de que hay algunas cosas que un hombre o una mujer, según sea el caso, deseen hacer por sí mismo o por sí misma. Él o ella deben hacerlo con inventiva, creativamente, artísticamente, individualmente; en una palabra, mal. Escoger tu esposa –por decir- es una de esas cosas. Escoger la cena de tu esposo, ¿es una de esas cosas? La visión de Chesterton suena ciertamente ‘casera’ –habría que enmarcarla en el conjunto de la propuesta, que hoy sería comer de catering o comidas preparadas-, pero insiste en el ámbito de libertad y creatividad que es el hogar. Además añade su toque peculiar y paradójico: aunque nos salga mal, aunque sea insuficiente: no es necesario que sea perfecto… que esto otro de los temas de nuestra vida de hoy: si no es de película, estaremos frustrados. Ésta es otra idea recurrente de GK: o se hace perfecto o se contrata a un profesional, para cocinar o para cantar.

Y eso entronca con la alta cultura, la de la clase alta, la que se ‘preocupa’ por los viajes y el bridge. Éstos sí que no tienen preocupaciones, por lo que las expresiones de su ‘cultura superior’ son de un gran decadentismo, por lo menos, a los ojos de Chesterton. A la vuelta de un siglo, quizá podemos considerarlas como una época de exploración social: las vanguardias artísticas –a las que ya nos hemos acostumbrado- y las literarias, cuyo estilo predomina hoy. Seguro que Chesterton salvaría algunas cosas de la quema, como el barbero y el cura de Don Quijote, pero desde luego, el nihilismo y pesimismo de la alta cultura actual -y particularmente la literatura-, ése sí fueron previstos por Chesterton.

Aún podrían salir más cuestiones, pero esto es bastante. Resumo en dos puntos: la falacia de la liberación de las condiciones y la falacia de la alta cultura: la mujer merece algo mejor, y desde luego, decidir por sí misma, aunque sea mal. Y en cualquier caso, como siempre para Chesterton, hay una salida en la calidad de la vida cotidiana. Dicho esto, animo a volver a leer el texto. Por lo demás, la conclusión del artículo ya estaba en el primer párrafo del mismo: la cuestión del mundo de hoy no es económica: la pregunta no es cuán barato podemos comprar algo, sino qué estamos comprando. Es barato tener un esclavo. Es aun más barato ser un esclavo (Párrafo 01).

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6 Respuestas a “Falacias de la libertad y de la calidad: análisis sociológico de ‘La mujer’, de Chesterton

  1. Me parece muy acertada tu distinción entre ser diferentes y desiguales. Por demás, creo que GK habría tenido algo que decir respecto a lo conveniente que fue añadir a la mujer a la fuerza laboral para las industrias (léase, capitalismo fuerte).

  2. Considero que hay una aportación muy interesante al debate sobre la incorporación de la mujer a la vida laboral, y es el realismo. Lo que Chesterton dice es lo contrario de lo que gusta oír, ya sea en el ámbito de la realización en el trabajo, de la alta cultura como si fuera magnífica o en lo tonto que es la vida cotidiana. Su sentido sociológico o realista -y probablemente también sus deseos de polemizar- le llaman a alzar su voz en un tipo de discurso contrario al de la emancipación. Hoy los agobios y sobrecargas pesan sobre las mujeres -y también sobre los varones- y… al menos en España, están de moda los programas de cocina, que animan a ser creativos.

  3. Gracias por los comentarios. Chesterton tiene el don de ver el contexto global y lo analiza todo desde esa perspectiva. Como dice Sumuchacho -y desde una sociología sistémica se estaría de acuerdo- las mujeres suponen un potencial enorme -intelectual y físico- para estar ‘encerradas’ en el hogar, máxime cuando la tecnología hace más fáciles y rutinarias estas tareas, y los congeladores y microondas facilitan la tarea: hay que poner sus capacidades al servicio de la globalización, lo que tampoco, es malo simplemente un modo diferente de sociedad. Pero eso sí, a costa de menos libertad y muchas más ansiedades. Que por cierto, durante el siglo XX era todo un lujo no tener que trabajar fuera. En seguida se etiquetó como mujer florero y las mujeres se lanzaron a trabajar a la calle, para bien y para mal. Luego, el precio de los pisos subió y ahora hacen falta dos sueldos para pagar una hipoteca. Habría que oír las críticas de GK sobre esto, aplicadas a este tema. Es decir, se puede decir que la libertad de la mujer para decidir qué hacer con su vida está sometida a las mismas limitaciones que las del hombre. Por fortuna, muchos padres se implican en las tareas de casa y en la educación de los hijos, cosa que quizá no hubieran descubierto de estar la mujer todo el día en casa.
    Pero esa idea del Estado servil, de trabajar para otros en vez de para uno mismo, no se le va a Chesterton de la cabeza…

    • «En seguida se etiquetó como mujer florero y las mujeres se lanzaron a trabajar a la calle, para bien y para mal. Luego, el precio de los pisos subió y ahora hacen falta dos sueldos para pagar una hipoteca. Habría que oír las críticas de GK sobre esto, aplicadas a este tema.»
      Entonces, ¿qué?, ¿sería mejor que las mujeres no trabajasen (o se les impidiese trabajar) para que no subiese el precio de los pisos, y no hicieran falta dos suedos para pagar una hipoteca? Se lanzaron a trabajar para mal…, ¿por qué?
      Una respuesta al estilo de Chesterton sería: Si además de ninguna mujer, tampoco trabajaran la mitad de los hombres, las hipotecas de los pisos serían aún más baratas.

  4. Pingback: Chesterton y ‘La mujer’: ‘Dejad que sea todavía más creadora’ | Chestertonblog

  5. «Las mujeres suponen un potencial enorme -intelectual y físico- para estar ‘encerradas’ en el hogar.» Suponen exactamente el mismo potencial que los hombres. Suponen el potencial de la mitad del género humano, básicamente.
    Basta ya de hablar de «las mujeres» y, sobretodo de «la mujer» como un colectivo homogéneo, como si fueran todas iguales. Es curioso que Chesterton se da cuenta justamente de esto; de que siempre que se habla de los hombres, se habla en plural «hombres»; en cambio, cuando se habla de las mujeres no se habla en plural, sino que se individualiza y se le pone el artículo en singular «La mujer», como si fueran todas una sola cosa, una especie de esencia (el eterno femenino que dirían algunos) o un tipo de ser que pareciera distinto del ser humano por excelencia (el cual sólo es el hombre masculino, según muchos). Pues bien, no existe «la mujer», existen mujeres distintas y concretas, exactamente igual que ocurre con los hombres. Por lo tanto un trabajo o una tarea concreta será más o menos adecuada para una persona según las capacidades, deseos o inquietudes que ésta tenga, las cuales no se definen de manera universal según el sexo al que pertenece la persona; pues no existen capacidades universales presentes en todas las mujeres, ni tampoco en todos los hombres. Por eso no estoy de acuerdo con lo de que las mujeres son más aptas para ser «el alma de la casa».
    Lo único universal en todas las mujeres, es que son las que paren, y en los todos hombres que son los que preñan, a partir de ahí todo es relativo y se moldea según el tipo de sociedad y la época histórica (como vemos).
    Dicho esto, me parece muy acertado tu comentario sobre que la diferencia entre hombre y mujer no debe llevar aparejada la desigualdad (que es el problema). No obstante, cuando se insiste en que mujeres y hombres son iguales, se quiere decir obviamente que ambos colectivos son, igualmente, seres humanos, (cosa que algunos olvidan, pues tratan a las mujeres como si fueran animales de cría en lugar de personas) y por ello deben tener los mismos derechos (y obligaciones) y las mismas oportunidades en la vida.

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