Quien cuenta el final de una novela policiaca es simplemente un hombre malvado, tan malo como aquel que de forma deliberada rompe a un niño una pompa de jabón, más malvado incluso que Nerón. Son palabras de Chesterton en el año 1908, un par de años antes de que apareciera el primero de sus relatos sobre el padre Brown (que fue La Cruz azul, publicado por Storyteller en septiembre de 1910).
La advertencia de GKC es de puro sentido común y, personalmente, hoy me viene al pelo. Leer las historias del padre Brown desata la lengua, y, junto con el afán legítimo de compartirlo todo, comparece ese riesgo enorme que consiste en destripar el cuento (sobre todo, el desenlace) al lector inocente. Aquí -quédate tranquilo- no se trata de eso. Aquí quiero mantener siempre el candor.
Inocencia, candor. Son palabras muy ligadas a este simpático sacerdote de Norfolk. Es lógico, por tanto, que la biografía de Joseph Pearce sobre Chesterton se subtitule Sabiduría e inocencia, que la primera colección de relatos de nuestro personaje se titulara El candor del padre Brown, y que, en fin, el lector se sienta seguro en la compañía sana de este sagaz y sabio personaje.
Así pasa, por ejemplo, en Los pecados del príncipe Saradine. Flambeau, compañero de cuitas del padre Brown, se toma un mes de vacaciones y decide partir en un pequeño velero. ¿Qué llevarse? El relato dice así:
En el velero sólo había sitio para dos personas y los artículos necesarios, y Flambeau lo había llenado con aquello que, de acuerdo con su particular filosofía, le habría parecido imprescindible. Aparentemente, se reducía, en esencia, a cuatro cosas: latas de salmón, por si tenía hambre; revólveres cargados, por si tenía que pelearse; una botella de brandy, sin duda por si se desmayaba, y un cura, al parecer por si le daba por morirse.
En aquel velero viajaban, pues, Flambeau y el padre Brown. Y sólo diré que llegaron a un lugar que, desde el principio, al sacerdote le pareció un mal sitio (eso sí, añadiendo a continuación un simpático no importa, uno siempre puede hacer el bien siendo la persona adecuada en el lugar adecuado, una de esas frases de soslayo tan de Brown y que, desde luego, no dejan indiferente al lector atento).
Tan mal le parecía aquel lugar al sacerdote-detective, que, tras resolver el misterio, instó a Flambeau a largarse de allí rápidamente. Llama la atención esa prisa por abandonar el lugar del crimen:
¡Vayámonos de aquí! – dijo el padre Brown, que estaba muy pálido-. Vayámonos de esta casa infernal. Embarquemos otra vez en nuestro bote inocente.
De nuevo la inocencia. El padre Brown no quiere juguetear con el mal, que su inteligencia ya ha desarticulado (permanezca tranquilo el lector: no le romperé ahora la pompa de jabón). El padre Brown nos enseña entonces que, por paradójico que resulte, huir es, en determinadas ocasiones, una muestra de valentía. Sólo un temerario o un cobarde ponen en riesgo la inocencia.
En la poesía no hay palabra que no esté en su sitio. Si, por ejemplo, hay un encabalgamiento es porque debe haberlo. Si el verso se refiere a la flor del asagao -que pocos saben qué es eso- es porque esa flor, y no otra, tiene que estar en el poema. Ni en poesía ni en prosa Chesterton pone las palabras al tuntún. Cuentan que escribía rápido, pero está claro que escribía con precisión. Hay una estupenda muestra de ello en el relato que estoy comentando. ¿Cómo acabarlo? ¿Cuál podría ser la frase final, el colofón?
Un aroma de espino y huertos llegó a través de la oscuridad, indicándoles que se había levantado el viento que, al cabo de un momento, hinchó la vela, arrastró el barquito y los empujó a lo largo del serpenteante río hacia lugares más felices y hacia los hogares de gente inocente.
El padre Brown se ha enfrentado con el mal. Ha visto su faz horrenda, pero no se detiene a contemplarla. Se va rápido. El viento hincha las velas y la vida (un serpenteante río, sin duda) sigue más allá, en sitios mejores. En lugar felices por la inocencia.
Todo eso pasa cuando se viaja a bordo con el padre Brown.
Genial artículo. Fascinante y muy atractivo.Me dan ganas de volver a releer las historias del simpático cura-sabueso. Enhorabuena y gracias por tu interesante aportación.
Muchas gracias. Cuánto animan unas palabras amables el día que uno se estrena en este blog. Leamos y releamos: no hay otro método y, además, es lo que nos gusta.
Enhorabuena por esta entrada: capta muy bien el espíritu ‘prudente’ del P. Brown, que es la fuente de su sabiduría. Está muy bien escrita.
Y además es la ocasión comprobar que no soy el único que se había fijado en que inocencia y sabiduría -subtítulo de la biografía de Pearce sobre GK- se corresponden precisamente con las dos primeras series del Padre Brown. Como tantos han señalado antes, sucede con Chesterton que escribe de otros -aunque en este caso sean imaginarios- cosas que podrían aplicársele perfectamente a él mismo.
Gracias por compartir.
Muchas gracias por el comentario. Prudencia, inocencia, sabiduría… Hay de todo -¡y muy bueno!- en los relatos del padre Brown. Estoy contigo en que GKC escribe de otros lo que perfectamente podría aplicársele a él mismo. Tanto es así, que en este punto confieso, mientras leo, al padre Brown me lo imagino casi con las mismas dimensiones (incluso las físicas) del propio Chesterton. Confundo sus voces. Y así suenan aún más claras y potentes.
Desde que vi ‘El detective’ (1954, aquí en versión original: http://www.youtube.com/watch?v=4gqwXeHI85A) de Alec Guinness (convenientemente ‘engordado’, como hacen en Holliwood), en el que interpreta al P. Brown, yo le pongo la cara de este actor británico, que se convirtió al cristianismo después de hacer esa película. Lo cuenta Pearce en ‘Escritores conversos’. Es una mezcla original de los dos o tres primeros relatos de ‘El Candor…’, pero consigue reflejar muy bien la actuación y los intereses del P. Brown.
Recomendable.
Enhorabuena por tu entrada. Me atrevo a decir que has captado perfectmente la idiosincrasia del autor y del actante Padre Brawn, en cuanto que el uno creador y el otro, ¿por qué no?, alter ego de GKC, siendo adultos son inocentes y dan el fantástico salto de llegar al misterio. ¿Coincidimos?. De nuevo, gracias por tu entrada.
Fue uno de mis personajes de ficción favoritos.
Muchas gracias a Chestersoc, Pickwick y Salvela por sus comentarios.
Gracias por la recomendación de la película, que no he visto. Sabía de la conversión al cristianismo de Alec Guinness, pero no de cuándo y por qué se había convertido… Se vuelve a comprobar que, con la ayuda del padre Brown, pasan muchas cosas buenas. Me pasa por eso como a Salvela: que el padre Brown se está convirtiendo en uno de mis personajes favoritos. Ayer, sin ir más lejos, leí «El martillo de Dios», en el que… Ay, no: eso mejor para otro día, que tiene mucha miga.
Excelente post y muy sugestivo el Padre Brown… Me fascinaron las ultimas líneas: «el padre Brown se ha enfrentado con el mal, ha visto su faz horrenda, pero no se detiene a contemplarla»… Ovación de pie.
Muchos saludos, amigo,
Aquileana 🙂
Aquileana: Tienes razón en lo que dices, pero mi pregunta es ¿te puedo copiar eso de ‘ovación de pie’?… Me parece genial… 😉
Pero, por supuesto que si….
Abrazo, Aquileana 🙂
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