Chesterton y el Islam

Vivimos unos tiempos en Occidente, en lo que todo lo lógico, lo correcto, lo objetivamente bueno es enemigo del hombre. Ello no es sino producto del relativismo perverso y aniquilante de la civilización europea.

Este engaño -el relativismo- obra con tal arte que parece que agrada y mejora al hombre cuanto más hiere. Vivimos una especie de masoquismo. Este relativismo asociado al autoengaño anestesia las conciencias, que no cree necesario entrar en el análisis de lo errores y su enmienda. e intenta apaciguar el descontento – de quien le queda algo- de sus conciencias. De este modo, lo subjetivo campa por sus caprichos en las dehesas de los fácil, de lo exento de compromiso. Esto es absurdo y, por tanto, demoníaco. A cuento citamos el Eclesiástico en 18,30: «No te dejes llevar de tus codicias y cohíbe tus deseos».

Y si de esta guisa está Occidente, ¿ cuál puede ser el empujón definitivo que arrase con el mundo occidental, de raíz cristiana?

Esta destrucción abarca aspectos de la vida individual y comunitaria del hombre, ten importantes como peligrosas. La una, el «disvalor» de la vida humana cuando es más indefensa; la otra la fuerza purificadora (entre comillas) de la religiosidad islámica. la primera es una .  gangrena, que antes o después será pagada por el pueblo pagano. La otra es una realidad a las puertas de la casa. Realidad anunciada hace años sino siglos.

Después de este prólogo tan largo, vamos a tomar, para hacernos cuenta del peligro que nos acecha, una novela «La taberna errante» de G.K. Chesterton. Es una novela jocosa sí, pero llena de enjundia, y como es corriente en el autor inglés, profética.

A Chesterton es obligado leerlo entrelíneas, para caer en el conocimiento lo que encubre tras el chiste, la paradoja, el alambicado estilo retórico; y en el libro que nos ocupa, la advertencia del peligro musulmán. Más allá de  la anécdota chestertoniana, comprender que nos precipita al abismo del mal. La expresión humorística y cargada de flema destapa proféticamente una realidad que ya – en el siglo XIX- es trágica y dolorosa para en Occidente europeo.

Esa realidad futura nos ala muestra Chesterton al poner el siguiente pensamiento  del musulmán turco lo : » Y estaba firmemente convencido de que los ingleses no tardarían en participar de su opinión, que, a su juicio, quedaba reforzada por los progresos del antialcoholismo» Los razonamientos del personaje musulmán son expuestos como si fueran las olas del mar que hacen un vaivén de lo jocoso a lo serio, tan propio de Chesterton (como de W.Wilder en el cine). Así nos presenta al orador turco más como un charlatán que como un sesudo moralista. Es ridículo, como muestra la prosopografía de sorna que encontramos en la página 30, ed. de Acuarela libros 2004. Nos lo presenta con un hablar estrambótico, dominado por sus tres vocales de la lengua árabe; para pasar a algo más serio como es determinar el origen sarraceno del pueblo inglés.

Va de  la jocundidad de hablar de nombres de cervezas y personas, que por comenzar con la sílaba al (como el artículo Alif Lam árabe) Alop, Ally, Sloper, Albert etc, llega a considerar al almirante Bembow, como árabe, al hacerlo pariente ante  por el parecido fonético con Amin Smin Bin Bloze; y remata diciendo, porque considera que el hecho de que haya más calles con el título de Crescent que de Croos, es otro argumento para hablar de la naturaleza islámica de Inglaterra.  Y termina en este animo islamizador cometiendo una verdadera ofensa al Cristianismo: » Comparad esta superabundancia de medias lunas, que cubre, por no decir que inunda toda la ciudad, con el tímido despliegue de las cruces que da testimonio de una superstición efímera ante la cual, tiempo ha, tuvisteis la debilidad de inclinaros.»

¿Eso es lo que hay?

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5 Respuestas a “Chesterton y el Islam

  1. Sin duda la novela que en esto días tenemos entre manos en el Club es de una actualidad manifiesta. Yo destacaría igual que expone Pickwick el carácter profético del autor. Genial las ideas y los argumentos del charlatán turco invocando el origen musulmán de muchas costumbres y tradiciones británicas, seguidos por la sumisión del racionalista miembro del gobierno Lord Ivywood, promotor de la ley seca. En verdad esta sátira historia da para mucho. Excelente entrada.

  2. Muy clarificador y oportuno, muchas gracias.

    Roger Jiménez

  3. Agradezco las opiniones de miguel50 y de rjimenezmonclus. un abrazo

  4. Muy superficial

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