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Remedo y puesta al día de un artículo de G.K. Chesterton

Acerca del artículo «Lectura y locura», recogido en el volumen de ensayos del mismo título. Publicado por Espuela de plata, Salamanca. 2008 . Como el texto es un poco más largo que otras veces, lo hemos colocado en una lugar  especial, en una nueva página del Chestertonblog.

La afición e incluso, la pasión de un bibliófilo por los libros, nuevos y viejos, más o menos enmohecidos puede entenderse más lúcida que la de algunos «juntaversos» de hoja subvencionada. Así como la monomanía y, además, obsesiva del viejo profesor por su anticuado  atuendo austero pero digno, es  posible considerarlas unas patologías menos importantes que las de las untadas damas de la alta sociedad, que pierden el norte y el sur por el último modelo de Versace.

Puede ser que el libro o los libros, es decir, las bibliotecas puedan aguardar silenciosos en sus anaqueles a alguno, para volverlo tarumba, pero, ¿cómo definir la entidad y ser de este tipo de demencia?

Consideramos que hay una cierta inclinación hacia este tipo de anormalidad, cuando damos más relieve al símbolo que al referente, como el avaro en cuanto que quiere más al dinero que una buena casa, un buen colegio para sus hijos, un magnífico automóvil, y unos deliciosos caldos y coquetos trajes… hasta dar al que no tiene. Pues sí, en este caso estamos ante un loco. El avaro es un loco. El avaro se ha hecho ajeno a la realidad. De semejante manera, el libro ejemplifica la posesión intelectual humana de la existencia. (… Y a todo esto, el más cuerdo héroe que los siglos han visto, quemando libros, previo escrutinio). Cuando el lector prefiere más al libro, símbolo cerrado de la vida, que a las perlas del conocimiento que encierra – referentes reales del vivir, del existir-, el lector es un avaro. El lector, el avaro, el uniaficionado, cae en la idolatría o único modo de ser ateo.

En este mundo de la idolatría no es lo peor que los idólatras -borrachos o bibliómanos- apunten alguna tendencia perversa, sino que muestren la ausencia de excelencias innatas. Porque el riesgo de enajenación mental en la literatura estriba no tanto en el amor exacerbado por el libro, cuanto en la separación de la vida, en el desinterés por el hombre y sus sentimientos y en lo que, precisamente, de humano recoge el libro recién cerrado.

Nacimiento de la liga distributista

En el Club Chesterton de Granada vamos a comenzar a estudiar la que es probablemente la obra de GK más relacionada con la actual crisis económica. Se trata de The Outline of Sanity, cuya última traducción al castellano ha sido bajo el título Los límites de la cordura, un análisis de la moderna sociedad industrial, del capitalismo y del socialismo, en el GK vierte sus ideas acerca del orden social fundamental. Abriremos una página para el libro y en ella –igual que en el caso de El hombre eterno– iremos colgando los capítulos con nuestra versión del texto y sus correspondientes comentarios.

Para quitar hierro a nuestra última entrada, muy intensa, hemos pensado colocar una anécdota que tenga que ver con el nuevo horizonte al que nos enfrentamos. GK había comenzado la publicación del GK’s Weekly en 1925, con un claro afán de reflexión sobre los problemas del hombre moderno, y uno de ellos –como no puede ser de otra manera- es la organización socio-económica. Durante esos años, la Revolución soviética se estaba consolidando y GK en colaboración con Belloc y otros muchos amigos- sintieron la necesidad de buscar soluciones más adecuadas al ser humano que las conocidas hasta ese momento, particularmente capitalismo y socialismo. Establecieron unos criterios básicos –recogidos en el libro mencionado- que iban publicando en el semanario.

Y a partir de ahora dejamos la palabra a Joseph Pearce, en su magistral biografía sobre GK, Sabiduría e inocencia, p.402-3, mostrando el ingenio y agudeza que siempre caracterizó a GK:

«Empezaron a argumentar que la doctrina tendría más crédito si encontraba expresión en una organización política; de este modo nació la Liga Distributista el 17 de septiembre de 1926, en el Essex Hall situado en el Strand. Chesterton abrió la sesión inaugural citando la afirmación de Francis Bacon de que «la propiedad es como el estiércol: sólo es buena cuando está extendida» y siguió diciendo que «la única idea de la Liga es restaurar la propiedad». A la semana siguiente, tuvo lugar la primera reunión del comité, y Chesterton fue elegido presidente en toda regla. Se discutieron nombres alternativos, como el de Cobbett Club, Liga de los luditas o Liga de los pequeños propietarios, y la discusión se prolongó en el G. K.’s Weekly en una serie de artículos:

«La Vaca y los Acres es un nombre apropiado para el pub en el que podríamos reunirnos, pero como planteamiento económico es demasiado limitado…

La Liga de los Hombres Pequeños (Presidente, G. K. Chesterton), puede parecer en principio que alude a los duendes, no obstante, ha tenido grandes apoyos entre nosotros.

Supongamos por otro lado que llamamos al movimiento La Liga de la Propiedad Perdida… En el conjunto de nuestra ideología, la idea de la restauración de la propiedad perdida es más esencial incluso que la idea de la libertad, tal y como la entendemos en la actualidad. La Liga para la Defensa de la Propiedad y la Libertad implica que la propiedad está ahí para ser defendida, mientras que la Liga de la Propiedad Perdida describe exactamente el estado de la cuestión».

Una nota sobre el nudismo

Hoy ofrecemos un texto breve de GK, perteneciente a El hombre corriente, y que por tanto debe estar escrito en 1935-36. Es corto y delicioso, y lo vamos a utilizar como botón de muestra de cómo pensaba GK. Para hacer frente a los retos de nuestro mundo utilizando a GK como herramienta, no se trata sólo de saber lo que pensaba, sino de aprender a pensar como él lo hacía. Este texto breve proporciona un montón de pistas.

Siempre tengo dudas sobre si dejar los textos de GK tal cual o explicarlos, pero entre los comentarios del blog y los comentarios de palabra con algunas personas, se me ocurre que podría utilizarse un sistema como el de las críticas de cine que avisan con la palabra Spoiler sobre lo que viene después: el que se sienta satisfecho con el texto original, que se plante.

Pero primero, el texto de ‘Una nota sobre el nudismo’:

«Algunos de los escritores modernos más inteligentes tienen una ligera costumbre contra la que quisiera protestar. Consiste en negarse de plano a tener en cuenta la opinión de los demás tal cual es y a considerarla según sus propios méritos. El escritor moderno debe de suponer que es una mera cuestión de elegir entre su propia extremada opinión y algo que está en el otro extremo. Encontré un curioso ejemplo de tal cosa en un excelente libro de Cicely Hamilton llamado Modern Germanies. Trata de la secta de los nudistas, que han renovado la vieja herejía de los adamitas y andan muy tranquilos sin ropa alguna encima, y se toman muy en serio; como si la desnudez fuera un invento moderno. Creo que la señorita Hamilton realmente estuvo dudando un poco, pues sus instintos de persona civilizada la movían a reír, y sus instintos de persona progresista, a aplaudir. ¿Qué hace entonces? Se pone a contar la vieja historia de Pablo y Virginia, la muy artificial y sentimental novela del siglo XVIII, en la que la heroína se ahoga porque se niega a quitarse la ropa. Después agrega que si ‘ella tuviera que elegir’ entre Virginia y cualquier chica alemana que encuentre más cómodo andar sin ropa, elegiría a ésta mejor que a aquella. Pero, antes que nada y en primer lugar, ¿por qué tendría ella ‘que elegir’? ¿Por qué no considerar al nudismo por sus propios méritos; y a la opinión que la gente sensata tiene de la ropa, también por sus propios méritos? Si yo tengo que juzgar a un borracho, lo haré sin tomar por los pelos la comparación con un faquir loco que deliberadamente murió de sed en el desierto. Si tengo que juzgar a un avaro, lo llamaré avaro, a pesar de la posible existencia de un noble vienés, loco y borracho, que arrojó diez mil monedas de oro a tina alcantarilla. No alcanzo a comprender por qué la señorita Hamilton recurre a una extravagancia para justificar otra.

Estatua de Lady Godiva, de William Reid (1949) en Coventry, UK

Estatua de Lady Godiva, de William Reid (1949) en Coventry, UK

Segundo, si supone que Virginia representa la moral normal, tradicional o cristiana, probablemente esté muy equivocada. Muchas autoridades del cristianismo le dirán que su idea del sacrificio se parecía mucho al pecado de suicidio. Porque Pablo y Virginia no fue escrita en un período cristiano, sino en uno del todo pagano, cuando la Francia prerrevolucionaria estaba enamorada de los estoicos paganos que no desaprobaron el suicidio. La historia misma se basa en gran parte en un viejo romance clásico. No puede tomarse como típico del cristianismo moderno, ni siquiera del cristianismo medieval. En este sentido, debe recordarse que Virginia es una heroína pagana, y que Godiva fue una heroína cristiana.

Por último, no estoy seguro de que yo eligiese a la muchacha alemana, si me obligaran a elegir. Podemos pensar que se hace un sacrificio a un código de honor equivocado, pero el sacrificio está ahí; y ahí está el honor. No tenemos razones para suponer que la nudista sabe siquiera lo que nosotros entendemos por honor. No sabemos nada de ella, excepto que no sabe lo que nosotros entendemos por dignidad. Como muestra llana de psicología práctica, creo que es muy posible que la pobre y equivocada doncella, que murió por su dignidad, también muriera por su país, como moriría por sus amigos, por su fe, o por su promesa o por cualquier otra obligación digna. De la otra mujer no sabemos nada, excepto que (con el cerdo y otros animales), se siente más cómoda sin ropa. A mi me parece que es una base insuficiente para inspirar confianza moral».

Y a partir de ahora, el Spoiler, con permiso:

Chesterton actúa como crítico de la cultura, atendiendo a lo que se publica a su alrededor, que a su vez atiende a los fenómenos globales. Como hoy…

-Descubre un patrón de conducta en los periodistas cuando se tienen que enfrentar a una realidad que no saben muy bien cómo enjuiciar y es entonces cuando se propone el dilema.

-Pero proponer un dilema no es juzgar por sí misma una cosa, máxime cuando uno no tiene mucha idea de los elementos que introduce en la disyuntiva.

-Una cuestión a tener en cuenta es que solemos pensar que todo lo que pasa a nuestro alrededor es nuevo, cuando en este caso es tan viejo como los adamitas –que recurren al más viejo de todos los hombres, que comenzó yendo desnudo, claro está. Pero habría que saber que el adamismo es una corriente que surge en el siglo II en el norte de África.

-La siguiente cuestión –por lo que tiene de defensa del cristianismo- es pensar que lo tradicional es cristiano por el hecho de serlo, y GK desmitifica la historia de Virginia, que murió por no querer quitarse la ropa -¡qué tontería!, diríamos hoy- siendo una moderna y romántica heroína pagana, mientras que Lady Godiva de Coventry –heroína cristiana de la Edad media- no tuvo reparos en quitarse la ropa para ayudar a sus súbditos cuando hizo falta.

-Por último, GK recurre a la cuestión de los valores –dignidad, honor, confianza moral: todos insisten en la educación en valores, pero a nadie le importan realmente los valores de los demás. Sin embargo, vivimos en sociedad.

Y además, dos apostillas. La primera sobre sus ejemplos: el avaro y el borracho, tan habituales y simpáticos en sus escritos. La segunda sobre su cultura, en contraste con la nuestra, que nos sabemos los éxitos deportivos y musicales, pero carecemos de referencias… sin más, de referencias.

La leyenda de San Francisco

Acabamos de celebrar la festividad de San Francisco de Asís: desde muy pronto, el joven Chesterton se interesó por su figura, escribiendo un ensayo en la época de colegio, y más tarde, en 1923, poco después de su conversión, una biografía fascinante, muchas veces editada.

Hoy publicamos un texto completo de GK de dimensiones asequibles, poco más de un folio -inaugurando así una nueva sección del blog-. Está recogido en Fábulas y cuentos, publicado por Valdemar, y apareció en el GK’s Weekly en 1926. Ironía y capacidad de intuición -¿don de la profecía?- son la mejor carta de presentación para este relato que habla de nuestros días. Lo publicamos en homenaje al Papa Francisco, que seguro que disfrutaría con su lectura, en el día de su patrono:

«San Francisco, que jugaba en los prados del cielo, había sido informado por su biznieto espiritual Fray Bacon (que se interesa por las cosas nuevas y curiosas) de que el mundo moderno estaba a punto de presenciar una importante celebración en honor del gran fundador. San Francisco, aparte de su gran amor hacia los miembros de su comunidad, sintió un deseo incontenible de estar presente; pero el beato Tomás Moro, que había visto el comienzo del mundo moderno y tenía sus dudas, movió la cabeza con ese humor melancólico que hacía de él una compañía tan encantadora.

-Me temo –dijo- que encontrarás muy desolador el actual estado del mundo para tus esperanzas de Sagrada Pobreza y de caridad con todas las cosas. Incluso cuando me fui (bastante bruscamente) los hombres empezaban a apoderarse codiciosamente de la tierra, a acumular oro y plata, a vivir nada más que para el placer y el regalo en las artes.

San Francisco dijo que estaba preparado para eso; pero aunque bajó a la tierra preparado en este sentido, al pasearse por el mundo se quedó perplejo.

Al principio tuvo cierta esperanza, no desprovista de santo temor, de que toda la gente se hubiera hecho franciscana. Casi nadie tenía tierras. Muchísimos estaban sin hogar. Si era verdad que todos habían estado acumulando propiedades, resultaba extraño que casi nadie tuviese nada. Entonces se encontró con un Filántropo, que le confesó que tenía ideales muy parecidos a los suyos, aunque no los exponía con la misma claridad; y San Francisco tuvo ocasión de disculparse, con todos sus buenos modales característicos, porque su voto le prohibiera llevar oro o plata en la bolsa.

-Yo nunca llevo dinero encima –dijo el Filántropo asintiendo con la cabeza-. Nuestro sistema de crédito se ha vuelto tan completo que en realidad las monedas resultan anticuadas.

Acto seguido sacó un trocito de papel y escribió en él; y el santo no pudo sino admirar la hermosa fe y simplicidad con que se aceptaba este garabato como sustitutivo del dinero en efectivo. Pero según ahondaba más en la conversación con el Filántropo, se iba volviendo más escéptico y desasosegado en su fuero interno. Por ejemplo, era indudable que, debido a ciertos votos sumamente respetables, el Filántropo y la mayoría de los demás comerciantes vestían de negro, de gris y de otros colores austeros. Desde luego, daba la impresión de que, en un rapto de humildad cristiana, se habían ataviado lo más horrendamente que podían, con unos sombreros y unos pantalones absolutamente espantosos para la sensibilidad artística del italiano. Pero cuando se puso a hablar con amable temor del sacrificio que hacían, y de lo duro que había sido incluso para él renunciar a las túnicas y capas púrpura, a los cinturones y los puños de espada dorados de su alegre y gallarda juventud, se quedó desconcertado al enterarse de que en esta época los mercaderes de su mismo gremio jamás habían sentido siquiera la tentación de llevar espada. Cada vez se iba convenciendo más de que pertenecían a un orden espiritual más puro que el suyo; pero, como este sentimiento no era nuevo para él, seguía confiando a estos ascetas los defectos de su propio ascetismo. Les contó cómo había gritado: «Aún puedo tener hijos», y cuánto lo atraía la vida familiar, cosa de la que todos se rieron y empezaron a explicar que pocos tenían hijos ni querían tenerlos. Y mientras seguían conversando, esa comprensión que está terriblemente alerta incluso en el más inocente de los santos empezó a apoderarse de él como una parálisis espantosa. No está claro si comprendió completamente cómo y por qué se negaban a sí mismos este placer natural; pero lo que sí es cierto es que regresó al cielo precipitadamente. Nadie sabe lo que piensan los santos en realidad, pero hubo quien dijo de él que había llegado a la conclusión de que las malas personas de su época eran mejores que las buenas de la nuestra».

Chesterton, profeta de nuestro tiempo

La gente corriente suele considerar profeta a la persona que anticipa la realización de un acontecimiento, que en sentido amplio, es más bien la capacidad de tener una determinada visión del futuro, normalmente con carácter condicionado. En el antiguo Testamento, los profetas son hombres de Dios, enviados para instruir al pueblo y mostrarles los errores que está cometiendo. Tienen la misión de enseñar y re-conducir al buen camino.

Siempre he considerado a GK un gran profeta, por su capacidad para proyectar las condiciones intelectuales y sociales de su época hacia delante: tenía el don de llegar a las últimas consecuencias de los hechos y de los argumentos, y los desafiaba con su brillante y divertida dialéctica, advirtiendo en los primeros síntomas lo que hoy vivimos de manera generalizada.

En El hombre corriente, he encontrado, sin embargo, una de las pocas veces que hace una afirmación tajante. Comentando las burlas de un periodista al espiritismo, habla con la solemnidad de un profeta. Eso sí, sin arrogarse especiales poderes, tan sólo invocando el sentido común. Pero 80 años después, estas palabras tienen plena vigencia.

«La experiencia mostrará que no es cierto que [el espiritismo] desaparece en todas partes frente al avance de la educación; por el contrario, algunos de sus más perversos ministros han sido los más altamente educados. La crónica mostrará que no es verdad que indique barbarie más que civilización; hubo más adoración de los malos espíritus en las ciudades de Aníbal y Moctezuma que entre los esquimales o los salvajes de Australia. Y el conocimiento de las ciudades modernas mostrará que se continúa practicando en Londres y París ahora mismo».

Como siempre, el método de GK nos ayuda a repensar nuestras creencias más asentadas: un ‘mundo civilizado’ ha de ser necesariamente mejor que uno que no lo es; la educación sería la solución para todos los problemas; el posible enemigo es el que está fuera, lejos de las fronteras…

El hombre corriente, un nuevo libro de Chesterton en español

Acabo de encontrar en las estanterías de la librería Dauro un nuevo libro de GK traducido al español: El hombre corriente, publicado por la Editorial Renacimiento, en la colección Espuela de Plata, que tiene un estilo propio de impresión, con un cierto aire antiguo muy atractivo. De hecho, la portada es la misma que la edición original, en la que el hombre corriente es interpelado por un grupo de vetustos personajes (que recuerdan al banquero de Mary Poppins) y que parece un catálogo de narices:

Es el último libro al que GK dio el visto bueno antes de morir, en 1936, y es casi un testamento vital de su propia visión del mundo, en defensa de la alegría de la vida cotidiana. Es, como la mayoría de sus obras, un conjunto de ensayos y artículos. Como siempre, echo de menos el momento y lugar de publicación inicial, porque ayuda a la interpretación de cada texto. Pero en cualquier caso, está lleno de esas felicidades que Borges encontraba en GK. Como muestra, sirva un botón:

«Es en nuestros propios hogares y en nuestro propio círculo, […], en las viejas enfermeras, en los caballeros con hobbies, en las solteronas charlatanas y en los enormes e incomparables mayordomos, donde podemos sentir la presencia de la sangre de dioses».

GK siempre debate con los intelectuales que defienden al hombre corriente del… hombre corriente, particularmente cuando son los hombres y mujeres comunes quienes sufrimos la crisis económica generada en buena parte por los especuladores financieros. En cualquier caso, ¿con qué palabras se podría hacer una exaltación más gloriosa del hombre corriente?

Addenda: Este libro contiene algunos de los mejores ensayos en mi opinión de GK, en los que proporciona claves interesantísimas para entender su pensamiento. En ese sentido, discrepo de los artículos que destaca Luis Daniel González en su reseña, que tienen carácter mas convencional. ‘El restablecimiento de la filosofía ¿Por qué?’, ‘El perfil de la libertad’ ‘Consultando la enciclopedia’ y ‘Si tuviera que predicar un único sermón’, son un auténtico testamento vital de GK, con relación a los temas y perspectivas que sintetizan su vida y su obra, explicados por él mismo, en relativamente pocas palabras. Esperamos poder analizarlos pronto en el Chestertonblog.