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CHESTERTON: EL ULTIMO CABALLERO CRISTIANO

Empezamos curso el Club Chesterton de Granada retomando la lectura ya iniciada en primavera del libro «La superstición del escéptico» que recoge debates, entrevistas y polémicas de G.K. Chesterton en distintos momentos. Está preparada y publicada por Ediciones Encuentro en este mismo año y traducida por Miguel Romero.

En este mes comentamos el capítula sobre la polémica suscitada entre Chesterton y G. Bernard Shaw sobre la religión y a raiz de nuestro encuentro nuestro nuevo compañero Pablo Valdivia nos ha hecho una reseña que publicamos a continuación…

Escribo esta reseña justo un par de horas después de haber asistido a mi primera reunión del club Chesterton de Granada. En ella se ha hablado de la disputa entre Shaw y Chesterton acerca de Dios y del papel de la religión en ambos pensadores.

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JORNADAS SOBRE EL DISTRIBUTISMO-

Tras el exito de las jornadas sobre el distributismo organizadas por el Club Chesterton de Granada durante los meses de febrero y marzo del presente 2025, colgamos los enlaces para acceder a la grabación de las correspondientes charlas…

TRES ACRES Y UNA VACA

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HISTORIA DE LA FAMILIA

ALGUNOS APUNTES SOBRE EL DISTRIBUTISMO

Terminado el libro de Historia de la Familia, y comentado en las reuniones de nuestro club, veo que Chesterton expone claramente la defensa de la vida familiar, en torno a una pequeña propiedad como el único camino para alcanzar una sociedad justa y una vida feliz. Idea por otra parte ya expuesta en muchas de sus obras como por ejemplo en “ Lo que está mal en el Mundo”.

Su teoría económica, compartida con Belloc, llamada distributismo, ya que se basa en la justicia distributiva, defiende pues esta idea, base por otra parte de toda la doctrina social de la Iglesia cuyo principal exponente es la Encíclica Rerum Novarum de León XIII.

Esta doctrina defiende fervientemente el derecho a la propiedad privada de la familia, en contraposición a las teorías socialistas, considerando que:

”Lo mismo que el Estado, es la familia una verdadera sociedad, regida por un poder que le es propio a saber: el Paterno, por esto tiene que, dentro de los límites que su fin próximo le prescribe, procurar y aplicar los medios que para su bienestar y justa libertad son necesarios”.

Esta Encíclica publicada en 1.891 parece responder a las necesidades que por una parte, la agitación social y luchas que la aparición del marxismo había propiciado desde mediados del s. XIX , y de otra y como origen de esta, los abusos que el capitalismo salvaje e incontrolado estaba produciendo.

Federico Engels, publica en 1.884 su obra “ El origen de la Familia y del Estado” donde claramente establece que:

”La familia es la primera célula económica de la sociedad donde el padre, que es el que tiene la autoridad es el primer explotador y opresor contra el que hay que rebelarse, y de ahí que, primero la mujer y luego los hijos deben luchar contra él. La mujer, para esto, debe salir y establecer su independencia económica trbajando, con lo que ya tenemos el primer pilar para la disgregación y desestructuración de la familia.»

Señala Chesterton que ¿ cómo se puede decir que la mujer va a ser más feliz siendo explotada por un empresario que trbajando por amor a su propia familia?. Ciertamente, no puedo estar más de acuerdo con Chesterton, lo que no entiendo es que señala como único causante de esta nueva situación o aspiración de la mujer a la emancipación de la autoridad del marido con la consiguiente desestructuración de la familia, al capitalismo, ignorando al padre ideológico de esto que es el socialismo o comunismo, y que es quien extendió esta “ necesidad” en la mujer de las clases trabajadoras. En mi modesta opinión el capitalismo se aprovecha de esta semilla que ya estaba sembrada en las masas proletarias, porque lo único que busca el capitalismo es el lucro económico y el crecimiento continuo de su capital, muy de acuerdo también con la idea religiosa del protestantismo reinante el los paises del norte de Europa y Estados unidos, donde surgió.

El distributismo, al seguir los principios morales de la doctina social de la iglesia, y no los económicos, defiende el legítimo derecho de la familia a, mediante el trbajo, conseguir un crecimiento económico que permita satisfacer las necesidades de su familia, pero no la acumulación de bienes en unas pocas manos en detrimento de otros, mediante virtudes morales como la solidaridad. Pero ¿ se puede imponer la solidaridad por ley? ¿Todos los hombres son buenos y justos? Habla de encargar el control a unas autoridades locales y cercanas ya que hablamos siempre de pequeñas comunidades de pequeños propietarios. ¿ Quién elige a esas autoridades?, ¿quien las controla?. Hablamos de la diferencia entre lo que “es” y lo que “ debe ser”, el “sein” y el “solen” de los filósofos alemanes.

Esa autoridad la va asumiendo el Estado. La Alemania de Bismarck es la primera que percibe la necesidad de controlar la presión de una clase trabajadora en auge por el tránsito de una economía agrícola, a una economía industrial y por la difusión de las ideas socialistas. Ante estas situaciones el Estado va aumiendo, como digo, las tareas de protección social. Comienza con la Ley de 15 de junio de 1.883 en Alemania que aprueba el Seguro de Enfermedad y se convierte en la primera Ley de Seguro Social Obligatorio de aplicación general en el mundo. En 1.884 se aprueba la Ley de Seguro de Accidentes gestionando por mutuas de empresarios según ramas de actividad. ( En España, esta Ley es de 1.900, y es la que marca la creación de la Seguridad Social). En 1.889

la Ley de Seguro por Vejez e Invalidez.

Desde entonces hasta 1.915 se extienden por Europa los seguros obligatorios de accidentes y enfermedad, así como de Vejez e Invalidez. Inglaterra introduce el seguro obligatorio de Paro el 1.911. Entre 1.915 y 1.930 se produce una importante expansión de los Seguros Sociales incluso fuera de Europa.

Es repito, la intervención positiva del Estado( el único que tiene capacidad coercitiva) que rompe con el enfoque liberal hasta entonces dominante y queda articulada la recopilación del Código de Seguros Sociales de 1.911

En el aspecto económico la finasnciación aportada por el Estado, no se corresponde con la importancia y la amplitud del conjunto de los seguros establecidos y el coste recae sobre las cuotas mayormente de empresarios y también en menor medida, de trabajadores. No obstante, a pesar de las deficiencias achacables a los seguros sociales, su nota característica es la obligatoriedad, y hay que reconocer que constituyen el paso definitivo para la consolidación de los sistemas públicos de protección de los trabajadores y el tránsito necesario hacia los actuales sistemas de Seguridad Social.

Me llama la atención y me pregunto si todas estas circunstancias han sido consideradas o tenidas en cuenta a la hora de establecer la teoría Distributista, ya que no la conozco en profundidad así como tambiém desconozco toda la extensa obra de Chesterton y de Belloc y por tanto cómo se puede aplicar su doctrina hoy día. Será bien recibida cualquier aclaración que me podáis facilitar.

CHESTERTON VS WILLIAM R. INGE

                         

            Chesterton en su artículo “Las supersticiones protestantes”, analiza un texto del deán de San Pablo de Londrés, que pasamos a comentar.

            Leído cuidadosamente, y conocida la personalidad del deán Inge, vamos, con el auxilio de Chesterton, a extraer una serie de consecuencias que nos acercan a algunas falacias contra-católicas. En estas falacias y supersticiones, que no son más que ataques a la teología y fe católicas, el deán emplea un tipo de pensamiento refutatorio pueril y antediluviano: así en su exposición, el autor Inge no define, previamente, los conceptos que utiliza; de tal modo que una vez que lanza su aserto, al rebatir una idea o pensamiento, replica simplistamente con el método “me gusta” o “no me gusta”, como si una cuestión filosófica o doctrinal fuera igual que la contemplación de una pintura o un paisaje. Obviamente, son objeciones no razonadas, nada lógicas y, en absoluto, nada razonables. Además, en primera instancia, también es de buen razonar – según el deán de San Pablo- aceptar la opinión de lo que cualquiera diga, sin tener en cuenta el rigor y formación que tenga el que opina; a este respecto, nos dice Chesterton:”Pero cuando una persona asume la postura absurda de creer lo que cualquier otro pueda creer, ante todo quisiéramos saber en qué cree, cuáles son los principios en los que cree; y, sobre todo, en que cosas no cree”.

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FORJADORES DEL MUNDO CONTEMPORANEO

GILBERT KEITH CHESTERTON
(maestro de la paradoja en la apología del Catolicismo)
(1874-1936)

Hace poco mas de un mes, en una breve estancia en un hotel madrileño y mientras disfrutábamos Paloma y yo. de un rato de descanso en un saloncito junto a la cafetería, me puse a curiosear entre la pequeña biblioteca de ejemplares rescatados, Dios sabe donde, y descubrí una colección en cuatro tomos de biografías de grandes personajes del siglo XIX y XX. Fue publicada en 1960 por la editorial Planeta y viene a dedicar unas 10 páginas a cada uno de ellos, sumando en sus cuatro tomos un total de mas de 250 biografiados. Por supuesto, lo primero que suscitó mi curiosidad fue si encontraría allí a nuestro querido Gilbert y, en efecto, en el tomo IV apareció, y debo confesar, que disfruté con la semblanza tan completa que en diez paginas hace Vicente Marrero, colaborador de esta colección. Pocas fechas y datos de los que facilmente encontramos en la web, pero un certero y placentero análisis de tan preciado personaje. Como no la encontrareis en Internet, me he atrevido a digitalizar dicho artículo y compartirlo con vosotros y os animo no obstante a, como hice yo, buscar y adquirir la colección completa que es fácil, en librerías de viejo o en la misma web y a precio de ganga.

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SOLUCION AL «ENIGMA DEL PROGRESO»

Tras cuatro semanas de «misterio» os revelo hoy la autoría del ensayo que a modo de juego os propuse en la anterior entrada. Es por ello que quién no haya llegado a leérsela, debería empezar por ello antes de pulsar «sigue leyendo»…

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El «enigma» del progreso.

Hoy he pensado proponeros un juego. Debajo dejo un ensayo sobre el progreso. No os digo cuando, donde ni quién lo ha escrito, pero os animo a que lo adivineis. No es quizá tan importante descubrir al autor (eso sería de matricula) como intentar deducir cuando se ha podido escribir, así como reflexionar sobre el credo religioso, político, filosófico del autor. Os invito a contestar o elucubrar vuestras ideas en los comentarios y próximamente os revelo la respuesta.

¿Qué os parece? Animo

» El entusiasmo por el progreso ha ido disminuyendo, disminuyendo. Apenas quedan ya vestigios de él, ni en los más optimistas. No es que el progreso haya dejado de progresar. Progresa, al contrario, día tras día más rápidamente. Pero en lo que no importa, o en lo que valdría más que no hubiera dado ni un paso. La bomba atómica es un progreso, inmenso, sobre el fusil. Valdría más que no existiera ni el fusil. Esto sería un progreso, no aquello. A aquello tienden todos los progresos. 

Se esperaba otra cosa. Al aparecer la idea del progreso, qué no se prometieron los hombres traído por él? Sin razón, desde luego. Nada de fuera importará jamás nada. Es el hombre el que ha de cambiar. Si él no cambia, todos los cambios que haga sufrir a lo exterior llevarán, al fin, a callejón sin salida. A callejón sin salida nos ha llevado ya el progreso, los cambios de lo exterior no correspondientes a cambios íntimos. Mejor dicho, a ningún cambio íntimo. Todo ha sido trastornado en vano. Las ínfimas ventajas conseguidas, ínfimas hasta la desesperación, þara pocos, aunque se pregone que þara muchos. Los muchos, en los campos, todavía viven revueltos con los animales; y en las ciudades, en tugurios infectos, impropios hasta para los animales. Brillo  exterior, y superficial, cuando existe, miseria interior, y profunda, tras las apariencias. El hombre ha sido como vaciado de su substancia por los cambios exteriores, Y ahí está, a merced de esos cambios, que tantos bienes le habían de traer, y que sólo le amenazan con males. 

Si el progreso hubiera tomado otro camino, se dice, otra cosa fuera. Nadie se detiene a considerar si þodia tomar otro camino. En manos torpes no hay instrumento bueno. Se tendría que haber comenzado por acabar con la torpeza de las manos. Ni se pensó en eso. Y ahí tenemos al instrumento, no ya manejado por manos torpes, sino dueño de esas manos, de las que ha hecho sus esclavas. 

Pareció, durante algún tiempo, que el progreso, en algunos de los aspectos en que importa, se iba abriendo paso. Una crisis puso fin, fácil, fácilmente, a su marcha por ese sendero. Desde entonces, por ese sendero, no se ha dejado de caminar hacia atrás. Qué ha sido de las libertades, relativas, pero cada vez mayores, que se fueron adquiriendo en los últimos años del siglo pasado y los primeros del que corre? Poco a poco han ido desapareciendo. Ni recuerdo queda ya de ellas. 

Se puede ir, gracias al progreso en lo que no  importa, de un lugar a otro de la tierra en unas horas. Si nos preguntamos para qué, salta a los ojos la inanidad de lo conseguido. Y pueden ir, de un lugar a otro de la tierra, pocos. La inmensa mayoría no tiene libertad de movimientos, aunque le fuera dable, y no le es dable, ni para cambiar de casa. Con la misma velocidad que el progreso ha marchado en lo que no importa, se ha ido hacia atrás en lo que importa. Deslumbrados por el brillo exterior, los hombres se han ocupado menos que nunca del perfeccionamiento interior, lo único que habría sido un progreso real. Correr por correr no es adelanto, parece una simpleza decirlo. No se ha hecho otra cosa que correr por correr. Y, naturalmente, no se ha llegado a parte alguna, salvo al callejón sin salida en que estamos. Y del que hallar salida no es fácil. Por lo menos con el progreso. Nos hundiría éste más aún en él. Basta abrir los ojos para verlo. Cada paso por el camino que el progreso ha tomado es un paso hacia el no ser. Y volver hacia atrás, aunque hacia atrás nos lleve en tantas cosas, no es solución que valga. ¿Qué hacer? Como en muchos otros problemas, esta pregunta, dirigida por cada hombre a sí mismo, seria un principio de solución. No nos hacian falta la mayor parte de las cosas que el progreso nos ha traido, en aquello que podría decirse que importa; que ha traído, mejor dicho, para algunos. Volverles la espalda sería actitud digna. Traería esa actitud digna otras. Entre ellas, la de mirarse a sí mismo y descubrir, con esa mirada, las tareas que se han descuidado. En primer lugar, la del perfeccionamiento propio, más descuidada que todas, y única que importaría. Todo lo demás, incluso lo que el progreso prometía, y no ha traído, nos sería dado þor añadidura. Es difícil, justamente por el casi no ser a que el progreso nos ha llevado, ese mirarse a sí mis- mo. En la misma medida en que no se venza la dificultad nos iremos hundiendo en el callejón sin salida en que el progreso nos ha metido. 

Al progreso, personificado, porque en la misma proporción en que el hombre pierde la personalidad personifica sus creaciones, las creaciones salidas de sus manos torpes, le es indiferente nuestro destino, se ha dicho, con razón, indiscutiblemente. Sin þensar que por eso mismo tendríamos que volverle la espalda, con desdén. Cuanto más profundo fuera éste, mejor. Daría idea del propósito de tomar otro camino. Por donde acaso, o seguramente, se encontraría un progreso que lo fuera. Porque si el progreso no es þerfeccionamiento de lo que importa, no importa. En absoluto. A la vista está. Basta mirar bien. Miremos bien. Iremos por ahi a la actitud digna. Que traería otras. Que traería la salida. Mañana þuede ser tarde. Llegará mañana, seguramente, sin que se haya hecho nada. Será, pues, tarde. El progreso nos hundirá, porque le es indiferente nuestro destino, en abismo en que no habrá ya destino del cual preocuparse. 

De la evolución, también personificada, se ha dicho lo mismo que del progreso: que le es indiferente nuestro destino. Dejémosla, pues, ahí, con su indiferencia, si es posible con indiferencia mayor. El hombre no es la medida de todas las cosas. Pero en este mundo, que es el suyo, lo que está fuera de su medida para nada le vale. El progreso y la evolución, que escapan de sus manos, por torpes, y que acaso escaþarán también de ellas aun cuando no fueran torpes, debe dejarlos al margen para seguir su camino, para trazarse su destino. Que es lo único que importa. Sin el hombre, el progreso y la evolución, a los que no imþorta su destino, no tendrían destino. No hay que bajar la cabeza ante lo que, al fin y al cabo, tendría que bajarla si la alzáramos.»

LA SACRAMENTALIDAD NATURAL. EL MISTERIO DE LA VIDA EN CHESTERTON.

        En la actualidad, como en tantas otras épocas, para muchos, la vida es una carga pesada; y a menudo, nos encontramos con movimientos y opiniones generalizadas bastantes negativas y estrechas que para nada favorecen una vida en plenitud, una vida para ser vivida con alegría.

      Por un lado, todavía quedan vestigios de esa rigidez y escrupulosidad casi puritana que rechaza la naturaleza y aquellos, para quienes el mundo no es la creación del Dios Padre y Bueno: su visión  del mundo nada tiene que ver con  la ritualista, sacramental, devocional y festiva del cristianismo. Por otro lado, dominan el ambiente todas aquellas teorías que anulan la existencia de cualquier cosa que no pueda ser estudiada y comprendida, y aquellas, que ponen su razón de vida en el mundo, sin dependencia alguna de Dios; no consideran que la religión es parte integrante de la naturaleza del hombre como su inteligencia o su memoria.          Con todas estas hipótesis pululando a nuestro alrededor, es difícil discernir cuál es el verdadero carácter del mundo en la vida de cada hombre. No podemos, ni debemos evitar el contacto con el orden de cosas del mundo creado por Dios, pero sí que no debemos considerarlo el punto final de nuestra existencia. Por este motivo  y rememorando aquella oración que producía tanto impacto en mí cada vez que la rezaba en mi infancia, aquella que  hablaba  de este mundo como un destierro y un valle de lágrimas, pues estaba invadido por el mal y destruido así, el modo de vida hermoso y sencillo, me he dispuesto a abordar el tema desde la perspectiva maravillosa de Chesterton; no como una utopía ni como una quimera o fantasía sino como una realidad que puede ser vivida y que hace referencia a esa sacramentalidad natural que nos ofrece el cristianismo.   

     La idea primordial y profunda que atraviesa toda la obra de Chesterton, ya sean sus novelas, ensayos, poesía o teatro, es ese humilde y maravilloso acercamiento al mundo, a la creación como participación  de esa eternidad  que gozaremos, que ya comenzamos a gustar en esta vida que se nos ha dado y que no depende tanto de los momentos  de dicha o felicidad ni de aquellos que nos producen sufrimiento o dolor sino que es una idea, un pensamiento, un hecho que nos  hace sentir una felicidad interior muy por encima de los acontecimientos.  

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