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Un estudio comparativo…

Me gusta el texto del enlace adjunto porque trasluce la ilusión del autor, su deseo de penetrar en el hondo del alma humana, y sentir lo que sintieron los personajes de los que habla. Y también me gusta porque el contexto es una revista virtual puesta en marcha por estudiantes: por lo que he podido comprobar, lo hacen muy bien. Se llama Ginkgo Biloba.

Cuando comenzamos el Chestertonblog nos propusimos recoger algunos textos o artículos sobre GK, al menos en lengua castellana. La cantidad de material existente en la red hace difícil recogerlo todo, pero al menos podemos divulgar lo que va saliendo. El que enlazo a continuación me gusta porque se ve que está escrito por algún joven lleno de ideales, que escribe sobre el proceso de conversión de GK. Ya hemos dicho varias veces que la faceta confesional o cristiana de Chesterton no es la que pretendemos destacar en este blog, sino sobre todo, su aportación para la comprensión del mundo moderno. Pero, obviamente, no se pueden separar: la experiencia de la vida tiene siempre un contexto social, que aparece reflejado en la transformación que supone la conversión.

 El artículo se llama Chesterton el católico y su autor es Juan Riveros, al que felicitamos desde aquí por la calidad de su trabajo y animamos a seguir profundizando en la figura de GK.

El hombre alegre

La alegría, el optimismo y la vitalidad del cristiano es una idea nuclear que subyace de manera constante en el pensamiento chestertoniano. Y la fuente de estos joviales sentimientos es la Fe.  Una Fe esperanzadora, luminosa y omnipresente que resplandece en el horizonte vital del cristiano: «Agua milagrosa que sacia nuestra sed, sustenta nuestras aspiraciones  e irradia destellos de ilusión».

Este es el estado natural del hombre; la pena y la tristeza son periodos excepcionales. La vitalidad ha de tender a expandirse y a contagiarse. El hombre es más humano cuando está feliz. Los cristianos tenemos la obligación de estar alegres y hacer alegres a los demás. Hemos de tener un corazón alegre y así poder cantar por las maravillas que el creador ha puesto en la tierra.

Claro exponente de dicho espíritu jovial y alegre es San Francisco de Asís.  En la bellísima bibliografía que hace GK. Chesterton, (Biblioteca Homo Legens) describe las primeras consecuencias de la  transformación sufrida por el hijo del noble comerciante de telas:

«No tenía ni un céntimo, no tenía familia, según todas las apariencias no tenía ni oficio ni plan ni esperanza en el mundo; y según se internaba bajo los árboles escarchados, rompió a cantar.»

Aparentemente no tenía nada, pero realmente lo tenía todo. Era un hombre feliz.

Jugando hábilmente  con las palabras, define también al poverello, no solo como humanista,  sino como humorista también, que se deja llevar por su humor (y por su amor, diría yo) que va a su aire, en definitiva, hace lo que le viene en  gana y lo hace con alegría.

Juglar, humanista, humorista y poeta. Poeta único y excepcional, ya que poseía un privilegio habitualmente vedado al resto de los poetas, pudiéndosele calificar como el «único poeta feliz entre los poetas infelices del mundo».

También describirá a S. Francisco más adelante  en lo referente a su modo de vida, como un  asceta, pero paradójicamente señala que ese ascetismo, «era desde cierto ángulo el colmo del optimismo.»

Al final del capítulo III, y describiendo el autor el calamitoso y frágil aspecto del santo, por sus constantes ayunos y vigilias por llevar su simple camisa de crin incluso en el crudo invierno, tras tumbarse desnudo sobre el suelo, probando así su insignificancia y nimiedad, continua:

«Y podemos decir, casi con la misma honda certidumbre, que las estrellas que pasaban sobre aquel cadáver enjuto y consumido, despojado sobre el suelo pedregoso, por una vez, en todos sus brillantes ciclos en torno al mundo de la afanosa humanidad, vieron a un hombre feliz.»

Sirva este pequeño recordatorio, para despedir el mes que comenzó con la festividad de uno de los hombres más humildes y a la vez grandes de la historia.

Un nuevo capítulo de El hombre eterno

La página del blog llamada El hombre eterno sigue creciendo. Como estaba previsto, seguimos añadiendo capítulos glosados y estructurados, para facilitar su lectura, en formato de prueba, pero accesible al que lo desee.

El capítulo se llama Las cinco muertes del cristianismo, y es un interesante ejercicio de filosofía de la historia. La idea principal es que, dada la capacidad del cristianismo de insertarse en la sociedad y pertenecer a una época determinada de la sociedad, lo suyo es que hubiera muerto, con el resto de elementos de su época: así pudo pasar en la época romana y tras la Edad Media. Y no sólo eso, si no que a veces ha habido quien ha intentado matar al cristianismo, dada la fuerza que presentaba. E incluso peor aún: parecía que el cristianismo moría por sí mismo, por la debilidad de sus miembros. Sin embargo, lo que ha sucedido es algo tan inesperado como la resurrección de Jesucristo: ha vuelto a renacer, siempre mostrando nuevas facetas.

Muchas veces hemos oído decir que el cristianismo es algo viejo, casi medieval, de la época de las catedrales, que ya está a punto de desaparecer, como un río que llega al estuario y se funde con el mar, tras hacer su aportación a la historia de la humanidad. Pero el cristianismo no despareció con la llegada de la modernidad. Nietzsche predicó la muerte de Dios. Pero «fue una sorpresa y un rompecabezas, porque a la mayoría de la gente le pareció como un río retornando desde el mar e intentando subir nuevamente hacia las montañas».

¿Vivimos hoy una época parecida, de muerte del cristianismo? Además de sus metáforas brillantes, GK ofrece argumentos y ejemplos. en este capítulo se encuentran las palabras que un blog amigo, Siguiendo a Chesterton, tiene como subtítulo: «Una cosa muerta puede ser arrastrada por la corriente, pero sólo algo vivo puede ir contra ella». GK hace también de profeta en este capítulo, como tendremos ocasión de ver. Pero el mérito de GK este capítulo no está en anticipar determinados acontecimientos, sino en mostrar la forma concreta en que a lo largo de los siglos han ido tomado las  palabras de Jesús:  ‘Los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán’.

Ciencias de la religión

Con respecto a los misioneros afirma Chesterton: «Resulta bastante ridículo preguntar a un hombre (misionero) que está a punto de ser hervido en un caldero para ser devorado a continuación en el transcurso de una celebración religiosa, porqué no considera todas las religiones igualmente amistosas y fraternales» (pág, 301, Ed. Cristiandad).

En los últimos años a pesar del laicismo militante en los ambientes universitarios, sin embargo abundan en casi todas las facultades estudios y programas sobre la Ciencia de las Religiones. En la mayoría de los casos se busca demostrar que todas las religiones son iguales, dado que a grandes rasgos buscan lo mismo. Nada más falso!!!

Si se habla de igualdad siempre hay que tener un término de comparación. Por ejemplo todas las religiones son iguales con respecto a la ley jurídica. Pero con respecto a la verdad, sería una falacia terrible decir que dos afirmaciones contrarias (varias reencarnaciones y una única vida terrestre; Jesús Hijo de Dios versus la espera del Mesías político judío) son igualmente verdades en las mismas condiciones (tiempo, lugar).

Ciertamente la frase de Chesterton deja claro esta mentira moderna. Uno de los retos más difíciles del cristiano de hoy en día es ser convencido el mismo de la unicidad del cristianismo con respecto a las demás «religiones». Aconsejo leer todo el capítulo V, La huida del paganismo, del Hombre eterno.

El hombre eterno, de Chesterton

La entrada de hoy está dedicada a El hombre eterno, uno de los libros más importantes de GK. En concreto estoy analizando el capítulo ‘La huida del paganismo’, en el que argumenta por qué el mundo occidental dejó de ser pagano.

Es comprensible que la gente quiera citar a Chesterton, porque sus frases son magníficas: todas las características del paganismo eran ‘demasiado viejas para morir’, aunque condujeran a la nada. Y de hecho, vuelven a resurgir. Pero lo hacen de otra manera. El paganismo de hoy -imbuido de cientifismo y materialismo- tiene muchas características del cristianismo. Pero hay una que GK se detiene a considerar: el afán militante. Ninguna filosofía ni religión del mundo antiguo u oriental han considerado la necesidad de unir las creencias filosóficas con las mitológicas, como tampoco se trataba de unir las creencias con la vida. Sin embargo, la Iglesia lo hizo, porque estaba convencida de tener la verdad y se convirtió en una Iglesia militante. Y el Islam, que imita a la Iglesia en algunas cuestiones, tomó esta parte y la exageró al máximo. Lo mismo hacen hoy los laicistas cuando quieren retirar la práctica religiosa al ámbito exclusivamente privado.