Seguimos comentando los seis puntos de Por qué soy católico, que constituyen una visión de la antropología de Chesterton. Hoy vamos con el 4º, pero pueden verse los anteriores (pasión por la verdad, la igualdad humana, la liberación de ser hijo del tiempo):
4. [El cristianismo] es lo único que habla como si fuese verdad, como si fuese un mensajero auténtico que se niega a interferir con un mensaje auténtico.
Cualquier cristiano formado que lea esto lo entenderá perfectamente: el cristianismo se entiende a sí mismo como depositario de una verdad revelada –a lo largo de los siglos, a través del pueblo de Israel, particularmente a través del Antiguo Testamento- que llega a su plenitud con la llegada de Jesucristo –Dios que se hace verdadero hombre e inaugura la Nueva Alianza o Nuevo Testamento- para completar esa revelación divina, el mensaje de salvación y plenitud que tiene que durar hasta el final de los tiempos. Los cristianos saben igualmente que la Biblia necesita interpretación, pues forma parte de una tradición del pueblo hebreo asumida por los primeros cristianos-, ya que de la lectura literal surgen algunas incongruencias con el sentido común, como puede ser la edad de la tierra, que choca con las evidencias científicas.
La ciencia nunca ha sido un problema para la Iglesia católica, pues sabe que Dios ha creado el mundo y no puede haber incongruencias entre la fe y la verdadera ciencia. Chesterton lo explica así en el libro sobre Santo Tomás, que quería permitir que se pudiera acceder a la única verdad por dos caminos precisamente porque estaba seguro de que sólo existe una verdad. Por ser la fe la única verdad, nada podía descubrirse en la naturaleza que en última instancia contradijese a la fe. Por ser la fe la única verdad, nada realmente deducido de la fe podría en última instancia contradecir a los hechos. Era sin duda una confianza curiosamente osada en la realidad de su religión, y aunque algunos aún persistan en disputarla, ha sido justificado (3-29).
Con los siglos, las verdades que componen el núcleo de la fe se han reunido en un conjunto de dogmas, que abarcan algo más allá del Credo –aunque se derivan de él- afectando frecuentemente a cuestiones de antropología y de vida cotidiana, muchas de ellas contestadas no sólo por los herejes de otros tiempos, sino por numerosas personas –intelectuales o no- en el mundo moderno. La Iglesia defiende esas verdades como recibidas de Dios, como cuando define de fe la Asunción de Santa María, la existencia del alma, pero también cuando rechaza la investigación con embriones humanos y cuando se niega a aceptar el divorcio o la ordenación sacerdotal de mujeres. Sobre todos estos temas, la Iglesia dice siempre lo mismo: o bien ha estado claro desde el principio, o bien son verdades desarrolladas con posterioridad, pero implícitas en el patrimonio recibido: la Iglesia no se siente con poder para cambiar estos criterios de pensamiento y actuación.
Chesterton conocía y aceptaba todo esto con naturalidad, pero –mientras trabajamos a fondo el libro sobre Santo Tomás de Aquino– creo que Chesterton nos puede ayudar a llegar algo más lejos, particularmente para aceptar la realidad del mundo material como algo que forma parte de ese patrimonio o realidad recibida de Dios y que hay que conservar.
Aquí hay tres cuestiones implicadas:
- La idea de un mensaje considerado verdadero.
- La idea de un depósito, es decir, algo que hay que guardar, que implica algún tipo de medidas para que no se desvirtúe, principalmente a través de la constitución de algún tipo de autoridad.
- La idea de ser no sólo depositario, sino también mensajero, es decir, difusor de ese mensaje.
Hemos hecho referencia en el Chestertonblog, en numerosas ocasiones, a la juventud de Chesterton, a esa inquietud suya por conocer el origen de su propia existencia, a ese deseo de rebelarse ante el pesimismo dominante y el solipsismo de convencerse de que su estrecha verdad era la verdad verdadera, tal y como veía en las ideas de las personas de su tiempo, un relativismo que persiste hoy, incluso entre cristianos con relativa formación. Pero Chesterton era ambicioso y no pararía hasta descubrir la verdad, esa verdad que pasa por la humildad, por reconocer que somos creados y que todo lo que nos rodea no es sino un inmenso regalo, aunque conlleve algunas condiciones, impuestas por el Artista creador de tanta maravilla –véase Ortodoxia-.
En su evolución, Chesterton reconoce que los criterios que él ha establecido para vivir una vida verdaderamente humana coinciden con los que desde hacía casi 2000 años venía enseñando la Iglesia católica y –aunque hasta los 48 años no abrazó formalmente esta fe- continuó desarrollando algunas de sus propias ideas, coincidentes con las de algunos personajes católicos, particularmente San Francisco de Asís y Santo Tomás de Aquino, sobre los que escribió un libro para cada uno. De ambos libros se desprende hasta qué punto Chesterton comprendió valor del mundo material, una categoría que no es fácil expresar en pocas palabras. Vamos a dejar que sea el propio Chesterton quien nos explique bien qué significa que el mundo material en el que vivimos forma también parte del mensaje que Dios ha entregado al hombre:
El Cuerpo había dejado de ser lo que era cuando Platón y Porfirio y los viejos místicos lo dieron por muerto: había colgado de un patíbulo, se había alzado de un sepulcro. Ya no era posible que el alma despreciara a los sentidos, que habían sido órganos de algo que era más que hombre. Platón podría despreciar la carne, pero Dios no la había despreciado (4-27).
Nadie entenderá la filosofía tomista –ni de hecho la filosofía católica- sin percatarse de que su elemento primario y fundamental es absolutamente la alabanza de la vida, la alabanza del ser, la alabanza de Dios como Creador del mundo (4-11).
He colocado estas citas porque no han aparecido aún en el Chestertonblog. No es posible glosar la crítica que Chesterton hace a la filosofía moderna, materialista sólo de apariencia, pero realmente idealista, por sus raíces en el subjetivismo.
En cuanto a la idea de la autoridad, en el mismo libro de Santo Tomás hallamos una glosa, en el espléndido sentido de explicar para qué sirve verdaderamente la autoridad, frente a la extendida idea de oscuras camarillas que reprimen a los seres humanos. La idea de considerar negativamente la naturaleza está siempre presente, en todas las culturas, asociada a un ascetismo que no tiene por qué ser necesariamente positivo. Aunque la palabra tenga origen religioso, hoy encontramos ese ascetismo por todas partes a nuestro alrededor –en las dietas, en el deporte y el cultivo del cuerpo, en la adicción al trabajo-, una especie de neopuritanismo vacío de connotaciones religiosas, o mejor, lleno de consideraciones pseudo-religiosas… no impuestas por autoridad alguna. Hubo una época en la que llegó a tales extremos –durante la Edad Media, con los albigenses- que el cuerpo se consideró una cosa absolutamente pecaminosa, particularmente las relaciones sexuales, hasta las legítimas entre esposos –hasta el punto de no casarse para mantenerse puros. La Iglesia salió en defensa del dogma de la dignidad del cuerpo y de la materia, para acabar con aquella herejía, pues un cabal conocimiento de la humanidad le dirá a cualquiera que la religión es una cosa muy terrible, que es verdaderamente un fuego devorador, y que tan frecuente es que sea necesaria la autoridad para ponerle freno como para imponerla. El ascetismo –la ‘guerra a los apetitos’- es también un apetito. Nunca se podrá eliminar de entre las ambiciones extrañas del hombre, pero se puede sujetar a un control razonable, y se practica en proporción mucho más sensata bajo la autoridad católica que bajo la anarquía pagana o puritana (4-10).
Por fin, en lo que a la difusión del mensaje de un mundo corriente pero extraordinario, basta recordar los famosos fragmentos de El acusado sobre el paraíso: lo más probable es que aún sigamos en el Edén; sólo son nuestros ojos los que han cambiado (1-4).
O aquellas sobre el misticismo, de hace unas cuantas entradas: El místico, para el que cada estrella es como un cohete repentino, cada flor un terremoto del polvo, es el hombre de mente clara. El misticismo, o el sentido del misterio de las cosas, es la forma más gigantesca de sentido común (The Daily News, 30.08.1901).
Muy buena entrada, gracias. Me gustó especialmente eso que menciones del nuevo ascetismo neopuritánico, excelente observación.
Efectivamente, gracias a GK podemos advertir que las cosas no son todas como parecen: nos creemos liberados de las restricciones de la religión y nuevos ídolos -el cuerpo, la comida e incluso el trabajo- pasan a ocupar su lugar, con obligaciones igual de exigentes: los seres humanos somos tan tontos que no somos capaces de verlo!!
Gracias por tu comentario.
Reblogueó esto en El pensamiento de Antonio Millán-Puelles (1921-2005)y comentado:
Ratzinger ha insistido en que el cristianismo no sólo pretende tener la verdad revelada, sino que, antes aún de eso, pretende ser verdadero. Por eso en él tiene sentido el problema fe/razón. No así ni en el judaísmo ni en el islam. Wl xristianismo es verdadero de un modo que judíos y musulmanes no pueden entender. Ellos sólo pueden ser ilustrados. La ilustración no tiene sentido para el cristianismo. Nosotros no frenamos ni a la fe ni a la razón.
Ratzinger ha insistido en que el cristianismo no sólo pretende tener la verdad revelada, sino que, antes aún de eso, pretende ser verdadero. Para el cristianismo es esencial la verdad. Por eso en él tiene sentido el problema fe/razón. No así ni en el judaísmo ni en el islam. El cristianismo pretende ser verdadero de un modo que judíos y musulmanes no pueden entender.
Así, la Ilustración no es en rigor un fenómeno católico, sino a lo sumo meramente protestante. No en balde nace en la anglicana Gran Bretaña. La ilustración no tiene sentido para el cristianismo. Nosotros no frenamos ni a la fe ni a la razón. Los judíos, musulmanes y protestantes sí pueden ser ilustrados.
Muchas gracias por tu interesantísimo comentario, que es algo en lo que no había caído nunca, desde la perspectiva de las demás religiones. Los musulmanes lo tienen más difícil, pero son los que más lo necesitan, porque con el racionalismo averroísta renunciaron a la razón y escogieron como camino único el misticismo.
De todas maneras, lo que pretendía destacar en segunda parte de la entrada era que el mundo natural es también una revelación de Dios, como pone GK de manifiesto en el libro de Santo Tomás -a punto de salir- y que los problemas del mundo moderno -relativismo y materialismo- vienen del alejamiento de la ‘autoridad de los sentidos’, que cierto sentido sería -según Chesterton- una revelación de la que no se puede dudar.
Quizá por eso, la Iglesia desde el principio rechazó las tesis de filósofos como Descartes
Perdón por la reiteración. No ando muy fino con esto de los blog
El tema de la verdad para los cristianos no está relacionado con sólo la mente, el gnosis, o con una ley externa como les pasa a los judíos o musulmanes. Pascal en los Pensamientos hace una comparación entre el islam y cristianismo y revela que nosotros no sólo tenemos la verdad gnoseológica sina también la ayuda de la gracia, como una fuerza real que me ayuda y me sana desde dentro. No es otra ley externa bella, paro que no arregla nada sino una medicina interna capaz de curarme. A una persona enferma de ebola le ayuda tener unas leyes claras de régimen de vida, pero sin la medicina adecuada que lo cure, se muere poco a poco . La relación entre verdad y gracias es el interior del corazón del catolicismo.
Otro comentario muy interesante, que también hace pensar y te agradezco de veras.
Efectivamente, contamos con la gracia y con la verdad. Pero la verdad es la relación entre el intelecto y la cosa, lo que incluye la razón: hace falta la razón para ser capaces de hacer las medicinas y todas las demás cosas para la vida cotidiana. Son desde luego una extensión del poder de Dios, y el problema viene cuando no están bien repartidos.
Por cierto, no sé si querías hacer este comentario vinculado al de José Escandell. Para que él lo lea con seguridad, en vez de añadir un nuevo comentario tienes que responder al suyo, y así, WordPress le avisa,y puede leerlo.
Hasta el próximo comentario!
Muy Interesante, Chestersoc
Si alguien es capaz de entender las maravillas que nos rodean como las plantea Chesterton, eres tú, que vas siempre buscándolas para capturarlas.
Muchas gracias por tu comentario!!
Chesterton nos vuelve a mostrar la verdad simple y pura. Que nos hace exultar de gozo, nos hace sentir vivir. Nunca acabaremos de agradecer a Dios por tan gran hombre que nos tambalea la camilla de enfermo y nos tiende una mano generosa, segura, y un rostro amigo que nos infunde la alegría de vivir, Gracias a ustedes por este Blog. Saludos desde Colombia.
Respondo desde aquí a Miguel, al que no puedo responder directamente por estar vinculado a la conversación anterior. Sólo puedo decir que sus palabras me han emocionado, que nos alegra muchísimo realizar este papel de altavoces de este gran hombre, y que deseamos a Miguel lo mejor, y que tenga siempre esa alegre fortaleza que él mismo nos está transmitiendo a nosotros con su mensaje. Muchas gracias y hasta pronto!
Muy interesante Post… Sobre todo la manera en que Chesterton retoma los puntos principales del legado de Santo Tomás de Aquino
Gracias por compartir. Abrazo, Aquileana 😀
Lo que más me hizo pensar es que Chesterton, apoyándose en Santo Tomás viene a decir no sólo que la naturaleza forma parte de la Revelación de Dios a los hombres sino también la forma de conocerla, a través de los sentidos, de manera que acostumbrarse a ella y no ver sus maravillas sería como el primer escalón para alejarse de Dios. Por eso critica tanto en Santo Tomás de Aquino a los que se han dedicado al estudio de las ‘condiciones de posibilidad’ del conocimiento, porque hasta un cierto punto, están traicionando a los sentidos.
Desde luego, GK hace pensar. Gracias a ti por el comentario.
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