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Borges: la ‘claridad latina’ de Chesterton

Ayer -27 de enero- fue el aniversario de la muerte de Victoria Ocampo (1890-1979): escritora, intelectual, ensayista, traductora, editora y mecenas argentina, que para los amigos de Chesterton es relevante por haber sido la fundadora de SUR, que fue tanto una revista como una editorial. Jorge Luis Borges publicó en su número 22 (julio de 1936, un mes posterior al fallecimiento de Chesterton) su famoso artículo Modos de GK Chesterton, que por fortuna podemos ofrecer en el Chestertonblog en versión original.

Portada de SUR n.22

Teníamos pendiente una referencia a este autor argentino que tanto ha hecho por Chesterton, empezando por la famosa frase de que no hay ninguna página de GKC que no ofrezca una felicidad -más o menos, pues no pertenece a este artículo, y la tengo pendiente de localización.

Como necrológica, Borges expone cuatro modos o perfiles de Chesterton -en esto, estamos en sintonía con él, aunque aún no tenemos elaborado más que el de periodista-: padre de la Iglesia, narrador policial, escritor y poeta. Todos sabemos que Borges y Chesterton no tenían mucha afinidad ideológica, por lo que el texto -de tan sólo 7 páginas- no es una apología, sino un comentario personal de su obra, que reparte críticas y alabanzas a partes iguales.

El texto da para muchas entradas, pero ¿qué seleccionar ahora entre tantas buenas ideas? Dado que estamos estudiando Esbozo de sensatez, voy hacer referencia a una cualidad peculiar. Como hemos dicho en otro sitio, es una obra compleja, de aparente desorden, hasta que uno la analiza con detenimiento y se da cuenta de que -aunque sea repetitiva e insistente, y más bien desorganizada- la cabeza de GK tiene clarísimo dónde nos quiere llevar. Y lo mismo podría decirse de otras obras de Chesterton. Por eso, selecciono estas palabras:

«En algún tiempo (y en España) hubo la distraída costumbre de equiparar los nombres y la labor de Gómez de la Serna y de Chesterton. Esa aproximación es del todo inútil. Los dos perciben (o registran) con intensidad el matiz peculiar de una casa, de una luz, de una hora del día, pero Gómez de la Serna es caótico. Inversamente, la limpidez y el orden son constantes en las publicaciones de Chesterton. Yo me atrevo a sentir (según la fórmula geográfica de M. Taine) peso y desorden de neblinas británicas en Gómez de la Serna y claridad latina en G.K.» (SUR, p.52).

Chesterton y el capitalismo: precisión conceptual… con ironía

No pertenezco al tipo de hombre riguroso que prefiere expresar correctamente lo que no quiere decir antes que expresar incorrectamente lo que quiere decir (Esbozo de sensatez, 01-05).

Probablemente, esta frase de Chesterton hay que leerla varias veces antes de comprenderla bien del todo: no pasemos por encima de ella como una chestertonada más. Vamos a explicarla en su contexto, para mostrar una cosa que todavía ha aparecido poco en el Chestertonblog: el rigor metodológico en el pensamiento de GK, a veces empañado por la ironía, que es lo que hace compleja frase.

Ya llevamos muchas entradas estudiando la visión crítica que GK tenía del capitalismo: pincha en la etiqueta economía o en las páginas dedicadas a Esbozo de sensatez, si quieres saber más. Su propuesta era el distributismoesto es, la distribución de los medios de producción entre la gente, el reparto del capital y de las posesiones, en contra de una sociedad asalariada: al capitalismo lo llamaba proletarismo. En el primer capítulo del libro muestra que realmente existieron sociedades de hombres libres y propietarios: en la Edad Media, aunque hoy nos parezca increíble. Hoy recogemos dos fragmentos. Primero, el inicio de ese capítulo, en el que -con otra chestertonada muy suya- critica las soluciones modernas al problema de la subsistencia humana, estableciendo diferencias conceptuales:

Es evidente que el carterista es un defensor de la empresa privada. Pero quizá sería exagerado decir que el carterista es un defensor de la propiedad privada.
Lo característico del capitalismo y del mercantilismo, según su desarrollo reciente, es que en realidad predicaron la extensión de los negocios más que la preservación de las posesiones. En el mejor de los casos han tratado de adornar al carterista con algunas de las virtudes del pirata.
Lo característico del comunismo es que reforma al carterista prohibiendo los bolsillos (Esbozo de sensatez, 01-01).

El segundo texto insiste en la necesidad de definir y llamar a las cosas por su nombre, en vez de engatusar a la gente con definiciones a medias. Por cuestiones como ésta se abrió el Chestertonblog: porque GK enseña a pensar a fondo y no aceptar la realidad dada. El fragmento está precedido por la frase inicial, que repito para que se entienda mejor:

No pertenezco al tipo de hombre riguroso que prefiere expresar correctamente lo que no quiere decir antes que expresar incorrectamente lo que quiere decir.

Me es del todo indiferente el término comparado con la significación. No me importa si nombro una cosa u otra con esta simple palabra impresa que empieza con ‘c’, en tanto que se aplique a una cosa y no a otra. No tengo inconveniente en usar un término tan arbitrariamente como se usa un signo matemático, con tal de que sea aceptado como signo matemático. No tengo inconveniente en llamar ‘x’ a la propiedad y al capitalismo ‘y’, con tal de que nadie piense que es necesario decir x=y. Y no tengo inconveniente en decir gato en vez de capitalismo y perro en lugar de distributismo, con tal de que la gente comprenda que ambas cosas son lo bastante diferentes como para reñir como el perro y el gato.
La propuesta de una mayor distribución del capital sigue siendo la misma, llamémosla como la llamemos, o en cualquier forma que llamemos la presente y notoria oposición a ella. Es lo mismo afirmarla diciendo que hay demasiado capitalismo en un sentido o demasiado poco capitalismo en otro. Y en realidad resulta bastante pedante decir que el uso del capital debe ser capitalista.
Con igual justicia podríamos decir que todo lo social debe ser socialista, que el socialismo puede identificarse con una velada social o con un banquete. Lo cual, siento decirlo, no es verdad (Esbozo de sensatez, 01-05).

¿Dificultades al leer a Chesterton? Una guía para solventarlas

1. Las traducciones suponen la primera dificultad: ya hemos dedicado un par de entradas a la cuestión, con ejemplos, que pueden verse pulsando en la etiqueta correspondiente. Los principales problemas que identificamos son la traducción propiamente insuficiente, en el sentido de no considerar posibles significados a las expresiones que GK utiliza, el paso del tiempo –que transforma los significados de las palabras-, o la forma de componerlas para el español de hoy; el propio deseo de hacer una buena literatura en español, pero que oscurece la claridad de la frase original, y sobre todo, el desconocimiento del pensamiento de Chesterton, que ayuda mucho a entender el sentido específico de lo que hay que expresar en español. En esta entrada se alaba a quienes proponen un método abierto de corrección y mejora de sus traducciones, criterio que seguimos en nuestras versiones de los textos de GK.

2. Una dificultad menor procede de mencionar con muchísima frecuencia personajes -históricos o literarios- o lugares poco conocidos en España, pero muy populares en el mundo anglosajón en su época. Este problema se resuelve fácilmente con notas a pie de página, pero las distintas ediciones de las obras de Chesterton lo tratan de modo muy distinto: la mayoría ofrece esas notas del traductor con la adecuada explicación, pero algunas no realizan esa labor mínima de investigación, y se echa de menos. Las más de las veces, el traductor considera que algunos nombre merecen nota y otros no, lo que resuelve el problema sólo en parte. Por fortuna, son escasas las veces que el desconocimiento del personaje o lugar impide entender el sentido de la frase en cuestión, por lo que –salvo excepciones- es un problema menor.

3. La pequeña, pero necesaria sincronización con algunos temas de hoy. Chesterton vivió en el tránsito del siglo XIX al siglo XX: un cuarto de siglo en el primer caso y algo más de un tercio en el segundo. GK tuvo esa lucidez que se otorga a algunos grandes observadores de la Modernidad: Friedrich Nietzsche, Charles Baudelaire, Georg Simmel, Walter Benjamin… Con poco más de un siglo, estos autores tuvieron el don de advertir –en determinadas manifestaciones de su época, a veces muy sutiles- lo que un siglo después sería la plenitud de la Modernidad, que algunos denominan Postmodernidad. Nuestro Chesterton se encuentra en este reducido grupo de clarividentes. Sin embargo, como es lógico, a veces hay referencias que precisan una cierta sincronización, que es la palabra que utiliza García-Máiquez (prólogo a La superstición del divorcio) para referirse a las aclaraciones conceptuales: el papel de la mujer, la cuestión de los judíos, cierta consideración de los pobres… Para solventar estas cuestiones y algunas otras que exceden este plano, abriremos una página completa que se llame Dificultades y enigmas, porque puede sorprender cómo es posible que un tipo tan agudo como GK sostuviera que era mejor para la mujer no acceder al sufragio. Pero también hay otras cuestiones que suscitan igual interés: la crítica a los optimistas -pues él lo era- o la defensa de un mundo eminentemente agrario por parte de un gran urbanita, como de hecho era el propio Chesterton.

4. El estilo, a veces denso y barroco, y de apariencia desorganizado (aparentemente, porque GK sabe siempre perfectamente dónde quiere llevarnos). Lleno de brillantes ideas y paradojas sorprendentes, agudo como él solo, pero al mismo tiempo, haciéndonos recorrer territorios impensables para el lector, que producen tanta satisfacción como desconcierto. Esto ocurre en determinados textos más largos, que hacen de muchos de sus ensayos tan brillantes como de difícil comprensión. Por eso mismo, merece una página completa, además de las entradas que ya existen en el blog, dedicadas a eso. En cualquier caso, no olvidemos que GK es ante todo un artista: quiso ser pintor, aunque al final se decantó por la escritura. Sus escritos de crítica de la cultura son brillantes, porque siente lo que sentían los artistas, pues era las dos cosas a la vez. Parte del estilo es lo que hemos llamado chestertonadas, expresiones formales o conceptuales típicas de GK: no son sólo las paradojas, sino otras muchas expresiones. Pueden gustar o no, desde luego, no dejan indiferente. Hay muchas en la etiqueta correspondiente, y algún día llegará su estudio sistemático.

5. El método de GK está estrechamente relacionado con su estilo en términos de presentación -que ya sabemos enrevesado-, aunque ahora me refiero menos a la forma en que lo dice que a la manera en que funciona su cabeza, en sentido filosófico: qué argumentos utiliza y cómo los construye, de qué manera llega a sus conclusiones. Como el método en sí no es un problema propiamente dicho. Así que ahora se trata simplemente de anunciar una página propia: aprender a pensar como GK es uno de los objetivos del blog. No sé hasta qué punto estarían de acuerdo conmigo los filósofos, pero yo veo al mejor Chesterton filósofo en la importantísima cuestión del método de acceso a la realidad. GK no trató de realizar grandes aportaciones teóricas, sino aplicables a la vida cotidiana, a una forma de ver el mundo, que –estoy convencido- todos podemos aprender.

6. Los conceptos fundamentales de GK tampoco suponen un problema realmente, antes al contrario, pues en cuanto se le conoce un poco más, nos damos cuenta de que el universo conceptual de GK es relativamente reducido, en contraste con la inmensa cultura: llega un momento en que vemos las ideas y los conceptos fundamentales de Chesterton en cada línea y, al relacionarlo con todo lo demás, se entiende mejor y se disfruta aún más, porque sabemos cómo encaja esa pieza en el gigantesco rompecabezas que compuso con sus escritos. Pero, con GK sucede lo que se dice a veces de los escritores, que escribieron un único libro. La idea de esta página sería, por tanto, unir y definir brevemente los conceptos en un marco, y glosarlos en las entradas del blog, donde se vea cómo los usaba de hecho.

Instrucciones para leer a GK

«Antes de leer a Chesterton, debemos saber lo siguiente: no escribe como cualquier otro escritor. Ten­dremos que arrojar por la borda gran parte de nuestras expectativas y leerlo en sus propios términos. Nos hará reflexionar. Nos asustará. Podría frustrarnos y poner a prueba nuestra paciencia. Habrá momentos en los que parezca insustancial, sin llegar a ningún lado o yendo a todas partes a la vez, y entonces, como un búho, se lanza­rá en picado sobre una conclusión, dejándonos impresionados. De pronto, entenderemos que nada de lo que había dicho era irrelevante».

Cuando encontré estas palabras de Dale Ahlquist (2006, p.27), uno de los mayores especialistas mundiales en GK, pensé con alivio que no era yo el único en tener dificultades en la lectura de las obras de Chesterton. Lo curioso es que habitualmente no se escriben cosas así: los admiradores admiramos mucho a GK y tratamos de que otros lo lean. Pero duele tener que admitir que no siempre obtenemos éxito en nuestro intento de difundir los placeres de encontrarse personalmente con GK: incluso algunas personas han utilizado el adjetivo es insufrible, y reconocemos que a veces cuesta mucho. Como contrapartida, son innumerables los que plantean la sorpresa y el gozo del encuentro con un autor tan original, por ejemplo, Guillermo Cabrera Infante en un texto reseñado ya en el Chestertonblog.

Y uno mismo, como Ahlquist, a veces se desconcierta en alguna de sus páginas, aunque no sea grato reconocerlo y se enfade con el maestro. En un momento determinado pensé realizar estas instrucciones –expresadas como un elenco de dificultades-, para ayudar a evitar las frustraciones de las que habla Ahlquist. Son varios puntos, y he seleccionado un orden porque no había más remedio, pero pueden leerse en otro cualquiera, y más aún en esta época nuestra caracterizada por los hipervínculos. Quiero pensar que GK hubiera sonreído al leerlas, al reconocerse identificado con un medicamento, que viene acompañado de prospecto.

Hemos identificado algunas dificultades, que voy a glosar con extensión diferente, puesto que algunas han sido tratadas en el blog –incluso con su propia página- y otras lo serán en su momento. Pero va siendo hora de citar algunas palabras del propio Chesterton, y nos vendrán bien éstas, pertenecientes a The Resurrection of Rome (citado por L.D. González): «Sé bien que la impresión general que producirá este libro es que yo no puedo hablar acerca de algo sin hablar acerca de todo. Es un riesgo que debo aceptar pues es un método que defiendo».

Para no hacer más larga la entrada, continuaremos mañana con el listado de las dificultades… por lo menos de las que hemos encontrado nosotros.

Chesterton en mil palabras

GK Chesterton nació en 1874 en una familia londinense de clase media. Quiso ser pintor, pero la literatura lo atrajo con mayor fuerza y a eso se dedicó toda su vida. Tuvo una cultura amplísima y escribió 80 libros y miles de artículos. Estuvo casado con Frances Blogg, aunque no tuvieron hijos.

Equivocadamente etiquetado como conservador, su método es esencialmente moderno y original: tras una crisis de juventud, estableció unas condiciones y un ideal para la vida humana, al que siempre fue fiel. Cuando se dio cuenta que ya existía, propuesto por el cristianismo, comenzó su acercamiento al mismo, aunque hasta 1922 no se hizo católico. Chesterton escribe desde una perspectiva cristiana: los dogmas no son una jaula, sino que marcan un camino hacia la verdad y la plenitud; de hecho, todos tenemos dogmas, más o menos inconscientes. Pero sus argumentos no son teológicos, sino basados en la razón, la experiencia y la historia, y en defensa de la sensatezsanity, en inglés- ante el alocado mundo moderno, al que sin embargo amaba, implicándose profundamente en su transformación a través de sus escritos y sus empresas periodísticas.

El punto de partida de GK es el asombro por la existencia, pues podríamos no ser. Hay un mundo real –o una realidad- ahí fuera que –a pesar de sus contradicciones- es esencialmente bueno y hermoso, y por tanto hay que estar alegres y llenos de agradecimiento.

Pero ni el mundo, ni la existencia personal ni la colectiva están resueltas, en el sentido de comprenderlas perfectamente. Son un misterio –o conjunto de misterios- que tenemos que desentrañar. Por eso, a GK le gustan tanto las novelas de detectives, y por lo mismo, es un poco –o un mucho- filósofo (por su método y su profundidad) y un poco –o un mucho- sociólogo (por la agudeza de su análisis social). La razón es un instrumento para conocer el mundo, pero sólo uno más: el arte, la imaginación, el misticismo, la experiencia de la vida… son otras tantas herramientas imprescindibles. Como el mundo moderno sólo confía en ella, genera comportamientos o ideas más o menos irracionales o cuando menos, poco racionales. Por lo mismo, Chesterton es profundamente enemigo del sentimentalismo, la contrapartida del racionalismo.

El hombre –hoy diríamos ser humano– necesita por tanto una visión completa de la vida. Su ideal de vida es el del hombre corriente, no el modelo que proponen o llevan a cabo ni los ricos ni los intelectuales: esto es importante, porque el mundo moderno, dirigido racionalmente por los poderosos -material o intelectualmente- es un engendro «poblado por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. Y se han vuelto locas, de sentirse aisladas y de verse vagando a solas» (Ortodoxia, 03-02).

El ser humano anda siempre en busca de un hogar: algunos lo tienen más claro, pero otros buscan y buscan, aunque lo tengan tan cerca que no lo ven: al fin y al cabo, cada uno tiene que resolver su misterio –él lo hizo a los 22 años-: los seres humanos tenemos la libertad –»Dios no nos ha dado los colores en el lienzo, sino en la paleta» (Los países de colores, cap.7)- para elegir nuestras ideas y configurar nuestra vida. El papel de la mujer en el desarrollo de la familia es para Chesterton tan importante que su forma de hablar sobre ella puede malinterpretarse si nos limitamos a la literalidad de las palabras. Esto es así porque nuestro tiempo da mayor valor a una forma de entender lo público, más que a lo privado. Sin embargo, el ámbito de la amistad y las relaciones sociales es más verdadero y más gratificante: familia, amigos, vecinos, constituyen esa ampliación del hogar que genera el patriotismo –que no nacionalismo.

Para que todo el mundo tenga un hogar en condiciones, es preciso que la propiedad esté adecuadamente repartida. Capitalismo y socialismo reducen la propiedad de los hombres al tender al monopolio (sea en manos privadas, sea estatales), y así propone un sistema alternativo a ambos: el distributismo, en el que el papel del Estado es subsidiario y los seres humanos tratan de resolver sus problemas en lugar de abandonarlos en manos del mercado, políticos y técnicos especialistas.

En el ambiente cientifista del mundo moderno –con su reducción del hombre a mera naturaleza-, la cuestión del modo de conocer, percibir e interpretar de la gente es una de las que más atraen a GK, que se asombra paradójicamente del desprecio de lo dado por supuesto –las pequeñas maravillas cotidianas- y de cómo las personas tienden a valorar más determinadas situaciones extraordinarias. Su alegre vitalismo de la vida corriente es opuesto al del superhombre nietzscheano tanto como al carpe diem materialista. La virtud por excelencia del hombre es la sensatez, que nos hace saber estar ante la vida y el mundo.

La idea de progreso –tan querida al mundo moderno- es irónicamente criticada por GK: es tan falsa como tendencia como creencia, y confunde nuestra percepción –comprobado en la crisis económica de 2008-, ya que todo es relativo a los ideales que se poseen y dirigen nuestra acción. Optimismo (moderno) y pesimismo (postmoderno) son dos conceptos recurrentemente criticados en los escritos de GK: tienen que ver con la forma de ver y de organizar el mundo.

Su estilo y su método no se pueden separar: Alarmas y digresiones, Enormes minucias… conviven y se alternan en sus brillantes escritos. Se le considera maestro de la paradoja, pero es sólo un recurso de exposición: su verdadero método es siempre tratar de llegar al fondo de argumentos y comportamientos, para mostrar los errores que nos alejan de la sensatez. De hecho, hubo una época –la cristiandad medieval, tan denostada hoy día como sinónimo de retraso y oscurantismo- en la que el ideal pudo acercarse a la realidad, pero el poder de los reyes y los poderosos acabó con esas condiciones, creando Estados ambiciosos e imperialistas, que hoy nos parecen lo más natural del mundo y que la globalización ya está modificando, pues son meras construcciones humanas.

Chesterton se implicó toda su vida porque conservó el espíritu del ideal caballeresco y no dejó de luchar por las aparentes causas perdidas: «Quien hace una promesa se cita consigo mismo en algún lugar y tiempo distante»: hay que ser fiel al ideal y esforzarse ilusionadamente hasta el final, como hizo de hecho hasta el momento de su muerte en 1936.

Chestertonadas para hacerse entender

Chesterton escribió siempre para el hombre corriente, de cultura media pero no intelectual o especialista. Quería llegar al público y lo intentó a toda costa. Por eso, forma parte de su método poner ejemplos continuamente, aunque a veces llegue a extremos exagerados o peregrinos, que sin embargo, conforman su estilo inconfundible.

En el capítulo inicial de El hombre eterno (01-11), plantea la necesidad de ver las cosas como si fuera la primera vez. Para lograrlo, describe la sorpresa de nuestros antepasados cuando encontraron ese animal monstruoso que posee «una cabeza menuda sobre un cuello largo y ancho, como el rostro de la gárgola que asoma sobre el canalón» y «una poblada cresta se extiende sobre su pesado cuello, como una barba en lugar equivocado». Tras pensarlo un rato, acabamos por reconocer al caballo, pero para entonces Chesterton ya ha conseguido que deje de sernos familiar y lo veamos tal como es, con su cuello realmente más ancho que la cabeza y crines que lo distinguen de otros animales. GK ha conseguido su propósito y a partir de ese momento, podemos empezar a entender lo que nos quiere decir.

Chestertonadas como ésta configuran su estilo inconfundible, pero la clave no está en el ejemplo, sino en lo que nos quiere hacer ver: que nos hemos acostumbrado de tal manera a una visión del mundo que nos impide advertir la realidad con ojos verdaderamente objetivos. Una cosa más: quizá el método es poco ortodoxo para el mundo académico, pero hay que señalar que esto es lo que tratan de hacer los sociólogos del conocimiento, una de las ramas más complejas de la sociología.

Paradójico Chesterton: tres ejemplos

Consideramos a Chesterton un maestro de la paradoja, pero su vida no es menos paradójica y contradictoria. Aquí plantearemos la existencia de tres paradojas esenciales en su vida, que  son tan sólo una primera selección.

La primera es la más convencional. Tiene su inicio en una anécdota que relata Aidan Mackey en su colaboración en Chesterton de pie (2013, p.34): GK «había marchado solo a Yorkshire, durante un par de días, y a su regreso, Frances se disculpó por habérsele olvidado meter el pijama en la maleta. Ella le preguntó: ‘¿Te compraste otro?’ Gilbert se sorprendió y replicó: ‘No sabía que los pijamas fueran algo que se pudiera comprar’.» Lo sorprendente está en cómo uno de los más agudos observadores de la realidad social de toda una época puede tener una relación tan ‘mala’ con la misma -en el sentido de ser incapaz de resolver un problema tan sencillo. Sin embargo, sabemos de casos similares en los que inteligencia y distracción van unidos, y estamos dispuestos a perdonar que los genios sean grandes despistados.

Otros aspectos son más sugerentes. Hay dos facetas de la vida y personalidad de G.K. Chesterton que siempre me han llamado la atención, al resultar potencialmente contradictorias: por un lado, la fascinación por los cuentos de hadas; por el otro, su afán discutidor y polemista. Me parece que los cuentos de hadas se asocian a una actitud soñadora, propia de quien posee una fantasía e imaginación desbordantes, una especial sensibilidad, y una singular capacidad para emocionarse. Por el contrario, la propensión a la discusión –que Chesterton manifestó desde muy joven– nos habla de no aceptar directamente las proposiciones que se realizan, de poner en tela de juicio los discursos de los demás e la propia realidad que se da por supuesta, y no sólo el carácter racionalista del discutidor, sino su talante desafiante, retador y ciertamente agresivo, al menos en los planos dialéctico e intelectual. ¿Cómo podían ser ambas tendencias compatibles en la misma persona? ¿Cómo conciliar la aceptación maravillosa de la realidad con la actitud de quien continuamente le está buscando los tres pies al gato? Si no fuera porque conocemos al protagonista –que además nos ha enseñado a disfrutar de las paradojas–, hubiéramos dicho que eran imposibles de conciliar. Y cuando más lo conocemos, mejor entendemos que estos aspectos no sólo no son incompatibles, sino que son absolutamente imprescindibles para entender la vida y la obra de Chesterton.

La siguiente paradoja es que Chesterton, a pesar de su sencillez personal, es a veces bastante complicado de seguir. Quizá por eso tanta gente se limita a repetir sus citas, sin llegar al fondo de la cuestión. Para entenderlo hace falta un marco, a través del cual podamos contemplar su ingente obra: intencionalmente, GK decía que le gustaban las ventanas -como destaca en su Autobiografía- precisamente porque son marcos a través de los que se puede ver. Esto es justamente lo que queremos ofrecer en el Chestertonblog, y que pronto presentaremos: unas instrucciones para leer a GK, que nos ayuden a integrar la multiplicidad de aspectos de su forma de ser, particularmente éstos:

-La gracia y la originalidad del literato, del artista.
-La profundidad y solidez del filósofo.
-La agudeza y finura del observador y analista de su época, de que interpreta
las señales de los tiempos.
-La inteligencia y la bondad del maestro, que muestra lo relevante y guía a otras personas.

Hacer pasar tantos campos por una ventana, utilizar un marco, es ciertamente una limitación, pero si el realismo de GK nos enseña algo es que la moderna ambición por una vida sin límites conduce a una visión estrecha y a una actitud pesimista. Estamos convencidos de que la llave de todo esto -otra metáfora querida para GK-, la llave que puede abrir la ventana al mundo de Chesterton es la libertad creadora, un concepto que pronto glosaremos.

Comprender el método de Chesterton

Si uno de nuestros propósitos es aprender a pensar como Chesterton, es importante dominar su manera de trabajar, de la que va dejando pinceladas por todas partes:

La única forma de comenzar a contar una historia es comenzar por el principio, es decir, por el principio del mundo. De modo que todo libro ha de comenzar necesariamente de manera equivocada, en aras de la brevedad, William Blake (Espuela de Plata, p.55).

Desde luego, esta cita es una chestertonada de pleno derecho. Tiene su contrapartida en una idea absolutamente central en GK, presente en todos sus escritos: el carácter de totalidad de GK que tanto atrae, su deseo de coherencia, junto a su amabilidad.

…por Notting Hill

Fumo un cigarrillo Malboro, me sabe a un antiguo CravenA. Camino por Portobello Road, y escudriño en sus comercios. Rastreo en las librerías olvidados títulos de libros. Me aniño viendo viejos vinilos de música de los sesenta. Callejeando, disfrutamos el actual Candem Lock Market, situado en una dirección mágica, Candem Town, el domicilio de Chesterton. Saboreamos nuestra estancia en Notting Hill.

Me adentro en un pub, que aquí en la distancia podríamos considerar ‘chiringuito de invierno’. Pido una cerveza y, súbitamente, se me sitúa enfrente, casi acorralándome, un estrafalario personaje con visos de héroe y de barbián altomedieval. No hablo inglés, y él a su altura psicodélica creo que ni finés sabe.  El caso es que entendemos que lo voy a invitar a una cerveza.

El Reino Unido hace milagros. Dos seres con distintos códigos lingüísticos nos comprendemos. A través de aquel paisano, en aquel barrio, en un Londres tan similarmente diferente, se me hizo presente en él a un extraño Napoleón. Las escenas, sus tiempos, los personajes, todo iba y venía de una a otra época en un guirigay histórico enervante. Así que decidí, ayudado de aquel Napoleón de Notting Hill, poner orden en las cosas y en los ambientes. Para ello nos fuimos en busca de Chesterton -gran hacedor de ‘almas’ y estancias- para que nos mostrara los aromas de aquel urbano paisaje. Y más allá, otro día, analizar la rebeldía del paisanaje autóctono.

No obstante, para mí -burdo lector- no hay explicación y comparar épocas, a pesar de todo, se me hace imposible. Tras dejar a mi amigo durmiendo a pierna suelta. Razoné, no sin algo de sabiduría, y llegué a concluir que para tomar decisiones, lo más conveniente es sentarse en un grato banco de esos gratos jardines que por doquier siembran los ingleses. ¿Para qué? Para ver transitar a la gente, a las gentes del parque. Y la calle con su cátedra me llevó a preguntarme ¿Cómo comenzó GK Chesterton su Napoleón? ¿Cuándo comienza una novela? ¿Qué función tiene el comienzo en una novela?… No sé cuántas cuestiones, interrogaciones y preguntas me hice.

Leía y miraba al barrio. La raza humana, a la que tantos de mis… Imaginé a nuestro autor, ‘escritureando’ en un pub, a la vera de una cerveza como bebedor no inane. Imaginé un despacho desordenado, acopiando biografías, recopilando escenas, ideando paradojas en voltereta, y todo desordenado. Estos pensamientos  afirmaban  mi suposición. Es autor de ‘sobresalto’, acertado mezclador de lo imprevisible y lo no esperado. Comenzaron a venirme nombres a la cabeza -Hitchkoc, Billy Wilder… incluso, nuestro Mihura, y hasta a su adversario Shaw… Pero dejemos el asunto, que no es su tiempo.

¿Podemos asumir, con nuestro Azorín, que una novela es poner una palabra detrás de otra? ¿Cuándo da el lector por empezada una novela? Pues cuando empieza, Perogrullo dixit. Sin darle la razón a Perogrullo, se admite en la crítica que la primera frase abre la historia. Hay muchas maneras de iniciar una novela, pero a ciencia cierta no hay un modo idóneo, académico o clásico de hacerlo. Por consiguiente, a fortiori, parece que esa frase debe ser sugerente, atrayente y arrebatadora. Ese nacimiento debe raptar el interés del autor- escritor y del autor-lector.

…y en estas, abrí El Napoleón de Notting Hill, y me encontré esta joya: La raza humana, a la que tantos de mis lectores pertenecen, se ha dedicado a juegos infantiles desde el principio, y es probable que siga haciéndolo hasta el fin, lo cual es un fastidio para las pocas personas que alcanzan la madurez.
(…)
Los jugadores escuchan con atención y respeto todo cuanto predicen los hombres inteligentes para la próxima generación. Después esperan a que todos los hombres inteligentes se hayan muerto y los entierren como es debido. Y entonces van y hacen otra cosa. Esto es todo. Sin embargo, para una raza de gustos sencillos es una gran diversión.

El cochero extraordinario, y 3: estilo, método y filosofía de GK

El relato de El cochero extraordinario no se va de mi cabeza: de cómo el despiste de un cochero puede hacer sacudir los cimientos del mundo saca GK un conjunto de reflexiones, que -consciente de mi reiteración- enumero a continuación, pues deseo profundizar en voz alta en la manera de trabajar de Chesterton.

Está claro que es su modo de expresar su filosofía, la filosofía. No es exactamente el de Platón y Sócrates… pero tiene un aire, quizá interrumpido o demasiado adornado por los elementos poéticos y narrativos. Pero en este ensayo-relato ha debido quedar claro que estamos hechos para tener respuestas, pues la actitud de búsqueda es temporal, mientras encontramos el camino de la verdad a través de la realidad de las cosas, que nos conduce a algunas conclusiones. Si no llegamos a cerrar la boca sobre algo sólido, estaríamos perdiendo el tiempo:

-Es contradictorio decir que es intelectualmente imposible tener certidumbre.
-El problema de los escépticos parece ser el futuro, pero la verdadera cuestión mira al pasado: ¿Qué era la certeza? ¿Estaba alguien seguro de alguna cosa?. ¿Qué es ‘hace un minuto’, racionalmente considerado, sino una tradición y una imagen? Esta reflexión es brillante, no sólo plantea el problema del tiempo vivido, sino que se introduce en cuestiones de teoría del conocimiento y psicología.
-La solución está en tanto en la voluntad –no quiero ser un lunático– como en la experiencia –le repetí que en realidad le había alquilado en la esquina de Leicester Square-. Esto es una interpelación para todos: ¿qué camino queremos elegir? ¿sabemos de verdad qué caminos hay ante nosotros?

No creo que con estas reflexiones consiga hacer que GK entre en la academia como tal filósofo; Tan sólo quiero conseguir mi viejo objetivo: descubrir y aprender el método de GK: ver en cada momento la enorme repercusión de la minucia que tengo delante, y mostrarla a otras personas.

Otra cosa es que no he querido utilizar la clásica expresión de fondo y forma, sino método, estilo y filosofía. Quizá es una metodología provisional de trabajo, pero nos permite distinguir:

  • Cómo funciona su mente.
  • Qué ideas tiene.
  • La manera que tiene de exponerlas.