‘Chesterton o el atletismo visual’, de Juan Lamillar

Juan Lamillar, autor del prólogo de 'Enormes minucias', de Chesterton

Juan Lamillar, autor del prólogo de ‘Enormes minucias’, de Chesterton. Foto: El correo de Andalucía

Juan Lamillar es un poeta y escritor español nacido en Sevilla en 1957. Es autor del prólogo a la edición de Enormes minucias que realizó Espuela de Plata en 2011, el texto que ofrecemos esta semana a nuestros lectores: GK Chesterton o el atletismo visual. Es un texto breve -en mi opinión demasiado ‘pegado’ al contenido del libro-, algunos de cuyos 39 artículos comenta o anticipa. La parte más personal es la primera, de la que bien vale la pena reproducir algunos párrafos:

“Uno de los principios de Chesterton es que el mundo podría no existir y el hecho de que exista ya es maravilloso. Un buen comienzo, pues, para instalarse en esa jovial maravilla inabarcable: la perplejidad que produce la vida emana de haber en ella demasiadas cosas interesantes como para que podamos interesarnos debidamente en ninguna de ellas, nos dirá en uno de los artículos (El secreto del tren) de este volumen.
Ese continuo asombro no suponía conformismo alguno y no le impidió mantener y argumentar unas firmes posturas. Combatió incesantemente los que él consideraba errores modernos, el racionalismo y el cientifismo, con buenas dosis de sus personales antídotos: la fe y el sentido común.
En muchas de sus campañas y reivindicaciones Chesterton aparece como un solitario frente a la mayoría. Singular y heterodoxo en su defensa de la ortodoxia, nunca se permitía tomarse a broma sus creencias. En una época en que se interesó por el ocultismo y el espiritismo, él era el único de los asistentes a las sesiones que creía en el demonio” (pp.9-10).

Como se ve, Lamillar capta bien el sentir de GK. Y lo expresa mejor aún cuando justifica el título que le ha dado a su texto introductorio:

“En el artículo que da título al volumen (Enormes minucias), un hada transforma a dos niños: a uno, lo convierte en gigante; a otro, en pigmeo. El gigante (y aquí hay una alusión a los exóticos escritos de Kipling) puede atravesar océanos y cruzar continentes. El pigmeo, sin embargo, puede ver lo extraordinario en lo ordinario. Así, en estas cuatro decenas de artículos, como en los centenares que le seguirían, Chesterton nos invita, nos exige más bien, a ejercitar la vista hasta descubrir lo asombroso escondido en lo cotidiano. Nos invita a convertirnos en ‘atletas visuales’. Deberíamos, pues, tras estas lecciones, intentar escribir ensayos sobre un gato callejero o una nube de color» (p.14).

La propuesta final de Lamillar que se la apliquen poetas y escritores. La mayoría nos conformamos con disfrutar leyendo a Chesterton, pues con él sabemos que en el mundo nunca escasearán los milagros, sólo el asombro (Enormes minucias, p.23).

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