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En busca de jardines, incuido el del Edén

Las formas de vida idóneas son idóneas para todas las formas de vida. Ahora bien, nunca hay que imponerlas estatalmente, es decir, «ni socialista ni capitalistamente». En todo caso, hay que dar un gran margen a la libertad, lo cual no supone el olvido o descarte de la bondad del sistema de formas de vida idónea.

No se debe perder de vista jamás la existencia de unos principios y los objetivos de referido sistema. Tener muy clara la finalidad del sistema. Por ello, debemos hacernos todos con la virtud de la paciencia, que nos permitirá llevar a cabo mejor las percepciones de las diferencias; y, consecuentemente, actuar conforme a las distintas intensidades, velocidades y perfecciones de diferente grado. El amable rigor del sentido común nos situará y hará situar a cada persona en su profesión o quehacer.  Finalmente, conscientes de nuestras herencias recibidas -monasterios románicos, incluidos- pero con amplitud de miras, aceptar y adaptar los avances de las nuevas tecnologías.

Esta nota será mejor captada si leemos  las propias palabras de G.K. Chesterton, en el bellísimo colofón del capítulo IV de la 1ª parte de Esbozo de sensatez (párrafo 04-13):

«Sabe cuál es su principal propósito, pero -como no es tonto de nacimiento- no cree que pueda lograrlo en todas partes con la misma intensidad, ni de manera igualmente pura, sin mezcla con otra suerte de cosas.
El jardinero no relegará las capuchinas a la huerta porque se sepa que alguna gente extraña las come. Ni se clasificará como flor una hortaliza porque se llame coliflor.
De modo que no excluiríamos de nuestro jardín social toda máquina moderna, así como tampoco excluiríamos todo monasterio medieval.
Y por cierto que la parábola es harto apropiada, porque ésta es la clave de juicio humano elemental que los hombres no perdieron nunca hasta que perdieron sus jardines: así como ese juicio superior que es más que humano se perdió con un jardín hace mucho tiempo.

Chesterton y el marketing

En Esbozo de sensatez vemos a GK criticar las grandes organizaciones empresariales –sean industriales o comerciales- por su tendencia al monopolio, la plutocracia, la salarización de la vida social y su amenaza a la pequeña propiedad.

En su capítulo 5, El farol de las grandes tiendas, critica también la complicidad de los consumidores, advirtiendo la relevancia del componente psicológico en la cuestión de las compras. Vivimos tiempos de crisis económica y disponemos quizá de menos dinero para gastar, sobre todo ahora que llega la Navidad, época propicia para regalos y adquisiciones. Es el momento de darnos algunas compensaciones, de adquirir determinados deseos. Quizá no está mal. Pero ¿hemos pensado alguna vez cómo funciona la cosa?

El deseo de GK es que despertemos de nuestra adormilada conciencia de lo que está ocurriendo con las grandes tiendas. Y para eso, en primer lugar, utiliza sus propios argumentos:

[Los capitalistas] siempre nos están diciendo que el éxito del comercio moderno depende de que se cree un ambiente, se forme una mentalidad, se tome un punto de vista. En resumen, insisten en que su comercio no es puramente comercial, ni aun económico o político, sino esencialmente psicológico. Espero que continúen diciéndolo: porque quizás entonces, algún día, todos verán de pronto que es cierto.
Porque el triunfo de las grandes tiendas y cosas semejantes es en realidad una cuestión de psicología, por no decir psicoanálisis. En otras palabras, una pesadilla. No es real, y por tanto no es seguro
. (ES 05-05/06)

Así describe GK el ambiente a finales de los años 20, cuando escribía estas palabras:  desde el principio, los capitalistas han sido conscientes del importante papel que la psicología ha desempeñado en el juego de la compra-venta. La paradoja está en que hoy, precisamente, han aprendido a ocultarlo, a la vez que a manejar mucho mejor las herramientas de la psicología: se apela a la libertad de los consumidores, a un mundo de oportunidades –¿te lo vas a perder?-, a los sueños, a la necesidad de ser felices o de ser nosotros mismos. Necesitan argumentos racionales o emocionales, porque han de persuadir y mover a la gente a comprar. Pero tanto capitalistas como publicistas –que están en el mismo bando- saben bien –y lo saben por experiencia- que ‘su comercio no es puramente comercial […] sino esencialmente psicológico’ y por eso, ‘en otras palabras, es una pesadilla. No es real, y por tanto, no es seguro’: pueden perderlo en cualquier momento, que sus consumidores dejen ser ‘fieles’.

GK sabe que las empresas necesitan de los consumidores y se asombra de que se dejen dominar por ellas, en vez de pelear por un mundo más equilibrado. Compara a los capitalistas con jugadores de póker, y compara la publicidad con el farol que echan en su partida. Y se asombra de que la gente acepte la apuesta, porque sabe que la libertad de rechazarla aún no se le ha quitado a la gente:

Porque siguen diciendo que el pez grande se come al pez chico, sin preguntar si los peces chicos nadan hasta los peces grandes y les piden que se los coman. Aceptan al dragón devorador sin preguntarse si una elegante multitud de princesas corrió hasta él para ser devorada. […] Pero a nadie se lleva aún a la fuerza a determinada tienda. […] La carrera hacia las grandes tiendas es, de todas las tendencias del mundo, la que podría ser más fácilmente atajada por las gentes que corren hacia ellas. (ES, 05-08/09)

Chesterton mantuvo siempre la batalla contra los grandes comercios –los grandes almacenes, grandes superficies y grandes cadenas de hoy- por sus consecuencias sociales. Pero siempre tuvo claro –como ellos- su funcionamiento, en forma de apuesta:

Sé que no es un mero hecho de negocios, por la simple razón de que los mismos hombres de negocios me dicen que es simplemente una cuestión de farol. Ellos son quienes dicen que nada triunfa tanto como una apariencia de triunfo. Ellos son quienes dicen que la publicidad influye en nosotros sin que lo queramos ni lo sepamos. Ellos son quienes dicen ‘compensa anunciarse’; esto es, decir a la gente de manera intimidatoria ‘Hazlo ahora’, cuando no necesitan hacerlo en absoluto. (ES 05-09).

12 pasos para establecer el distributismo

Tras la publicación del Manifiesto Distributista que publicaron hace 85 años GK y sus amigos, lo aplicamos al mundo de hoy. En esta época de desórdenes financieros, el distributismo –aunque sea tildado de regresivo y poco probable– podría ser una alternativa al capitalismo. Desde luego, para GK y colegas, era la única forma de recuperar la sensatez. La American Chesterton Society tiene en su web esta página con 12 sugerencias. Por si alguno no domina el inglés suficiente, aquí ofrezco un resumen en castellano:

  1. Empieza por pensar como un distributista. Por ejemplo, en la subsidiariedad: que las entidades superiores no hagan lo que son deberes y derechos de las más pequeñas, particularmente la familia.
  2. Contempla tus posesiones y decide que es lo que tú posees y qué es lo que te posee a ti.
  3. Los hijos son nuestro mejor recurso. El amor a la familia no lo lamentarás nunca.
  4. Deja de trabajar para tu jefe, al menos como planteamiento vital: ten claro que el trabajo va después de la familia.
  5. ¿Casado? Normalmente, la garante del orden y la armonía del hogar es la esposa: trabajar sólo para tener más dinero es un error.
  6. ¿Estás prosperando o simplemente sobreviviendo? El orden empieza en casa, y no se expresa en las compras ni en las cosas materiales.
  7. No trabajar los domingos: las actividades recreativas mejoran las amistades, salvan los matrimonios y son un descanso necesario para el alma.
  8. Recupera el viejo arte del trueque: no paga impuestos y es más cooperativo.
  9. Aprende a alimentarte: cultiva lo que puedas, y compra también lo más local que puedas.
  10. Los hijos aprenden más por ósmosis que por clases. Que hagan sus tareas propias. El triunfo por el esfuerzo es la madre de la autoestima.
  11. Participa en la vida de tu entorno: en la escuela de tus hijos, en las actividades del barrio y el Ayuntamiento, o al menos, conoce lo que está ocurriendo.
  12. Recomienda el distributismo a otros: prácticas empresariales sostenibles, agricultura, gestión integral.. No se trata de salvar un mundo que se hunde, sino de recuperar algo que alguna vez tuvimos.

Además, el distributismo es gratis.

Chesterton: similitud entre capitalismo y socialismo

En el primer capítulo de Esbozo de sensatez de Chesterton, a partir de profundizar con una técnica simple de reductio hasta la esencia de los dos grandes sistemas económicos y sociales del siglo pasado y parece que también del nuestro, el capitalismo y el socialismo llega a una conclusión perturbadora: SON IGUALES EN INTENCIONES.

Cuando hablamos del socialismo hablamos también del comunismo, pero no utilizaremos este término dado que todos los países del ex bloque comunista se declaraban socialistas, mientras que el comunismo auténtico estaba todavía por crear. Se trataba de un proceso en la cual la madre el socialismo tenía que dejar paso al hijo el comunismo. Gracias a Dios esto no ocurrió, por lo menos en Europa.

Chesterton explica como en el fondo el capitalismo lleva al enriquecimiento de unos cuantos a base de conquistar poco a poca la propriedad de la gente corriente y transformarlos en trabajadores, con un cierto nivel de vida que depende de la voluntad de los amos. Mientras que el socialismo se propone lo mismo pero en el nombre del «estado», un estado también de unos cuantos. En definitiva los dos sistemas nos lleva a la oligarquía, el gobierno en la mano de unos cuantos.

Para las personas que venimos de los países ex comunistas y vivimos en países «democráticos» la sensación se hace cada vez más fuerte no tanto a nivel económico como social que tiene que ver con el totalitarismo. Una aclaración importante: puede haber totalitarismo en sistemas que no sean necesariamente dictatoriales, como en el capitalismo. El modo de manipular es el mismo. Parece tanto en el socialismo/comunismo como en el capitalismo que la gran batalla es para dominar y controlar al ser humano. Que hay una «doctrina» oficial que tiene que ser creída como si se tratase de un credo religioso. Sólo los medios son distintos: el socialismo utilizó el palo y el capitalismo la ironía. Parece que la segunda opción funciona mejor.

¿Cuál es el objetivo general? Ya que es muy largo describir la sensación de hermandad de los dos grandes sistemas, nos vamos a limitar a lo esencial. Se quiere un hombre sin valores  fuertes que provengan de fuera del sistema. Más exacto, no se quiere una religión fuerte y concreta que haga sombra al credo oficial, sí una religión vaga o típica de las iglesias nacionalistas que son sometidas al gobierno como las protestantes u ortodoxas. No tenemos que olvidar que todos los movimientos anti sociales son de lo mismo pero más radicales, o de derechas o de izquierdas, y no hay más. Preocupante para el ser humano tan polifacético y creador como parece sufrir de idiotez crónico en cuanto a los sistemas políticos y sociales, con una visión realmente en blanco y negro. Por ello, el último enemigo: la iglesia concreta, que tiene todavía poder de influenciar a las personas y con su arte perversa y subversiva meter en la cabeza de la gente una idea horrible: que somo hijos de Dios con una dignidad infinita en todos los momentos de la vida. Y que tenemos que buscar un sistema político no solo de «igualdad» (que sin definir los términos que se comparan no significa nada), sino de fraternidad con todos y sólo con los seres humanos desde su concepción hasta su muerte.

En conclusión, Chesterton tuvo una gran inspiración cuando vio con tanta claridad que los dos sistemas que parecían enfrentados a muerte eran en el fondo hermanos que querían lo mismo: acabar con la familia independiente, su propriedad privada y su sistema de pensar.

El manifiesto distributista

Tras días de densa argumentación sobre sistemas sociales, vamos a recoger por fin la propia visión de GK y sus colegas, que pugnaban por un modelo social más justo, utilizando para ello las páginas del GK’s Weekly, y particularmente el Manifiesto Distributista tal como lo recoge la Revista Archipiélago en su n.65, dedicado por completo a Chesterton. Así podremos hacernos cargo de su propuesta, cuando nos refiramos a ella. ¿Realmente era tan utópica como fue tildada en su tiempo?

MANIFIESTO DE LA LIGA DISTRIBUTISTA

(Fundada en conjunción con la revista G.K.’s Weekly para la restauración de la libertad mediante la distribución de la propiedad)
Presidente: Sr. G.K. Chesterton.
Secretario: G.C. Heseltine.
Oficinas: 2, Little Essex Street, Londres, W.C.2.
Teléfono: City 1978.

 LA LIGA ofrece la única alternativa práctica a los males gemelos que son el Capitalismo y el Socialismo. Se opone a los dos por igual; ambos terminan en la concentración de la propiedad y el poder en unos cuantos y la esclavización de la mayoría.

LA LIGA se pronuncia

-Por la libertad del individuo y la familia y contra la interferencia de negociantes, monopolios y el Estado.
-LA LIBERTAD PERSONAL será restaurada principalmente a través de una mejor Distribución de la Propiedad (v.g., la propiedad de la tierra, de casas, talleres, parques, medios de producción, etc.)
-LA MEJOR DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD se logrará mediante la protección y el favorecimiento de la propiedad de empresas individuales en el campo, comercios y fábricas.

LA LIGA pues, lucha por:

Los pequeños comercios y comerciantes contra las tiendas múltiples y monopolios. Producción y cooperación individual en las empresas industriales. (Cada trabajador debe tener parte en las decisiones y el control de los empresas en las cuales trabaja.) El pequeño propietario y el trabajador agrícola contra los que monopolizan grandes propiedades inadecuadamente grandes.

Y LA MÁXIMA, en lugar de la mínima, iniciativa por parte de los ciudadanos.

Fuente: Revista Archipiélago, 65, p.108

A los políticos de ayer y de hoy, 2ª parte

El párrafo de ayer era tan extenso que hubo que dividirlo en dos. Recordemos que en él planteaba a los políticos ingleses, tan seguros de su vía científica de organizar las cosas, las consecuencias de sus acciones. Esto es muy propio de GK: ya que tiene el don de relacionar cosas –con frecuencia mediante la forma de causa y efecto-, lo aprovecha, y siempre trata de llegar a las últimas. En mi opinión, es una de las razones por las que GK gusta tanto, y también por las que se le hace poco caso… Seguimos con el texto del capítulo 3º de Outline of Sanity (OS 03-12), dirigiéndose directamente a los políticos, responsables de la situación:

 Todavía pueden decirse muchas cosas a las gentes que han sido llevadas a esa situación. Convendrá recordarles que una simple rebelión desordenada empeoraría las cosas en vez de mejorarlas. Puede ser bueno decir que ciertas complejidades deben tolerarse por un tiempo, porque corresponden a otras complejidades, y ambas deben simplificarse juntas cuidadosamente.

Pero si pudiera decir una palabra a los príncipes y gobernantes de semejante pueblo, a los que lo han llevado a esa situación, les diría tan seriamente como puede un hombre decir algo a otros hombres:

  -«Por Dios, por nosotros y, sobre todo, por vosotros mismos, no os precipitéis ciegamente a decirles que no hay salida de la trampa a la cual los condujo vuestra necedad;
  -que no hay otro camino más que aquel por el cual vosotros los habéis llevado a la ruina;
  -que no hay progreso fuera del progreso que termina aquí.
  -No estéis tan impacientes por demostrar a vuestras desventuradas víctimas que lo que carece de ventura carece también de esperanza.
  -No estéis tan deseosos de convencerlos de que también habéis agotado vuestros recursos, ahora que ha llegado el final de vuestro experimento.
  -No seáis tan elocuente, tan esmerada, tan racional y radiantemente convincentes para probar que vuestro propio error es aún más irrevocable e irremediable de lo que es.
  -No tratéis de reducir el mal industrial mostrando que es un mal incurable.
  -No aclaréis el oscuro problema del pozo carbonífero demostrando que es un pozo sin fondo.
  -No digáis a la gente que no hay más camino que éste; porque muchos, aun ahora, no lo soportarán.
  -No digáis a los hombres que es el único sistema posible, porque muchos ya considerarán imposible resistirlo.

Y un tiempo después, a la hora undécima, cuando los destinos se hayan vuelto más oscuros y los fines más claros, la masa de los hombres tal vez conozca de pronto el callejón sin salida donde los ha conducido vuestro progreso. Entonces tal vez se vuelvan contra vosotros en la trampa, y si han aguantado todo lo demás, quizás no aguanten la ofensa final de que no podáis hacer nada; de que ni siquiera intentéis hacer algo».

Lo asombroso de este texto de GK –como tantas otras veces- es que parece escrito para los políticos que gestionan la salida de la crisis: la solución que se está dando es financiera, es otra vez más de lo mismo. Chesterton vuelve a dar en el clavo, con el comportamiento de los líderes políticos y económicos. Quizá se modifique la perspectiva de una industria basada en el ladrillo por alguna otra cosa. Pero el esquema básico no cambia, aunque hay cada vez más gente ‘que ya no lo soporta’. Y mientras, nos felicitamos porque los plutócratas de otros países vienen al nuestro a comprar barato, como señal de prosperidad, cuando en realidad está aumentando la distancia entre unos y otros. 

Y sin embargo, GK concluye el texto que dirige a los líderes con estas palabras, que son también para nosotros:

«¿Qué eres, hombre, y por qué desesperas?, escribió el poeta. Dios te perdonará todo menos tu desesperación. El hombre también os puede perdonar vuestros errores y quizás no os perdone vuestra desesperación».

A los políticos de Inglaterra… y a los nuestros

¿Tiene el mundo de hoy posibilidad de recuperación? GK piensa que sí, por supuesto, ya que su visión de la historia no es lineal sino oscilante, sometida a nuestras propias decisiones. Pero ve la modernidad económica de un color gris oscuro casi negro. Con su capacidad de visión, advirtió la decadencia de lo que en su tiempo era el imperio más importante. Y –hablando de economía- en el capítulo 3º de Outline of Sanity (Los límites de la cordura) se dirige a los líderes de su país. El párrafo (03-12) es tan bueno, que he decidido recogerlo entero en dos entradas, antes de llevarlo a la página Textos de GK.

Como siempre, al final, en el spoiler, glosaré sociológicamente lo que Chesterton vio con claridad hace casi 100 años:

Una gran nación y civilización ha seguido durante cien años o más una forma de progreso que se mantuvo independiente de determinadas comunicaciones antiguas, bajo la forma de antiguas tradiciones acerca de la tierra, el hogar o el altar. Ha avanzado bajo el mando de dirigentes confiados, por no decir absolutamente seguros de sí mismos. Tenían la plena seguridad de que sus leyes económicas eran rigurosas, su teoría política acertada, su comercio beneficioso, sus parlamentos populares, su prensa ilustrada y su ciencia humana.

Con esta confianza sometieron a su pueblo a ciertos experimentos nuevos y atroces:

  -lo llevaron a hacer de su propia nación independiente una eterna deudora de unos pocos hombres ricos;
  -a apilar la propiedad privada en montones que fueron confiados a los financieros;
  -a cubrir su tierra de hierro y piedra y a despojarla de hierbas y granos;
  -a llevar alimento fuera de su propio país con la esperanza de volver a comprarlo en los confines de la tierra;
  -a llenar su pequeña isla de hierro y oro, hasta recargarla como barco que se hunde;
  -a dejar que los ricos se hicieran cada vez más ricos y menos numerosos, y los pobres más pobres y más numerosos;
  -a dejar que el mundo entero se partiera en dos con una guerra de meros señores, y meros sirvientes;
  -a malograr toda especie de prosperidad moderada y patriotismo sincero, hasta que no hubo independencia sin lujo ni trabajo sin perversidad;
  -a dejar a millones de hombres sujetos a una disciplina distante e indirecta y dependientes de un sustento indirecto y distante, matándose de trabajo sin saber por quién y tomando los medios de vida sin saber de dónde;
  -y todo pendiente de un hilo de comercio exterior que se iba haciendo más y más delgado.

Spoiler:

La actitud de políticos ingleses –Chesterton nunca dice británicos, porque supondría incluir a otras naciones, como Irlanda, Escocia, Gales- se corresponde con la actitud moderna. Desde luego, todos los políticos tienden a actuar con seguridad, pero la modernidad introduce un componente pretendidamente racional sobre el que se apoyan: leyes económicas rigurosas, teoría política acertada, comercio beneficioso, parlamentos populares, prensa ilustrada y ciencia humana, enumera GK. Sin embargo, esto se hace a costa de cambiar ciertas tradiciones o formas de hacer las cosas –la democracia de los muertos, que dice en Ortodoxia– que no tienen en cuenta la totalidad de las personas. En su Breve historia de Inglaterra, Chesterton había defendido las costumbres de la Edad media –particularmente la existencia de los pequeños propietarios- en lo que llamó la Merry England, la feliz Inglaterra.

Y así, lo que han hecho ha sido llevar a cabo un experimento –la idea de la modernidad como experimento la plantean muchos autores, como Peter Wagner en su Sociología de la Modernidad (Herder, 1997)-. En realidad, toda existencia humana y social tiene mucho de experimental, pues ésa es nuestra condición. Pero Chesterton les critica que no han sabido –o no han querido- ver la terrible desigualdad que fomentaba el capitalismo, no han advertido que ese sistema económico generaba la globalización económica, y por tanto, la interdependencia de unos y otros… incluyendo por tanto, su propia dependencia, de manera paradójica.

Obcecados con la creación y acumulación de riqueza, tampoco han visto que el sistema económico cambiaba completamente el modo de vida de la gente, y que, al basarse todo en un régimen de salarios, cambiarían las condiciones de vida, estando sometidos a estrictas regulaciones y jerarquías de dominación, como sucede en las modernas organizaciones, sean grandes o chicas, públicas o privadas. No sólo no han visto que el capitalismo generaba ansia de riquezas sino que además transformaba el patriotismo hasta hacerse un estrecho nacionalismo.

Esta crítica tiene mucho de común con la crítica socialista –que GK compartió durante un tiempo- aunque diverge en muchos puntos, y entre otros, la solución al problema: no será la abolición de la propiedad privada –cosa que ya hace el capitalismo al quedarse con la de todos (vgr. el Monopoly)- sino su distribución: que la gente sea propietaria para que puedan ser dueños de su propia forma de vida. Pero a veces, determinado bienestar y bienes de consumo no nos dejan ver lo esclavos que somos del sistema económico, hasta que llega la crisis…

Más sobre la economía y el mundo de hoy

Continúa el argumento de GK sobre la aproximación del capitalismo al socialismo, que compongo seleccionando unos textos del párrafo 02-06 de Outline of Sanity. El punto de partida –decíamos el otro día- era la apelación a salvar las empresas porque son servidoras de lo público:

«Si los obreros deben seguir trabajando porque son servidores de lo público, sólo puede deducirse que deberían ser servidores de la autoridad pública.
Si el Gobierno debe obrar en beneficio de lo público, y no hay más que decir, entonces es evidente que el Gobierno debería encargarse de todo el asunto, y no hay más que hacer […]
[Si] hay que considerar solamente lo público, el Gobierno puede hacer lo que le plazca siempre que considere lo público.
Presumiblemente puede hacer caso omiso de la libertad de los empleados y forzarlos a trabajar, tal vez encadenados. También es presumible que puede hacer caso omiso del derecho de propiedad de los empleadores y pagar al proletariado, si fuera necesario, con lo que saca de los bolsillos de aquéllos.
Todas estas consecuencias se siguen de la doctrina altamente bolchevique que cada mañana pregona la prensa capitalista».

Para GK, capitalismo y socialismo son pues la misma cosa, y ambos nos gobiernan, por fortuna sin llegar a los extremos que llega a plantear. Desde luego, esta visión de la realidad política y económica ya la había manifestado en Lo que está mal en el mundo, hablando de Hudge y Gudge, el Gran Gobierno y el Gran Negocio. Como señala Luis Daniel González, son «dos grandes aliados aunque las apariencias digan otra cosa. Eso se nota, sobre todo, en que mientras vemos al segundo crear un modo de vida muchas veces incompatible con una vida familiar ordenada, el primero afirma que la familia como institución es algo que se debe superar» –y para eso basta ver las leyes vigentes sobre la familia…

Para otro día, la propuesta distributista de Chesterton y sus amigos.

GK y la economía de hoy

Estamos analizando en el Chestertonblog The Outline of SanityLos límites de la cordura– la obra de GK más adecuada para entender la crisis económica actual. Chesterton no es economista, lo que tiene la ventaja de que escribe –aunque con profundidad no exenta de complejidad- para un público no especialista, y analiza una a una las contradicciones del capitalismo.

El texto está escrito en 1925, cuatro años antes del crack del 29, que supuso el fin del capitalismo liberal y la entrada de los gobiernos en economía. Iremos explicando su visión de la situación. Pero para empezar puede servir este fragmento, en el que GK advierte de cómo se está transformando el capitalismo, con unos argumentos de rabiosa actualidad:

Lo más extraordinario es que su exposición [la de los capitalistas] tiene que echar mano de la retórica del socialismo. Dice simplemente que los mineros o los obreros ferroviarios deben proseguir su trabajo ‘en beneficio público’.

Nótese que los capitalistas ya no usan nunca el argumento de la propiedad privada. Se limitan por completo a esta especie de versión sentimental de la responsabilidad social general.

Resulta divertido leer lo que dice la prensa capitalista sobre los socialistas que abogan sentimentalmente por gentes ‘fracasadas’. Y ahora el argumento principal de todo capitalista en toda huelga es el de que él mismo está al borde del fracaso (OS, 02-05).

Aunque este último párrafo suene algo pasado de moda, estamos ante la manifestación de cómo el capitalismo ha cambiado su fuente de legitimación social: primero era la defensa de la propiedad privada y el éxito personal. La responsabilidad social ante un sistema que se hundía fue la apelación para que los gobiernos intervinieran, y además de crear el Estado del bienestar, salvaron al capitalismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, la capacidad de crear riqueza y bienestar constituyó una excelente fuente de aprobación social: todo estaba en su sitio otra vez…

Pero cuando la crisis atenaza de nuevo, el argumento suena fuerte otra vez: no se puede dejar caer a los bancos, no se puede dejar caer a las empresas, hay que intervenir para salvar la economía… y no sigo, porque los argumentos –y la experiencia- la tenemos todos muy presente.

Pero así se cumplió otra realidad que GK había atisbado a principios del siglo XX: que capitalismo y Estado moderno están hechos el uno para el otro.

Continuará.